Sembramos mariguana por nostalgia, dicen campesinos de la sierra

Sembramos mariguana por nostalgia, dicen campesinos de la sierra

El negocio se fue hace muchos años, dicen; ahora lo que deja es la crónica

En las montañas de Badiraguato, lejos de los caminos solos y caminantes que recorren en sus autos pueblos y rancherías, cientos de campesinos empiezan a preparar sus pedacitos de tierra donde, en algunos días, empezarán a sembrar mariguana.

“Mucha gente ya está barbechando, y hasta donde sé, en algunos lugares de la sierra mucha gente ya empezó a sembrar”, dijo un campesino que reside cerca del poblado Los Naranjos y que junto con muchos de sus vecinos, han sembrado mariguana y amapola durante toda su vida.

La suerte, sin embargo, no parece estar del lado de ellos, pues los precios han estado cayendo desde hace años: de mil 200 pesos que pagaban el kilo de mariguana a principios de 2013, a 400 pesos que se las pagan hoy en día, el negocio de la mota ha caído en un abismo de seguro irrecuperable.

“Uno siembra por nostalgia, o pudiera decirse que sembramos porque no tenemos ni sabemos nada más que hacer, y por eso es que la gente que no tiene ganado, ni chivos, ni nada, pues no le queda otra que sembrar mota, aunque se quede sin venderla”, dijo el campesino, quien pidió que le llamáramos “Pedro”.

El sentir de Pedro, de 47 años, parece ser un eco de muchos otros campesinos que, al igual que sus padres y abuelos, se han dedicado a la siembra de enervantes, sea mariguana o amapola, como una forma más o menos segura de obtener ingresos para sacar adelante a sus familias.

El problema, afirma, es que la legalización de la mota en Estados Unidos y más recientemente en México, ha hecho que los precios sigan cayendo de una manera que ya nunca se van a recuperar, provocando  que cosechas enteras terminen almacenadas en grandes bolsas negras donde se llenan de moho, plaga y humedad. 

“A veces llega un conocido de Culiacán, y nos da 250 pesos por kilo, y se la lleva, y a nosotros no nos sale, porque ya le invertimos fertilizante, agua, cuidado, y mucho trabajo”, se lamentó otro vendedor del poblado de Bacacoragua, en la misma sierra.

Otro factor que también ha empezado a afectarlos, según revelaron muchos de esos campesinos, es la llegada de una nueva variante de mariguana: la crónica y la semicrónica, que contiene un ingrediente activo de cannabis que es más potente, y también más lucrativo.

Según los traficantes que mueven crónica, el kilo de la semicrónica se comercializa en 3 mil 500 pesos, muy por encima del kilo de la mariguana mexicana, que es como se conoce a la hierba tradicional, mientras que la crónica se llegan a vender en 25 mil pesos el kilo.

El problema, objetan los campesinos, es que las semillas de esas plantas, alteradas genéticamente, no se consiguen en Culiacán, sino que son traídas desde Estados Unidos, Canadá, Europa y en algunos casos de Afganistan; siempre en pequeños paquetes con hasta 15 semillas cada uno, es decir, un precio de mil pesos por semilla.

“No podemos competir con esa gente, porque no tenemos el dinero ni invernaderos para producirla, y pues son los jefes de la mafia o quienes realmente tienen la manera, los que realmente hacen negocio”, explicó Pedro.

El proceso para producir mariguana crónica, no sólo requiere un alto costo por cada semilla de mariguana, sino que es necesario que el productor construya un invernadero donde no entre ni luz ni aire, comprar ventiladores y lámparas especiales que permitan tener una temperatura idónea para la planta de mariguana, y así puedan dormir más tiempo y de ese modo la planta produzca más “mota” en sus tallos.

“También se necesitan líquidos que traen de Estados Unidos, el cual se echa en lugar del fertilizante y cuartos oscuros, que la gente que tiene la manera ya tiene y prepara para tener su propia producción”, explicaron otros campesinos.

Además de vender la mota como tal, los sembradores de mariguana crónica y semicrónica, también comercializan parte del producto para hacer aceites y cremas a empresas en Guadalajara y Ciudad de México, y de ese modo el sembrador con recursos obtiene mayores ingresos.

Todo ese proceso, explicó un “empresario” que tiene años produciendo mariguana crónica, los campesinos en los ranchos no lo saben, como tampoco saben que es legal comprar unas 10 ó 15 semillas, y menos saben que el proceso de producción es diferente, pero aunque supieran, un campesino que vive al día no tiene dinero para construir invernaderos y comprar abanicos, y menos lámparas que producen cierta cantidad de calor.

Aún con todas esas desventajas, y saber que sus plantas terminarán destruidas por el ejército o podridas por falta de compradores, los campesinos en Badiraguato siguen obstinados en sembrar mariguana con la esperanza definitiva de vender un día su producto.

“Como le digo: sembramos por nostalgia, o simplemente porque aquí en la sierra no tenemos nada más qué hacer”, insistió Pedro.

Artículo publicado el 19 de septiembre de 2021 en la edición 973 del semanario Ríodoce.


 

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