Terrorismo y migración interna

SALAMANCA, GUANAJUATO, 20SEPTIEMBRE2021.- Un artefacto explosivo detonó al ser abierto por el dueño de un restaurante quien murió junto con el gerente del lugar. El paquete fue entregado por un repartidor quien pidió específicamente entregarlo a una de las víctimas. Los cuerpos quedaron tendidos sobre la avenida Fajo de Oro esquina Insurgentes, en la colonia El Deportivo.
FOTO: CUARTOSCURO.COM

El crimen organizado de viejo cuño compartía los valores de la mafia italiana. El código de honor mafioso recomendaba que la violencia debía ser utilizada, aunque sea limitadamente, para infundir respeto y nunca contra un miembro de la familia.

Y, cuando resultaba indispensable el uso de la violencia, debía consultarlo antes en las instancias de decisión y nunca obtener un beneficio personal. Estas piezas básicas del código mafioso en México se complementaban con evitar “calentar” las plazas de operación y resolver los problemas entre organizaciones criminales en silencio, con la mayor discreción posible sin afectar a la población civil.

Viene a cuento esta reflexión porque el crimen organizado de distinto signo ya no se rige por esas reglas producto de su empoderamiento en vastas regiones del país. Lo suyo es que no tiene reglas qué seguir. Tiene, eso sí, interés en expandirse y en tropel avasalla todo lo que está a su paso. Pueblos, familias, patrimonios, instituciones, comunidad, vidas.

Quizá, la única diferencia entre las organizaciones criminales, sean los medios para hacerse de territorios. Mientras unos utilizan la vía directa para desplazar población, otros lo hacen con alta tecnología y terror. Los pueblos de la Tierra Caliente michoacana de un tiempo acá han sido testigos del uso de drones lanza explosivos contra la población civil, como mecanismo de expulsión de miles de habitantes de esta región.

Pero, también, el terror viene envuelto en forma de regalo como acaba de suceder en un bar de Salamanca, Guanajuato, que al abrirlo estalló y mató al dueño y al gerente de esa empresa de recreación, además dejó a lesionados, lo que luego trascendió un asunto de deudas entre particulares.

La primera reacción de los tres niveles de gobierno fue tibia, nada se dijo de los drones y los miles de desplazados de los pueblos michoacanos. Hay mayor preocupación por la migración internacional que hoy moviliza a centroamericanos y caribeños que por la migración interna, la de los desplazados por la violencia… será que esta es menos mediática.

Así, AMLO, llama a Joe Biden a instrumentar una política de contención en Centroamérica mediante inversiones públicas. Una estrategia como la instrumentada por Jimmy Carter en los pasados años setenta que se conoció como “revolución verde” y que terminó en medio de la guerra civil sin resultados tangibles.

Pero, AMLO, lo que pide a Biden, no lo hace internamente. Los desplazados por la violencia criminal sabemos que existe en Michoacán, Guerrero, Sinaloa, y no parece haber una política pública en materia de seguridad para vastas regiones del país. Esos desplazados son una carga para los gobiernos municipales incapaces para atenderlos más allá de ofrecer un terreno para un campamento.

Y ahí, la gente se rasca con lo que puede, se acerca a familiares y amigos para retomar sus vidas en tanto mejoran las condiciones para volver a sus comunidades. Y eso, frecuentemente, no ocurre convirtiéndose en pueblos fantasmas o donde sobreviven viejos y mujeres que se resisten a abandonar sus comunidades, pero, los más jóvenes, se van a los centros urbanos a buscar trabajo en un medio sobredemandado.

La migración interna se ha visto reforzada con prácticas de terrorismo. Se habla de decenas de miles de desplazados. Y a la vista no hay una política pública para atenderlos para que esta gente rehaga sus vidas con mínimos de dignidad en un medio frecuentemente hostil. Será que los desplazamientos internos no dejan un beneficio político como sí sucede con los internacionales.

AMLO, intenta como lo vimos en la reunión de la CELAC, y con el apoyo de una franja de países, entre ellos Cuba y Venezuela, convertirse en el líder que no existe, busca ser el Willy Brandt o el Olof Palme latinoamericano, y habla de crear una suerte de Unión Europea, un esfuerzo que por décadas se ha intentado con resultados magros los integracionistas de la región.

A lo sumo se ha llegado a los procesos de integración económica y dista mucho de lograr la unión política y social que se ha logrado, con todo y limitaciones y velocidades los 27 países que hoy integran la UE, una unificación que empezó en 1948.

AMLO hace tiempo decía que “la mejor política exterior es la política interior” y ha dejado de decirlo, entre otras cosas, por problemas, como el de los desplazados, que son la muestra del fracaso de la política de seguridad y por la tolerancia con el accionar de los señores de la violencia.

Pero, eso escaló, estamos hablando de terrorismo y lo que hoy son “regalos” con explosivos mañana podrían ser coches bomba en los centros urbanos. Así ha ocurrido en Colombia, en la peor época, la de Pablo Escobar. Y si hoy ocurre en Salamanca mañana podría ser en la Ciudad de México o Guadalajara y, si ahora es un empresario, podría ser cualquiera de este gobierno. Los desaparecidos y muertos siguen aumentando, como, también, los desplazados por la violencia.

Y no serán suficientes los ejercicios estadísticos, para demostrar que las cosas van mejorando y menos que las ayudas económicas a los adultos mayores y jóvenes están compensando lo que se pierde en otros ámbitos.

AMLO, debería atender lo que sucede en Tierra Caliente, con ello, demostraría su dicho de que “no hay mejor política exterior que la política interior” y dejar que el canciller Marcelo Ebrard negocie una salida a los problemas crónicos de Centroamérica y evitar complicar la relación con nuestro vecino del norte.

No se puede ser candil de la calle y oscuridad de la casa. Ya no hay criminales que se rigen por reglas de honor. Los nuestros se han saltado los límites, el de las reglas no escritas, que durante mucho tiempo administraron los viejos capos en un pacto no escrito con los políticos que duró prácticamente todo el siglo XX. Y no se veían casos como el de Salamanca y la gente del campo vivía con limitaciones, pero no tenía como proyecto irse a vivir a los centros urbanos.

Artículo publicado el 03 de octubre de 2021 en la edición 975 del semanario Ríodoce.

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