Son minutos antes de las 11:00 de la mañana y todo luce en solitud. Atípico para ser un lunes de abril. La normalidad sigue ausente en el centro de Culiacán y con ello sus calles vaciadas para evitar al Covid-19.

La postal que más ilustra la soledad en el centro es en el mercado municipal Gustavo Garmendia. Hace una semana cerró sus puertas por prevención, no se puede garantizar ahí dentro la sana distancia.

Sin embargo es el temor. El 29 de marzo falleció el ex líder de locatarios en el Hospital Civil de Culiacán a causa de complicaciones respiratorias provocadas por el virus. Y a una semana el establecimiento mantiene sus cortinas abajo.

La medida fue anunciada por el Ayuntamiento de Culiacán y desde entonces ha mantenido jornadas de sanitización y desinfección de espacios públicos, así como sus cierres preventivos.

Y no es para menos. Al corte de ayer domingo 263 casos en la capital sinaloense. Es el municipio con más casos en la República. Además han fallecido 31 personas por el coronavirus, motivo extra para las precauciones.

Y en una solidaridad forzada los demás establecimientos emulan al vetusto gigante. Solamente algunas farmacias, casas de empeño y tiendas Coppel que ofrecen servicios financieros. Un par de tiendas Telcel sobre Rubí también, se rebelan y no cierran.

Patrullas recorren las calles y un vehículo de perifoneo con el mensaje de quédate en casa. Pero algunas personas tienen que salir. Como dos señoras de la tercera edad. Apresuradas en la esquina de Hidalgo y Ángel Flores preguntan si “el agua” está cerrada. Se refieren a la Japac.

“Esos no la perdonan, oiga, siempre que te cobran”, se responde a sí misma una de las mujeres.

La Junta Municipal mantiene sus servicios de cobro abierto al público aunque con sus medidas de seguridad. Han garantizado según un comunicado el abasto de agua potable en esta temporada de cuarentena involuntaria, de encierro forzado y de extrema higiene.

Y así, el centro de Culiacán permanece en una rara solitud. La gente arremolinada en paradas de camiones, en los pasillos del mercado, caminando por la Hidalgo, no es más. Es la ausencia de la normalidad.