Con resultados, igualmente, desfavorables, Netflix le apuesta, por segunda vez este año, a Melissa McCarthy. Primero le otorga superpoderes y la pone al lado de la galardonada Octavia Spencer en Fuerza Trueno (2021) y luego pretende que provoque las lágrimas (¿o la risa?) con El estornino (The Starling/EU/2021), dirigida por Theodore Melfi.
Mientras su esposo Jack (Chris O’Dowd) intenta vencer una fuerte depresión por una fatídica, repentina y prematura pérdida, Lilly (Melissa McCarthy) le apuesta a seguir con su vida y enfrentar su dolorosa realidad en las actividades y lugares cotidianos, pero la intromisión de un violento pájaro en el patio de su casa, la llevan a, finalmente, consultar al doctor Larry Fine (Kevin Kline), aunque eso, en apariencia la confunda más, no le permita salir del bache en el que se encuentra, ni ayudar a Jack en su proceso.
La simpatía y la capacidad de McCarthy para conectar con el espectador son innegables. La actriz de El alma de la fiesta (2018), La jefa (2016) y Tammy (2014) tiende a caer bien. Ya sea por su capacidad histriónica o por su “sangre liviana”, de que es agradable a la mayoría, no hay duda. Desafortunadamente, en El estornino eso no sucede tal cual. La también protagonista de Ladrona de identidades (2013) no se ve como “pez en el agua”, sino perdida. No es, precisamente, que interprete mal su personaje en duelo por la muerte de un familiar muy cercano y en conflicto por no “dar en el clavo” en cómo ayudar a su pareja en su sufrimiento, se trata de que no sabe qué hacer en una historia que no es precisamente una comedia, un drama ni una tragicomedia.
Quien tiene oportunidad de explayarse un poco más con un personaje más definido, es Chris O’Dowd. No solo es más coherente al vivir una depresión que lo obliga a internarse en una clínica, discutir con su terapeuta y lo mismo intentar que rehusarse a la mejoría, sino que lo hace de manera creíble.
El problema no es, necesariamente, de la graciosa y talentosa actriz ni el resto del elenco, en donde el menos preciso y más perdido es Kline. Lo que no está bien desde el inicio es el guion, escrito por Matt Harris, que no desarrolla su tema principal de manera profunda. No sabe si hacer reír por medio de caídas estrepitosas, inverosímiles y absurdas, “malas palabras” y algo parecido al sarcasmo; conmover a través del desprendimiento de objetos valiosos, la soledad y los recuerdos; o llevar a reflexionar acerca de una experiencia que no puede ser más que dolorosa, con recursos baratos como la falta de concentración, la confrontación en la terapia, el rehusarse a tomar medicamentos y los símbolos fácilmente descifrables. Tampoco atina a delinear los personajes, los cuales, están muy alejados de la sensatez, por lo que debilitan y aligeran lo que debe proyectarse con formalidad y seriedad.
Es curioso y contradictorio que el melodrama que en otra época hubiera ido directamente a la televisión a uno de esos canales que se asemejan a libros de autoayuda, haya sido realizado por el mimo director de la reconocida y galardonada Talentos ocultos (2016), una mucho mejor lograda cinta acerca de las valiosas contribuciones de tres mujeres a la NASA, en los sesenta. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
Artículo publicado el 03 de octubre de 2021 en la edición 975 del semanario Ríodoce.