Sierreños, entre el narco y los soldados

MILITARES EN CHOIX. Persisten los abusos y la impunidad.

Militares llegaron, robaron, amenazaron y quedaron impunes

Confiaron en la autoridad, y les salió el tiro por la culata. Ahora, ellos son los perseguidos, los amenazados, los hostigados.

Los pobladores de la sierra quedaron atrapados entre la espada y la pared.

A ellos, si no los desplazan los narcos, el Ejército y la Guardia Nacional lo harán. En las montañas nada ha cambiado. Nada ha funcionado. Ni el cambio de gobierno que ya ha pasado del centro a la derecha y ahora a la izquierda. Ellos, los sierreños están como siempre: jodidos.

La nueva historia de abusos inició la mañana del lunes 4 de octubre, en el Real Blanco, una comunidad asolada por una lucha fraticida entre dos fracciones que han destrozado familias completas, incendiado poblados y asesinado a placer.

Esa mañana, los pobladores de El Saucillo observaron a la distancia la llegada de un pelotón. El temor los invadió porque el 22 de marzo habían capturado a Fermín J., un pobre labriego, analfabeto y alcohólico, que nunca había manejado un vehículo y lo exhibieron como el cabecilla de un grupo delictivo sembrándole un fusil y montándolo en una camioneta que semanas atrás la habían exhibido también como el decomiso a un grupo de pistoleros.

Por eso, por lo de inventar imputaciones y sembrar drogas y armas, los militares, la Guardia Nacional y la Policía Estatal Preventiva son de temer.

Mientras los militares se acercaban, los rancheros se retiraban a esconderse al monte. Y desde allí observaron cómo los soldados sacaban la despensa alimenticia, dos refrigeradores, una lavadora y dos sillas de montar, para cargarlos a sus Humvee.

Luego, campantes, los militares se retiraron.

Los lugareños ya sabían que ese pelotón había sido asignado a la destrucción de mota y amapola en la sierra, operaciones que son simuladas porque solo dañan las que no pagan cuotas.

Con eso en mente, y buscando recuperar los enceres domésticos y los alimentos robados, los rancheros llamaron al 911. A las 6:13 P.M. y durante 7 minutos dieron pormenores del caso. A las 6:20 P.M. intentaron repetir la llamada, pero el celular repiqueteo durante 10 segundos. Nadie les contestó.

La denuncia fue registrada en el sistema espejo que los militares tienen en su base. Así, ellos se enteraron del latrocinio, pero no actuaron, o lo hicieron a medias.

A las 6:26 PM el número del celular utilizado para la denuncia registró una llamada del número 6988660121. Es el teléfono de la policía municipal de Choix.

Según los denunciantes, era el director de la corporación.

Este los insultó a placer y los intimidó, cuestionándoles el porqué de la denuncia en contra de los militares, asegurándoles, también, que subiría a la sierra para buscar al autor de la queja y meterlo al orden.

Era la represalia por haber denunciado el robo.

Luego, un capitán que dijo apellidarse Goicoechea se comunicó con el denunciante y le regañó, buscando intimidarlo.
Le soltó una misa de insultos y agravios, y la confesó que en penitencia lo habían regañado los mandos.

El civil lo dejó hablar, que se desahogara y en su descargo nada alegó, tampoco manifestó argumento favorecedor para los soldados.

Sin embargo, el miedo cala y paraliza. Sobre todo más allá, arriba, en donde se es indefenso como un niño desnudo. Más cuando el soldado se alía con los malandrines y en esa unión el gobierno inventa delitos, carga evidencias e imputa hechos falsos, y los malos asesinan a quienes se oponen.

De acuerdo con los denunciantes, el pelotón de militares saqueadores procedía del poblado Real Blanco, en la margen izquierda del río Fuerte, aguas arriba de la presa “Luis Donaldo Colosio”; tramitaron la instalación de una base de operaciones del Ejército como punto de control para evitar la incursión de gavilleros que los han pretendido desalojar por la fuerza.

La medida funcionó unas semanas, hasta que la milicia fue cooptada por el narco y comenzó a servirles como avanzada o como adorno. Asesinatos, quema de casas, ranchos y vehículos ocurrieron, pero nada los inmutó. Y ahora, saquean poblados, robando hasta los alimentos, los mendrugos con los que se pueden alimentar los más desvalidos entre desvalidos.

Artículo publicado el 10 de octubre de 2021 en la edición 976 del semanario Ríodoce.

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