Policía Estatal de Élite asesinó a su prima; le dan 17 años de prisión

poli mochis

“Quédate y afronta las consecuencias de tus actos”, le pidió don Miguel Ángel Valenzuela Cital a su hijo, Juan Valenzuela Moreno, la noche del lunes 8 de abril pasado, en su comunidad natal de Goros Pueblo, sindicatura de Ahome, a unos 30 kilómetros al poniente de Los Mochis, tras escucharse tres balazos a las afueras de su casa.

Aquella orden de padre a hijo la terminó de cumplir este viernes la jueza de control Lucila Armenta Espinoza, quien dictó una sentencia de 17 años de cárcel y una reparación de daño por 528 mil pesos.

En la silla de los acusados, Juan no pestañeó. Aceptó la sentencia que negoció con la Fiscalía General de Justicia del Estado para no ir a juicio oral y evitar una pena mayor, que podría ser hasta de más de 25 años en la causa penal 309/2019, que terminó en forma anticipada, por acuerdo de las partes y de la familia de la víctima.

Entonces se formó un breve diálogo: renuncia al juicio oral, preguntó la jueza, y el ex policía respondió con un seco, sí; acepta que mató, sí; acepta la pena, sí.

Sin pestañear, viéndolo, la jueza emite su conclusión: la Fiscalía acreditó el feminicidio, y en los autos se demuestra que es autor directo, que tenía la habilidad para el uso de las armas, que la víctima confiaba en el victimario porque eran primos y no esperaba la traición, mientras que él sabía que lo que iba a cometer era un delito y así lo realizó, sin excluyente, por lo que es autor y penalmente responsable.

La historia del día sangriento en que participó Juan comenzó el lunes 8 de agosto (2019), cuando él, su primo Juan Antonio Anguamea Valenzuela y la esposa de éste, Denise Fabiola Castro Armenta, de 30 años, estuvieron bebiendo.

Durante la noche, todos coincidieron en la casa de don Miguel Ángel Valenzuela Cital, padre de Juan, tío de Juan Antonio y tío político de Denise.

Allí continuaron la parranda.

Durante la borrachera, el policía de élite sacó su pistola de la cangurera que llevaba adosada a la cintura y comenzó a manipularla, lo que le valieron regaños.

Su padre le dijo que la guardara porque era peligroso en el estado en que se encontraban, ella lo tachó de fanfarrón porque se atrevía a eso siendo policía, y su primo se molestó por la ostentación.

Poco antes de las 21:30 horas, Juan Antonio fue a comprar cigarrillos a una tienda cercana, don Miguel Ángel se introdujo a la casa, y afuera en el porche se quedaron Denise y Juan, el policía.

Repentinamente, tres balazos hirieron la oscuridad de la noche y taladraron los oídos de don Miguel Ángel, que salió apresuradamente. Su hijo estaba de pie y su sobrina en el piso, sangrante, muerta, según las investigaciones de la Vicefiscalía Regional Zona Norte.

“La regué, la  regué…”,  balbuceaba el policía. Y en un momento de pánico optó por escapar, pero su padre lo enfrentó y le ordenó: “quédate y afronta las consecuencias de tus actos”.

El policía ya no habló. Se metió a la casa y se sentó un catre. Allí se quedó.

A las 23:15 horas del lunes 8 de abril, el policía estatal preventivo de élite quedó a disposición de los investigadores de homicidios.

Desde la patrulla observó las diligencias del levantamiento del cadáver de su prima.

Ella tenía un balazo en uno de los antebrazos con el que pretendió detener la bala que le perforó el cuello.

Y dos disparos más en el tórax.

Las balas, además de dañarle la extremidad, le perforaron los pulmones, el bazo y el hígado. Murió desangrada, según la autopsia leída en el juicio abreviado.

“Ella estaba en estado de indefensión frente a él, ella no esperaba el ataque por ser su prima, y él la atacó a traición, faltando a toda lealtad, pero aun así, quiso protegerse deteniendo la primera bala con el antebrazo. No pudo”, concluyó la fiscal que precisaba los hechos en esa sala en donde se celebraba el juicio abreviado.

La jueza acepta todo, y el procesado también.

Leída la sentencia y precisada la condición de que ésta todavía puede ser apelada por cualquiera de las partes que la consideren injusta, el proceso concluye.

En esa audiencia final, el policía Juan estaba solo. Sólo lo acompañó su abogado defensor. Nadie de su familia.

Mientras que Guadalupe Omar, un hermano de Denise, escucha en silencio el desarrollo de la audiencia. Sólo habló más de una palabra cuando la jueza le preguntó su nombre.

En toda la audiencia estuvo serio, mirando hacia el infinito. De vez en vez, con el rabillo del ojo, miraba hacia donde estaba el matón de su hermana.

Tras concluir la audiencia salió en silencio, caminó hacia la salida, recorrió un largo pasillo de tabique, se metió la diestra al short de tres cuartos que vestía, sacó algo de papel que hizo trozos, los arrojó al aire y abandonó la sede de Justicia Penal Acusatorio y Oral Norte. Nunca volteó hacia atrás.

Adentro, Juan, el policía, era trasladado por las entrañas del palacio de justicia hacia la cárcel. Era ya un policía sentenciado por feminicidio: por matar a su prima a traición con el arma de cargo en la casa de su propio padre.

Artículo publicado el 15 de septiembre de 2019 en la edición 868 del semanario Ríodoce.

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