Cine: ‘Una corriente salvaje’

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Un perro, el mar y un desértico y rocoso paisaje acompañan diariamente a Chilo Moncada y Omar Curiel en una recóndita bahía que les ofrece alimento, tranquilidad y muchos momentos para cantar, conversar y reflexionar acerca de la vida, pero el vínculo entre ellos se fractura cuando un desacuerdo los lleva a dudar de lo que significa, espera y desea el uno del otro.

Con Una corriente salvaje (México/2018), la directora Nuria Ibáñez deja claro que las relaciones (de cualquier tipo) son complicadas, y solo una palabra o una frase son suficientes para dañarlas, agrietarlas y acabar con ellas, más si eso que se dice alude a la confianza.

El contexto árido, seco, desolado y desteñido ilustra muy bien la conexión entre Chilo y Omar, para quienes el afecto se basa en el buen trato y las conversaciones amenas, no en las palabras bonitas ni en el contacto físico (a excepción del tímido rose de manos en esa interesante escena de las abejas). La única emoción que expresan libremente es la alegría. Cualquier otra se (auto) reprime o coarta mutuamente.

El filme escrito por Ibáñez y premiado en el Festival de Morelia como mejor documental no aclara el tipo de relación entre los protagonistas. Por encima se ve una amistad incondicional, pero, a veces, sugiere una mayor cercanía: por la forma en que se miran; por como Chilo contempla a Omar, cuando trabaja; por el interés de saber qué piensa uno del otro; por cómo explican al otro lo que cada uno sabe; por frases como: “Qué has aprendido tú de mí desde que estoy acá (…), habló de relación”; “si estamos aquí es porque, como dicen en las parejas, hay química”; y por esa canción del final que Chilo interpreta dolido, desesperado, tal vez, esperanzado.

Un momento interesante es cuando Chilo le regala un pantalón corto a Omar. Este se desnuda y se pone la prenda, mientras el otro, cohibido, lo observa callado. Luego de un rato expresa: “te quedan más bien que a mí”. Sin embargo, la escena del baño en el mar es contundente. El discurso, las acciones, las bromas, las carcajadas y los largos silencios sugieren otros significados. Chilo le dice a Omar: “tú lo que quieres es mirarme la nalga, ¿no?”; “ahí te va mi calzón (…), bueno, pa’que tú laves el mío y yo lavo el tuyo”. Después, Omar le pide a Chilo: “tírate como que te vas a sambutir” –sabe que, al estar desnudo el otro, sus glúteos quedarán al aíre. Los dos ríen cómplices, pero Chilo se defiende: “haber sambútete tú”. Más adelante Omar le avienta a Chilo una “arepa” (erizo de mar tipo “dólar de arena”), quien ahora sí se sumerge para cogerla. Omar pregunta si logra agarrarla. Chilo contesta: “sí, pero se me miro la cola”. Al final, el deseo inicial de cada uno se cumple.

La imprecisión del lugar (en realidad se filmó en Bahía de los Ángeles, Baja California), las canciones, la casa y el vehículo de viaje hacen pensar que la cinta disponible en Filminlatino pertenece a un pasado lejano; su ritmo fluye sin contratiempos; su duración es adecuada; su fotografía es exacta al transmitir lo inhóspito; y la historia da para desmenuzar y analizar las masculinidades y las relaciones (de cualquier tipo) entre hombres. Pareciera que nada, pero en Una corriente salvaje pasa más de lo que se alcanza a ver. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 16 de agosto de 2020 en la edición 916 del semanario Ríodoce.

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