El atropellado retorno a clases

ALFABETO QWERTY

El retorno de alumnos a las aulas luego de año y medio de clases virtuales propició audacias verbales de todos los actores involucrados: desde el “llueve, truene o relampaguee” del Presidente López Obrador, o el “regreso sin prisas, pero sin pausas” de Juan Alfonso Mejía, Secretario de Educación en Sinaloa, y la “necesidad pero en este momento una necedad” que dijo el dirigente magisterial Fernando Sandoval.

Frases que entre líneas definen las posturas políticas y hasta las personalidades de los actores involucrados (aunque en este caso a quien debimos escuchar también es la frase de los padres de familia), pero todos se quedaron lejos del objetivo fundamental, que los niños y niñas estén el mayor tiempo en clases en las aulas y menos cada vez en las casas frente a una computadora.

Entre las muchas incongruencias que la pandemia evidencia, la del sistema escolar es la más dañina. Ha resultado completamente simple quitar las barreras para que llegue un crucero con 3 mil turistas, o abrir plazas comerciales, playas, y estadios de futbol con entradas de 20 mil aficionados, pero no un salón con 15-20 alumnos. Eso no.

Llama la atención que en 17 meses y 10 días (la primera suspensión oficial inició el 20 de marzo de 2020) los actores involucrados no trabajaron en una estrategia para estar listos, siempre listos, y reiniciar al momento en que fuera posible sin más dilaciones. Los dos actores principales, patrón y trabajadores –gobierno y magisterio-, están en órbitas distintas, hablan lenguajes incomprensibles, están tras distintos intereses.

Las clases se suspendieron de una manera como si nunca más fuera a volverse a presenciales. Se parapetó un sistema virtual que nunca terminó de cuajar, incluso ahora se continuará con él como si se tratara de una carreta jalada por burros en tiempos de autos eléctricos. Se invirtió poco o nada en la tecnología que demanda del sistema educativo, de cada maestro y de los contenidos.

Hoy nos encontramos con padres en un predicamento porque no tienen una computadora para el hijo o hija, u otra máquina para el otro estudiante. Eso en el mejor de los casos, en otros, sin acceso a internet, y con ello sin clases.

Hay alumnos que pasaron todo el ciclo anterior apenas conociendo a sus maestros, que se conectaban una vez a la semana para dejarles tareas o trabajos, y de clases nada. Otros más se ausentaron y pasaron meses para que las escuelas detectaran que se habían hecho la pinta.

La situación es grave. Y escuchando a los actores parece peor. El Presidente López Obrador como un predicador en el desierto insistiendo en que debe perderse el miedo y que urge volver, los gobiernos estatales por su lado, rehenes de los sindicatos, y los maestros aprovechando la situación para desligarse de todos.

Margen de error

(SNTE) ¿Hasta dónde el SNTE se aprovechó de esta emergencia para reclamar otras cosas, otros pendientes? La posición que asumió cada una de las dos secciones se contrapone: unos –el SNTE 27- apoyando el retorno presencial; y los otros –el SNTE 53- machacando cada día lo mismo “no hay condiciones”. ¿Puede haberlas para los maestros afiliados a una sección y no haberlas para los otros?

Es imposible pedir que no exista una postura política entre estos actores. En otros tiempos, el Gobernador de cualquier estado hubiera planteado una acción al sindicato y solo quedaba acatarla con algunas peticiones menores solo para aprovecharse de la situación.

Pero ahora son otros tiempos, el poder de los gobernadores –y del Presidente también- entra igualmente al juego político según la región o el partido y grupo político en el poder. El SNTE a su vez, otrora un sindicato cohesionado con una sola cabeza, ahora está desperdigado.

Es comprensible que los maestros en lo particular, no en la postura del sindicato, muestren temor al retorno presencial. Los contagios están en una nueva cúspide, las escuelas están peor que como las dejaron, y solo quieren que se defiendan con una botellita de cloro, trapos, detergente, y gel alcoholado. Imposible.

Vistas así las cosas, lo mismo podrían decir los médicos y enfermeras, policías, choferes del transporte público, empleados del comercio, obreros…y un largo número de hombres y mujeres que tenían que volver al trabajo, porque no había otra manera de hacerlo.

Con los maestros pasa lo mismo. Hicieron una labor enfrentándose a las clases virtuales sin ninguna preparación previa, sin herramientas tecnológicas, y sin adaptar los contenidos. Ahora, llegó el momento de volver a las aulas, rescatar a niños y niñas que están en riesgo de quedarse en el camino.

Mirilla

(Los que sí) En la situación real, en las escuelas, hay dos grupos de personas. Los que se han encerrado en la posición de que no se puede volver, que no hay condiciones, y quienes se fueron a los salones machete y estropajo en mano a descubrir las condiciones.

Debe entenderse que no hay condiciones, que nos había antes de la pandemia y ahora menos, pero entonces lo que esperamos que manden el mensaje de que están buscando las condiciones. Cada padre y madre deberá agradecer a maestros y maestras que no se pusieron en el berrinche a gritar que no se podía volver, sino que fueron a la escuela a tratar de reparar lo caído, a conectar lo que se robaron. Una actitud de rescate necesita esta generación, no un llanto del miedo.

Desde hace meses debió contarse con una lista de las necesidades en cada plantel, en cada salón, de cada maestro. Desde hace meses debió haberse notificado a los padres sobre la situación que vendría, no en lo general, lo más particular posible.

Escribirlo es muy fácil, claro, en el sitio será otra cosa. Aun así, esperábamos más orden, una disposición distinta de los actores, menos intransigencia y más inteligencia.

Primera cita

(Derecho) No se puede anteponer ningún otro objetivo en esta discusión que no sea el obvio: el derecho a la educación de los niños. Necesitan retomar el ritmo, acortar las groseras desigualdades actuales, no olvidar el criterio de calidad que requiere imprimirse a todo el sistema. Todo eso está roto, desarticulado, y al menos en el arranque no se ve que lleve un rumbo donde todos los actores tengan el mismo objetivo, los mismos intereses, y el acuerdo cerrado (PUNTO).

Columna publicada el 29 de agosto de 2021 en la edición 970 del semanario Ríodoce.

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