Uresti y la tragedia del periodismo en México

MAZATLÁN. La ira contra el Químico.

“Te lo aseguro que donde quiera que estés doy contigo…”, le dijo Nemesio Oseguera Cervantes a la periodista Azucena Uresti a través de un mensaje de twitter. La acusa, a ella y a otros periodistas y medios, de llevar a cabo una cobertura parcial de la guerra que el Cártel Jalisco Nueva Generación y las autodefensas libran en Michoacán, favoreciendo a estos últimos.

Fue una nota de alto impacto. Ella misma, el medio para el cual trabaja (Milenio televisión) y el personaje que amenaza, no daba para menos. Y nadie debe dudarlo, la amenaza es seria. El Mencho no juega y tiene todos los recursos para dar el siguiente paso si se lo propone. Y nadie podría impedirlo.

Cuando mataron a Javier Valdez escribimos en Ríodoce una editorial donde reconocíamos cómo habíamos estado trabajando con miedo prácticamente desde que nacimos como periódico, porque teníamos la certeza de que, cuando el narco decide matar a alguien, lo mata. Y con mayor razón a alguien tan indefenso como un periodista, cuyas armas no son más que la cámara, la libreta, la pluma, la palabra…

Uresti recibió inmediatamente el apoyo de decenas, tal vez cientos de periodistas y de empresas periodísticas. Y qué bueno. Es lo menos que podemos hacer gremialmente, sobre todo por las condiciones de precariedad, de inseguridad y de abandono social en que los periodistas hemos trabajado en los últimos 15 años, cuando la violencia se ha extendido y profundizado en el país.

Oseguera Cervantes, por lo pronto, logra un objetivo: se mete a las redacciones de los grandes medios, ya de por sí pusilánimes ante el problema que representa el narcotráfico, a veces por miedo y las más, estoy seguro porque puede documentarse, por conveniencia.

Esto no es nuevo. Desde hace lustros los narcos han definido líneas editoriales a través del miedo. Desaparecen periodistas, los matan, los amenazan, al grado de que muchos han realizado solo un periodismo de sobrevivencia. Y esto no es gratuito porque, además de que no hay Estado que los proteja, tampoco hay sociedad que los cobije. Para desgracia de los que ejercemos este oficio, a pesar de que desarrollamos un trabajo desde y para la sociedad, estamos solos.

Ni el Estado, ni la sociedad han hecho nada para garantizar la libertad de expresión. El Estado porque es incapaz y porque está coludido con el crimen organizado, y la sociedad porque no ha logrado aquilatar la importancia de tener una prensa fuerte y libre. Pueden buscarse las explicaciones que se quieran en uno y otro caso pero esa es la realidad y se resume en que hemos estado y estaremos durante muchos años más, lustros tal vez, en la más completa indefensión.

Pueden proteger a Azucena Uresti y qué bueno que lo hagan, pero el gobierno lo hará porque a partir de la amenaza del Mencho se convirtió en el epicentro de esa realidad en la que viven y vivimos cientos de periodistas en el país que cubren no solo temas de narcotráfico –muchos de ellos en zonas de guerra como Michoacán–, sino también de corrupción política, administrativa, electoral, policiaca, legislativa, de explotación de recursos naturales que pertenecen a la nación o a comunidades, incluso indígenas, a las que se defiende por lo que pasó hace 500 años, pero se les sigue marginando y expoliando hasta el día de hoy.

Lo que ha estado viviendo el periodismo mexicano en las dos últimas décadas es una tragedia que solo dimensionamos nosotros y tiene eco en círculos internacionales, pero ni es tema para el gobierno ni es tema para la sociedad. La clase política está ensimismada en sus intereses y, los nuestros, que no van más allá de que se nos garantice el libre ejercicio del oficio, no están en su agenda.

Justo cuando escribo estas líneas entra a mi celular un mensaje demoledor: COMPAÑER@S Secuestraron por tres horas a la compañera Tere Montaño. Le quitaron su celular, la llevaron a su casa y la vaciaron, aparatos, computadoras, (curiosamente, hasta sus archivos se llevaron)….. Ella es periodista que labora en el Estado de México y no es la primera vez que la agreden.

Bola y cadena
HAY OTRAS INSEGURIDADES QUE PADECEN cientos, tal vez miles de periodistas en el país, y es la inseguridad laboral. Y la precariedad. Las empresas periodísticas creen que protegen a sus reporteros con ordenarles que solo transcriban los boletines de la policía cuando ocurre un hecho. Con ello no solo renuncian a su responsabilidad como medio, sino que castran el desarrollo de sus periodistas. Pero no les importan mucho. En buena parte de las empresas los reporteros no tienen aseguradas ni las mínimas prestaciones de Ley, les pagan una miseria y les dicen que tienen las “manos libres”. Esto se ventiló con mucha seriedad cuando recién mataron a Javier Valdez y se llevó a cabo un foro (Agenda de Periodistas) a donde acudieron cientos de periodistas de todo el país. Pero las cosas no avanzaron y todo se quedó en ropa colgada en el tendedero.

Sentido contrario
LOS MAZATLECOS SIGUEN PROTESTANDO por la exigencia municipal de que, para ingresar a un establecimiento comercial, se debe presentar un certificado de vacunación. Y no es tanto que no quieran presentarlo; la ira es contra la hipocresía del alcalde, el Químico Benítez, pues durante la campaña y después de ella, él mismo promovió eventos multitudinarios donde, por supuesto, provocó contagios criminales.

Humo negro
EN ESTA EDICIÓN ROXANA VIVANCO nos ofrece un dato espeluznante: casi el 50 por ciento de los contagiados de SARS-CoV- 2 que ingresan a un hospital en Sinaloa, muere. Pero hay que ver la otra cara de la moneda: el 50 por ciento regresa a casa. Si usted padece el virus, atiéndase de inmediato. Muchas de las personas son llevadas a un hospital cuando el mal ya hizo estragos en el organismo.

Columna publicada el 15 de agosto de 2021 en la edición 968 del semanario Ríodoce.

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