Adiós el programa, venga la competencia

ROCHA, CUEN Y EL QUÍMICO. Aliados que restan.

¿Cómo perfilaría usted el proceso electoral en marcha? me preguntó el reportero Nezahualcóyotl Ceballos, luego de las definiciones morenistas sobre las candidaturas polémicas de Culiacán, Mazatlán y Ahome.

Era una pregunta pertinente, bien pensada, abierta a la reflexión sobre el momento político por el que atraviesa el estado y más considerando, que estas definiciones cuestionadas, por la propia militancia, como antes la candidatura común de Morena con el PAS, involucran directamente al partido con la mayor intención de voto.

Establecí mentalmente una matriz de análisis. Si al principio estaba más o menos claro que la competencia era programática bajo el ropaje ideológico de progresistas y neoliberales o genéricamente la Cuarta Transformación versus Pacto por México, después de esas decisiones al menos en Sinaloa, no parece estar tan claro.

Porque para que haya 4T es necesario que quienes enarbolen su bandera deben contar con el apoyo de las bases y eso no sucedió, sino todo lo contrario; figuras como Héctor Melesio Cuen Ojeda, líder del Partido Sinaloense y factótum del poder en la UAS, está lejos del espíritu regenerador de la 4T y el mejor ejemplo son los discursos duros y concluyentes que en 2018 expresaron AMLO y Rubén Rocha, el hoy candidato a gobernador, sobre Cuen, el PAS y la UAS, cuando aquel apoyaba al PAN y Ricardo Anaya compartiendo un discurso antiobradorista; tampoco, es el caso de los alcaldes fallidos Jesús Estrada Ferreiro de Culiacán y Guillermo Benítez de Mazatlán, que han ido de escándalo en escándalo y de dislate en dislate, y que en una decisión que no ha dejado a nadie contento se les habilita para la reelección; y peor todavía es la postulación de Gerardo Vargas Landeros, ex secretario de Gobierno, durante el mandato de Mario López Valdez a la alcaldía de Ahome y que ha levantado la ola de protestas más radicales de todo el estado.

Eso lleva a otras preguntas a los dirigentes de Morena ¿qué vieron que no haya visto la militancia para decidirse a apoyar a estos personajes que hoy son repudiados por franjas de la militancia morenista? ¿Acaso terminaron imponiéndose los poderes fácticos del estado que no desean experimentar con unos gobernantes nuevos y que prefieren ir con quienes ya tienen bajo control? ¿Con los que han sido interlocutores?

Y en ese sentido, la postura de los partidos de la coalición “Va por Sinaloa”, está más definida pues significa la continuidad del ideario del Pacto por México, es decir, mantener las políticas que le han servido a AMLO para cerrar su largo camino hasta la asunción de la Presidencia de la República, y que su rol justiciero ha puesto en un serio problema a la triada opositora para ganar espacios sin mayor recurso retórico que un renovado pero sutil y contundente del “AMLO, es un peligro para México”.

A falta de diferencias de fondo, lo único que sobreviven son los poderes de siempre, los que han terminado poniendo gobernadores y alcaldes en los principales municipios, la posibilidad de algo diferente en un principio todo parecía que serían históricas estas elecciones no tanto por los candidatos que vienen del pasado inmediato del PRI, sea como militante en el caso de Mario Zamora como de asesor en el de Rubén Rocha. La misma matriz, la misma casa. Nada queda de aquel Rocha ideológico del Movimiento Popular Sinaloense que le disputó la gubernatura a Manuel Clouthier y a Francisco Labastida.

Quizá, por eso, no hizo mucho para impedir la imposición y es que cómo podía hacerlo cuando se le acabó toda su capacidad de presión al reclamar la alianza con Cuen Ojeda y su partido corporativo, universitario, abriendo la brecha para que los poderes reales del estado hicieran las recomendaciones correspondientes. No hay otra explicación. Y ahí están los resultados un partido que desde 2015 estaba dividido, que se unió y creció en 2018 y que ahora, nuevamente está balcanizado, gritando, protestando.
Y sospecho, que esa será la tónica de toda la campaña por los votos, y el pronóstico si no le ayuda la marca electoral, pero sobre todo el discurso justiciero de AMLO podría ser determinante en el ánimo del votante de a pie. Y la semana pasada ya dio un aviso, Rocha Moya bajo dos puntos porcentuales mientras Zamora subió seis. La diferencia se acorta. Y los aliados si no ayudan, estorban. Seguramente Rocha ya lo ha empezado a sentir y más cuando sus más cercanos se han quedado en la cuneta electoral. Graciela Domínguez sin posición a la vista; a Feliciano Castro desplazado de la coordinación de campaña lo mandan a competir al distrito 13; Ríos Rojo, sin posición…Y así. Han logrado más Imelda Castro y Héctor Melesio.

Y cuando eso se ve en clave de la operación electoral, donde ya no están los que estaban en un principio, muestra su desnudez, la exposición a otros intereses, la lejanía de su pronunciamiento de armonizar la 4T en Sinaloa. Cuen no está en esa lógica, y eso es más cómodo, porque puede manejar con libertad sus piezas como lo hizo con el PAN en 2018 y exigir ganando o perdiendo. Él ya es ganador. Rocha es una promesa de triunfo.

En tanto, Mario Zamora de la coalición “Va por México”, observa bajo el prisma aquel de “cuando veas a tus adversarios pelear entre sí, no los distraigas”, con base en eso calcula, arma estrategia, coopta, acumula fuerzas, y va por los desencantados y los indecisos, que terminaran haciendo la diferencia.
Al tiempo.

Columna publicada el 28 de marzo de 2021 en la edición 948 del semanario Ríodoce.

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