Vendrán por los capos y el problema seguirá

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En 2015, en una corte de California, Ismael Zambada Sicairos fue incluido en una acusación múltiple de narcotráfico donde aparecen también su padre, su hermano el Mayito Gordo, que está por recibir sentencia, e Iván Archivaldo Guzmán Salazar, hijo del Chapo. No había sido incluido entre los presuntos delincuentes más buscados por el gobierno norteamericano, como no había sido incluido hasta hace algunas semanas, Ovidio Guzmán López, también hijo de Joaquín Guzmán.

Su fotografía, la única que públicamente se conoce hasta ahora, fue subida a la página web de la DEA, anunciando que ahora es de los más buscados. Todos los hijos varones del Mayo Zambada han sido detenidos, menos el Mayito Flaco, que, si era flaco y por eso el mote, ya no lo es.

Estos anuncios se han estado dando a partir de las negociaciones para la firma de lo que ahora se llama Entendimiento Bicentenario –antes Iniciativa Mérida–, que se concretó apenas hace unos días: se incrementaron las recompensas por el Mayo, el Mencho, Rafael Caro; se incluyó entre los más buscados al Guano Guzmán y se ofrecieron recompensas por cuatro hijos del Chapo.

Y esto indica, entonces, que las estrategias del gobierno norteamericano –a las cuales siempre se supedita México—para combatir al crimen organizado, no cambiarán mucho, pues seguirán enfocadas en ir por las cabezas de los cárteles de la droga, como lo han hecho desde hace décadas sin que los resultados hayan sido los mejores si de lo que se trata es de evitar que las drogas lleguen a la Unión Americana. Si antes había en México ocho o diez organizaciones que se dedicaban al negocio de las drogas y sus derivados, ahora hay 100. ¿Se ha detenido el flujo de enervantes hacia los Estados Unidos en las dos últimas décadas? No, por el contrario, allá ha crecido el mundo de hombres y mujeres, jóvenes y niños y niñas que consumen drogas y esa nación vive ahora uno de los momentos más trágicos debido a los estragos que está haciendo el consumo de opioides como el fentanilo.

Hace dos semanas en la zona de Corboneras, conurbada con Culiacán, el Ejército aseguró más de 4 toneladas de metanfetamina. Uno de los más grandes decomisos, sin duda. ¿Hacia dónde iba esa droga? Pues a los Estados Unidos. Eso es lo que aseguran, pero la cantidad de drogas que no son decomisadas es infinitamente mayor. Un golpe así se vende como un triunfo del Gobierno, pero ¿cómo debemos calificar lo que no ocurre? Como un fracaso, sin duda. Ese mar de drogas que se procesa en casas particulares, departamentos, pueblos, haciendas, en el monte, en la sierra… y que nunca es tocado, es ahora el gran fracaso de los Estados Unidos y de México en la lucha contra las drogas.

Van a seguir cayendo cabecillas, serán extraditados y procesados en las cortes norteamericanas, seguiremos viendo circos como el que vimos durante meses con el juicio del Chapo Guzmán, pero el problema seguirá allí por décadas, más si las estrategias no cambian. Ayer fueron por el Chapo y ahora van por los Chapitos. ¿Y? Los detienen, ¿y? ¿Y la droga que ocupan los gringos de dónde va a llegar? ¿Quiénes la van a enviar? En el fondo del problema está ese gran mercado de consumidores que representa Estados Unidos. Esa es una verdad muy vieja pero que a la hora de pactar acuerdos se desdeña desde aquel lado de la frontera. Y como las soluciones son globales o no son, pues el problema sigue ahí: ellos enterrando a sus muertos por sobredosis y nosotros a los nuestros cocidos a plomo.

Bola y cadena
EL FRACASO DE MÉXICO EN SU LUCHA contra la drogas ha generado un contexto de violencia que se ha ido profundizando con los lustros y las décadas; cada vez son las y los mexicanos que mueren en medio de la violencia, muchas veces sin tener nada qué ver en esos asuntos, sino como víctimas colaterales de un hecho. Una de las consecuencias de ese contexto es el asesinato de periodistas, que coloca a México en el primer lugar mundial en materia de agresiones a periodistas.

Sentido contrario
PERO PARECE QUE AL PRESIDENTE Andrés Manuel López Obrador esto no le preocupa mucho, porque lejos de solidarizarse con las víctimas, de empatizar con las preocupaciones del gremio, se dedica todos los días a atacarlo. El viernes pasado lo hizo (de nuevo) con la periodista Carmen Aristegui, a quien acusó de haber engañado a su público, a tacharla de conservadora y hasta de mentirosa, con el claro propósito de desprestigiarla. No es necesario abundar en la importancia que ha tenido y tiene el trabajo de Aristegui durante toda su carrera profesional para ayudar construir la democracia que ahora tenemos. Baste reiterar aquí que ni ella ni nadie ni ningún medio tiene por qué estar aplaudiendo al presidente ni está obligado a simpatizar con sus políticas; sí por el contrario, cualquier periodista que se precie de serlo está obligado a cuestionar al poder sea del perfil e ideologías que sean. Para eso es este oficio. Vaya de nuevo, en nombre de todo el equipo de Ríodoce, un abrazo solidario para Carmen y sus colaboradores.

Humo negro
ESTA SEMANA SE DECIDE SI se lleva a cabo o no el Carnaval de Mazatlán. Desde el gobierno se ha dicho que si bajan los contagios puede realizarse, pero todo indica que no bajan, por eso Sinaloa subió de amarillo a naranja en el semáforo epidemiológico. Hay, nos dicen –y me pareció hasta extravagante—que el crimen organizado está presionando para que sí se haga ¿Hasta dónde están metidos, pues?

Artículo publicado el 06 de febrero de 2022 en la edición 993 del semanario Ríodoce.

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