El ‘Loco’ y los cuerdos

loco

La virulencia y agresividad de los comentarios en redes sociales –Facebook y Twitter, particularmente- como reacciones abiertas a una información, artículo o columna, son tema de todos los días.

Muchos se han referido a la violencia verbal, majaderías, amenazas veladas y abiertas, que acompañan a esos enfrentamientos largos que se dan debajo de las notas y columnas.

Se ha vuelto un deporte de tiro al blanco en este país. La mayoría de las veces como si existieran dos bandos, unos contra otros. Defensores y atacantes. Izquierda y derecha. Alimentando malentendidos, exacerbando solo una de las ideas y eliminando cualquier matiz.

Medios, periodistas o personajes públicos que resultan envueltos son quienes en primer lugar abordan el asunto a modo de defensa. Un bloqueo de golpes inútil, porque no es la razón ni los argumentos lo que priva. Es el ruido, el escándalo y la violencia. Ante eso no hay defensa sino más ataques.

Esa violencia tampoco es nueva ni privativa de las redes sociales. Se engañan también quienes quieren aplicarla exclusivamente al tema López Obrador. Primero que todo es anterior a que fueran las redes quienes dominan la internet, desde que los portales de noticias abrieron una sección de comentarios libres debajo de las notas empezó la violencia verbal, la diatriba entre los participantes. De eso hace unos tres lustros.

Es decir, es anterior también a la coyuntura actual donde los encontronazos y ataques tienen supuesta causa la posición con respecto a odios o amores a López Obrador como figura, o al proyecto político que enarbola.

De las cartas a la redacción, con una medida clara e identificación plena del remitente, pasamos a los dedos flamígeros que desde el teclado y una cuenta falsa podían mentarle la madre a cualquiera, o seleccionar la peor ofensa. Lo primero que se hizo fue no permitirle al sistema que aceptara las palabras altisonantes, pero resultó inútil, porque “puto” puede burlar al sistema simplemente poniéndole dos letras t, o dos veces la u. Formas había para seguir con eso. Hubo medios que optaron por filtrarlos, pero no había tiempo para revisar tantos comentarios.

Lo que siguió fue la apertura total, era imposible bloquear la ola, mejor fue surfearla.

Con las redes sociales dominantes, acaparando masivamente lo que antes se llamó lectores, radioescuchas o televidentes, la contención es imposible, el bloqueo resulta absurdo, e intentar defenderse o argumentar es labor de ingenuos.

Como es ingenuo pensar que hay autenticidad en esos comentarios. Personalmente me había negado a leerlos, el tiempo es valioso y si hay un lector que quiere intercambiar opiniones encontrará la forma y no será enfrascándose en el tobogán de acusaciones.

Al final cedí y fue desastroso adentrarse en esas profundidades de la red. Abrir los perfiles de quienes evidentemente saben a quién le están escribiendo y buscan el rasgo puntilloso. Todos son unas cuantas palabras, siempre filosas, ofensivas, brutales.

Un asunto de locos y cuerdos, donde a veces los cuerdos son los locos y también viceversa.

 

Margen de error

(Cordura) Coincidencia total que se trate del día en que Manuel Loco Valdés misteriosamente invade las portadas de los medios y las redes sociales con su muerte. Es extraño porque no es un personaje que su trayectoria le diera el peso de la difusión y arrastre que tuvo su muerte.

El Loco es de una época pasada, un cómico de los años del auge de la televisión mexicana que 40 años después su nombre se vuelve titular. Mi generación y la siguiente no tenemos idea clara de quién es, más allá de generalidades de que era actor, cómico, y papá de uno de los hijos de la reina de las telenovelas de la ultima parte del siglo XX, Verónica Castro. Notas de chismes de espectáculo.

El Loco no fue un actor que acompañara su comicidad con la crítica política, como sí lo fue magistralmente Héctor Suárez –también recientemente muerto- o una generación atrás Palillo, Jesús Martínez.

Héctor Suárez convirtió la comedia en televisión en una mordaz crítica al cerrado sistema de la segunda mitad de los años 80 –una década después del tiempo del Loco en la televisión, por aquellos tiempos el medio por excelencia-, su programa ¿Qué nos pasa? colocó en horario triple “A” lo que hasta entonces era imposible decirlo en noticiarios y muchos periódicos. Un breve orificio de salida a la olla de presión que por esos momentos era México.

Al fin que casi al mismo tiempo estaba también al aire otro programa, de más aliento, con más tiempo de transmisión, más recursos y sobre todo audiencia: Mala Noche…NO, justamente con la reina de las telenovelas, Verónica Castro. Uno de esos programas, solo como ejemplo, se prolongó por ocho horas ininterrumpidas, con otro ídolo de la televisión como invitado, Juan Gabriel.

 

Deatrasalante

(Censura) El Loco tiene un episodio de su vida que viene a cuento con todo esto. Es bastante soso pero sirve como referencia. Se trata de una censura que sufrió en ese programa de televisión de los años 70. Lo ridículo está en la razón de la supuesta censura.

El chiste del Loco fue el siguiente, un monólogo:

– ¿Quién fue el Presidente Bombero?, se preguntó.

– Pues Bomberito Juárez.

– ¿Y quién lo ayudaba?

– Su esposa, Manguerita Maza de Juárez.

Un juego de palabras simple, que hasta podría ser un halago al personaje que tuvo que apagar un verdadero incendio para resolver su momento histórico.

Se dice que Gobernación lo llamó, le jaló las orejas, y le dijo que los próceres históricos se respetan. Y fue todo.

Hoy ese chiste no es más que un ternurita frente a tantas sandeces (PUNTO)

Columna publicada el 30 de agosto de 2020 en la edición 918 del semanario Ríodoce.

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