“El mundo no puede permitirse otra guerra en el Golfo”, afirmó el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, tras el asesinato del general iraní Qasem Soleimani en un bombardeo estadounidense en Bagdad.
En un breve comunicado, Guterres instó a los líderes de ambos países a “mostrar un máximo de contención” en este momento de tensiones, después de que Irán clamara venganza.
Soleimani murió de un disparo desde un dron contra el coche en el que viajaba. En el ataque, a las afueras del aeropuerto de Bagdad, murieron otras ocho personas, entre ellas Mehdi al Muhandis, número dos de las Fuerzas de Movilización Popular o Hashd al Shaabi, una coalición de paramilitares mayoritariamente pro iraníes integrados en el Estado iraquí, informó Afp.
Soleimani, quien según Estados Unidos encabezaba una organización “terrorista”, “estaba activamente tramando en la región (…) una acción importante, como él la describió, que habría puesto docenas, si no centenares de vidas estadounidenses en peligro”, dijo el secretario de Estado, Mike Pompeo.
La reacción del régimen iraní fue furiosa. El líder supremo, ayatolá Alí Jameneí, pidió “severa venganza” por la muerte de Soleimani, la peor escalada en el pulso que mantienen desde hace años Irán y Estados Unidos en suelo iraquí.
Empleados estadounidenses en el sector petrolero iraquí abandonaron ese país, que desde hace meses vive además desgarrado por una revuelta popular contra el Estado y la clase política, acusada de corrupción.
Se trata de “la operación de decapitación más grande jamás llevada a cabo por Estados Unidos, más que las que mataron a Abu Bakr al Bagdadi u Osama bin Laden”, jefes del Estado Islámico (EI) y de Al Qaida respectivamente, según Phillip Smyth, un especialista estadounidense en grupos armados chiitas.