Las siete semanas que faltan

HERIBERTO FÉLIX. Definido en el PRIAN.

Solo han pasado dos semanas de las campañas políticas. En la formalidad. Lo cierto es que desde diciembre el ambiente público mantiene una fuerte tensión en el tema electoral. Quizás desde antes, porque desde la presidencia la discusión pública está acaparada y constantemente recordando la lucha por el poder que prevalece en México, el choque de proyectos o de grupos de poder.

Estamos entonces en el quinto mes –o en el tercer año- de un recorrido que se va haciendo largo para que las fuerzas políticas se vayan acomodando y tomando posiciones sus personajes. Están en disputa la renovación del Congreso federal, la sucesión gubernamental en Sinaloa, la renovación de alcaldías y el poder legislativo, esa es la confrontación nuestra de cada día. Y faltan dos meses más, al menos.

Apenas dos semanas de campañas, y los candidatos están enfocados en mostrar un acelere inusitado. Corren de un lado al otro, de un crucero al siguiente, de una casa a la del vecino. Se reúnen con unos y con otros. Solo que el tiempo es limitado, incluso para un candidato que quisiera multiplicarse y abarcar lo más posible.

Y aún restan siete semanas. En la que está por iniciar, la tercera, será el primero de dos debates entre los aspirantes a la gubernatura. Por ahora los debates son el único espacio disponible para que los ciudadanos puedan contrastar a uno y otro candidato. Solo que es una herramienta incompleta, débil aun, incluso a la que los candidatos en general le temen. Efectivamente tiene un peso para la construcción de la reputación del candidato, y a veces incluso ganar un debate es ganar una elección. Puede tener un peso excesivo en el resultado, y otras veces simplemente pasar inadvertido.

Este sería el primer espacio donde el ciudadano tiene la oportunidad de escuchar las posiciones de cada candidato o candidata. Pero sobre todo, un espacio de atención mediática amplia para alguna revelación, si la estrategia de alguno de los aspirantes va en ese sentido.

Así fue en 2010, Mario López Valdez aprovechó para preguntar a boca jarro a Jesús Vizcarra sí era o no compadre de Ismael Zambada, el Mayo. Y de ahí la campaña del priista se desmoronó. Aquella ocasión, con solo dos candidatos, las posibilidades de un debate eran posibles, pero en las elecciones siguientes, con siete participantes, y este año con ocho, será imposible un debate real.

Margen de error
(Falso debate) Los debates son de obligatoria participación para los candidatos. La legislación así lo marca. No depende de si quieran o no. Tampoco si piensan que conviene o no a su estrategia.

Los partidos políticos, los representantes de los candidatos, pero particularmente los consejeros electorales, volvieron a quedarse cortos en la construcción de un debate genuino entre los candidatos y no solo un espacio de exposición. No arriesgaron intentado conformar un formato que contribuya al contraste, donde los candidatos enfrenten sus puntos de vista, como ocurrió en los debates presidenciales de 2018, o en los debates presidenciales de otros países como Estados Unidos o España.

Esta vez, de nuevo, los formatos de los debates le colocan un corset apretado a los candidatos. Están condicionados por muchos lados: en el tiempo porque las participaciones son contra reloj, riguroso. Carece de preguntas, solo se acuerdan temas en general, nada específico. Ni pensarlo que participe el público, por ejemplo. Y lo peor de todo, ningún candidato por ningún motivo puede interrumpir a otro. Los encuadres de televisión son fijos. En conclusión no hay innovación de ningún tipo. Y eso conviene a la clase política, no a los ciudadanos. Y los consejeros fueron blandos al dejar pasar de nuevo la oportunidad de obligar a los candidatos a participar en debates reales, no en espacios de exposición.

Mirilla
(Apoyo) Los videos de los empresarios Enrique Coppel y Heriberto Félix, en apoyo a la candidatura de Mario Zamora, sorprendieron a más de uno. Ambos en otras sucesiones a la gubernatura han mostrado públicamente sus simpatías. En 2010 Heriberto Félix apoyó abiertamente a Mario López Valdez, y Enrique Coppel en 2006 envió cartas a sus empleados invitándolos a votar por Felipe Calderón.

Es válido que cualquier ciudadano interesado en mostrar sus simpatías lo haga público si quiere. En momentos de campaña hacen lo mismo figuras públicas como artistas o deportistas, avalan o respaldan a un candidato de su elección. Hasta ahí todo legítimo, legal, válido.

La relevancia y las lecturas están en los personajes mismos. Enrique Coppel como miembro del poderoso consorcio empresarial que dirige su hermano Agustín, con un peso impresionante a la economía de Sinaloa por la generación de empleo y niveles de inversión. Y Heriberto Félix como excandidato a la gubernatura por el PAN en 2004, luego Senador de la república y secretario de estado en el gobierno de Calderón.

Más que el peso electoral que pudieran representar ambos, se trata del mensaje político que se infiere con ambos videos. Más los que se sumen, seguramente no serán los únicos personajes de peso empresarial que hagan público su apoyo, especialmente a Mario Zamora.

Primera cita
(Sumas) El propio Mario Zamora ya anunció que se irán sumando a su campaña algunos ciudadanos, que él llamó sin partido pero que claramente tienen filiación política. Zamora ha insistido en un mensaje claro en sus reuniones: defínanse, les dice en las reuniones (PUNTO)

Columna publicada el 18 de abril de 2021 en la edición 951 del semanario Ríodoce.

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