No hay cuaresma que valga en el Mercado Garmendia

MERCADO A SOLAS. La crisis que no se va.

Antes los pasillos a reventar, en esta Semana Santa cabalgó la desolación en el tradicional mercado de Culiacán

 

El pasillo oriente del mercado municipal Gustavo Garmendia luce solo. Se le conoce también como el pasillo de los huaraches. Ahí, marchantes acostumbraban a comprar calzado de ocasión, y con la Semana Santa las ventas suponían un alza. Pero no fue así. Luce desolado.

Se adaptaron a una nueva normalidad. Casi en todas sus entradas gente tomando la temperatura y proporcionando gel antibacterial. También el uso obligatorio del cubrebocas.

Una joven mujer acota los pasos de una marchante “¿Qué va a llevar, muchacha, qué va a llevar?” Pero se va de largo, sigue su camino. Uno de los locatarios lo explica. “Así ha sido, no hemos podido levantarnos”.

El Garmendia tuvo que cerrar sus puertas durante poco más de dos semanas pero algunos locales vieron bajar sus cortinas por más de tres meses. Entre ellos los locales de Julio y Carlos, cuyos nombres verdaderos se omiten por temor a alguna represalia.

El caso de Julio su local es familiar y por más de 40 años permanecen en el sitio. Venden mochilas y otros artículos como cinturones y carteras. Las ventas no levantan, la crisis les pegó fuerte y sin apoyos gubernamentales de ningún tipo se las han tenido que ingeniar.

Los pocos pesos de las ventas son gastados en el mismo mercado. “Todo gira, te caen los 100, 200 pesos y vas y los gastas aquí mismo. Compras que el kilo de tomates, un pollo, huevos y si te llega a sobrar pues los pides de plátanos, esos son más baratos”.

El domingo 28 de marzo realizaron un pequeño homenaje a la memoria de Joaquín, locatario que fue líder de la unión del Garmendia y quien falleció a causa del COVID-19. Fue prácticamente uno de los primeros culichis en fallecer en una estadística que acumula más de 2 mil 100 muertos.

El suceso golpeó fuerte al comercio del Garmendia que hubo que cerrar durante poco más de dos semanas. Todos los locales con la cortina abajo, todos. Y unos no lograron regresar.

Así se percibe en los pasillos externos del mercado. Un locatario que desayuna en una de las fondas sugiere caminar un poco más adentro. “Ahí te encuentras de perdida tres cortinas abajo”, advierte.

Y sí. No solamente negocios de “chácharas” sino de celulares y de artículos diversos, pero también carnicerías y locales dedicados al giro de los alimentos.

Carlos lo explica. Con él trabajan tres mujeres que le ayudan con las pocas ventas. Durante los poco más de tres meses cerrados les respetó el salario. Una de ellas es originaria de Guerrero y en Culiacán no tiene a nadie. No podía dejar desamparadas a sus trabajadoras.

“Muchos no pudieron volver, se fueron adquiriendo deudas. Y uno es privilegiado porque tiene este local u otro negocio pero no todos tuvimos tanta suerte. Yo hasta pude pagarles a mis empleadas”.

Como anécdota Carlos recuerda el primer día en que volvió a abrir de manera “normal”. Ese día en cuanto abre las cortinas un hombre le entrega un requerimiento fiscal federal. Había impuestos qué pagar, estaba retrasado.

Ni la burla perdonan. Todavía que no hubo estímulos ni apoyos ni nada, vienen y te cobran. El pobre amigo hasta con vergüenza me lo entrega, hace su chamba pero pues ni la burla perdonan”.

Pero Carlos insiste en que es privilegiado. Ellos al menos conservan su local, su trabajo. Los pocos pesos los gasta ahí mismo en la compra de la despensa y Julio trata de explicar el motivo.

“Es circular el dinero. Lo que la gente viene y gasta aquí con uno pues uno también lo gasta aquí, aquí hay todo”, explica. Luego hace una seña hacia la calle Ángel Flores y acota “y con la apertura de calles esperamos que esto mejore”.

Las calles fueron cerradas al tráfico vehicular como medida por la pandemia. Algunos sectores estuvieron de acuerdo pero otros, sobre todo comerciantes del sector, no. Principalmente las rutas de camiones fue lo que dicen les golpeó las sacaran.

Y nadie les da una explicación. Mientras en el centro las medidas fueron severas con respecto a preponderar la salud sobre el comercio, en otros sectores de tanto del estado como de la misma capital fueron en sentido contrario: abrirlo todo.

“Es cierto que la gente no compra arriba del carro, claro que lo es pero el comercio aquí así ha sido acostumbrado. Gente que viene en su carro, entra al estacionamiento y compra aquí o en los locales aledaños”, explica Carlos.

Uno de los principales argumentos fue el volver peatonales las calles del centro. Que la gente caminara libremente sin temor a ser atropellados por un carro particular o un camión urbano.

“Pero ve los pasillos, las calles. Están repletos de ambulantaje”, critica Carlos quien insiste en que los comerciantes inconformes no buscan más choque con la autoridad, sino poder trabajar y con medidas paulatinas que ayuden a todos.

“Y no cerrar todo de una, las calles y todo. No. No puedes cambiar de la noche a la mañana las costumbres de la gente”, añade.
La apertura de las calles esperan les ayude. Al margen de si fue o no un acto electoral la decisión del gobernador Quirino Ordaz Coppel de abrirles las calles después de más de un año de cierre, esperan su situación mejore.

“Pero ve el pasillo. Antes por estas fechas la gente se amontonaba para comprar sandalias, huaraches, cambiar el calzado porque viene la Semana Santa pero ve ahorita. Está solo”, concluye Carlos.

Y la realidad de los locatarios es otra. Es adaptarse o morir. No tuvieron de otra.

Artículo publicado el 04 de abril de 2021 en la edición 949 del semanario Ríodoce.

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