No es la primera vez. Antes de dejar el cargo como titular de la Secretaría General de Gobierno en la pasada administración estatal, Gerardo Vargas Landeros inició una campaña de “posicionamiento” ante la elección gubernamental que estaba en puerta. El entonces gobernador, Mario López Valdez, lo dejó correr a pesar de que a otros los había sancionado por los mismos motivos. Fue el caso de Roberto Cruz, por un tiempo secretario de Desarrollo Económico.
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Al final, Gerardo no fue por ningún partido ni coalición ni como independiente. Dos años después reapareció en las asambleas del proyecto Partido Redes Sociales Progresistas, cuyo registro, si se aprueba, será anunciado por el INE el 4 de septiembre.
Gerardo ha dicho que aparecerá en las boletas en las elecciones de 2021. Quiere la gubernatura, es obvio, pero igual podría buscar otro cargo si no consigue su objetivo principal. Si aprueban el nuevo partido, cuya cabeza principal es Elba Esther Gordillo, irá por ahí buscando coaligarse con otras fuerzas, con cualquiera, incluso con el PRI.
Uno ve a Gerardo Vargas promocionándose en la redes, con aquella aparente solvencia moral y se pregunta hasta dónde puede llegar el cinismo. Gerardo fue parte fundamental de la administración de Malova, una de las más corruptas en la historia de Sinaloa, al grado de que muchos de sus funcionarios todavía están siendo enjuiciados por presuntos actos de corrupción. Fue el número dos de ese gobierno y por tanto ni él ni el propio ex gobernador deben considerarse ajenos a las tropelías cometidas durante los seis años que pasaron por ahí.
Solo en el tema de seguridad, Gerardo Vargas debería explicarle a los sinaloenses por qué se empeñaron él y López Valdez en incorporar a Jesús Antonio Aguilar Íñiguez a la coordinación de las corporaciones policiacas, cuando sabían y así lo dijo el propio Malova, que no era una “blanca paloma”.
Pues no solo no era una “blanca paloma”, sino que arrastraba una historia de corruptelas y hechos criminales desde que ocupó la dirección de la Policía Ministerial en el sexenio de Juan Millán Lizárraga y que el mismo gobernador encubrió. Hasta que la granada le explotó en las manos cuando comandos de Joaquín Guzmán asesinaron a Rodolfo Carrillo Fuentes y a su esposa en el Cinépolis, aquel 11 de septiembre de 2004, y salieron a relucir las complicidades de la policía dirigida por Chuytoño. Hechos que obligaron a media docena de comandantes y al propio Aguilar Íñiguez a huir, siendo perseguidos por la justicia.
Desde que Mario López Valdez llegó a la gubernatura ya traía compromisos con el Cártel de Sinaloa. Ríodoce lo publicó en un reportaje titulado “Con el apoyo del Cártel”, y publicado una semana después de la elección. Semanas más tarde, en una entrevista que le hice en Mazatlán, le pregunté a Malova si lo había apoyado el Mayo Zambada y muy desenfadado me respondió que si lo había apoyado, él no se enteró.
Hubo una aceptación implícita en la respuesta, pero de la cual el gobernador electo se estaba deslindando por razones obvias. Y entonces la pregunta sigue siendo quién sí se enteró. Y sigue siendo porque el tema no está cerrado. En enero del año pasado, en sus declaraciones hechas en el juicio contra el Chapo Guzmán, Vicente Zambada, hijo del Mayo, dijo que su padre había puesto a Chuytoño al frente de las corporaciones policiacas de Sinaloa y que el jefe policiaco trabajaba para el Cártel.
¿Quién fue coordinador general de la campaña de Mario López Valdez? Gerardo Vargas Landeros. ¿Quién fue durante seis años responsable de las corporaciones policiacas estatales? Gerardo Vargas Landeros.
Desde su despacho se delineó lo que sería la estrategia de seguridad del malovismo y que no consistió en otra cosa que en apoyar al Cártel de Sinaloa para golpear a los grupos rivales. Ese fue el pacto desde la campaña electoral y lo cumplieron hasta donde les fue posible.
Y otro tema, no menos importante, es el papel que jugaron las policías locales dentro de esta estrategia. No hay que olvidar que decenas de comandantes formados bajo la férula de Chuytoño fueron cabezas de estas policías –Jesús Carrasco, uno de los más notables–, que se vieron involucradas en hechos deleznables, como el levantamiento, desaparición y ejecución de decenas o cientos de jóvenes, cuyos huesos todavía siguen siendo extraídos de fosas clandestinas por las rastreadoras y sabuesas, madres y familiares de los desaparecidos.
Bola y cadena
ESTA ES UNA MINÚSCULA PARTE del paso de Gerardo Vargas Landeros por la administración pública. Nunca se aclaró el crimen de Luis Pérez Hernández, por ejemplo, luego de que amenazó al gobernador de revelar el contenido de videos que tenía en su poder. Ni el asesinato del periodista Humberto Millán, también crítico de los que recién habían asumido la gubernatura. Por eso no puede aparecer ahora como la panacea ante la “mediocridad” de la que habla. La administración de Malova fue profundamente mediocre a pesar de la esperanza que cientos de miles depositaron en él. Malova traicionó esa confianza y, junto con él, Vargas Landeros.
Sentido contrario
LO QUE ME PREGUNTO ES POR QUÉ, conociéndose la historia de Gerardo, líderes como Jesús Valdés lo siguen viendo como un “activo” del PRI y hasta lo consideran una opción para el 2021. ¿Tan jodido está el partido?
Humo negro
HAY UNA GUERRA QUE EL PRESIDENTE Andrés Manuel López Obrador ha estado perdiendo desde que asumió el poder y es la que tiene que ver con el narcotráfico y la violencia. Poco más de 60 mil homicidios en 21 meses de su administración no tienen precedente. Súmele a esta cifra los desaparecidos, que deben ser miles, y entonces se estará asomando al infierno.
Columna publicada el 30 de agosto de 2020 en la edición 918 del semanario Ríodoce.