Exhibicionismo criminal, una burla para el Gobierno

Exhibicionismo criminal, una burla para el Gobierno

Ahora fue Omar Iván Camacho. Periodista de deportes, fue asesinado en Guamúchil. Ahí nació como periodista. Era de un poblado cercano, La Palma, Angostura. Por la mañana del domingo pasado fue a cubrir un evento de beisbol en el estadio “Alberto Vega Chávez” y luego ya no se supo nada de él. Horas después, al anochecer, lo encontraron muerto y con huellas de tortura. No se sabe nada todavía sobre los posibles móviles. La motocicleta que usaba para trasladarse fue localizada a unos metros de donde estaba tirado. ¿Razones periodísticas? No hay que descartarlo.

Hace tres décadas, Francisco Chiquete contaba en Mazatlán cómo un jugador de beis correteaba a un reportero de deportes con un bat en ristre porque no le gustó la crónica. Pero en ese tiempo los diferendos se arreglaban en ese nivel o con un tiro cantado. Ahora no. Por eso no hay que obviar nada. Por lo pronto, el asesinato del periodista es una muestra más de la barbarie que vivimos hoy día.

Lo venimos diciendo sobre todo a partir de que asesinaron a Javier Valdez: mientras exista este clima de violencia y estos niveles de impunidad, los crímenes se seguirán cometiendo. Contra los periodistas y contra cualquier persona siempre que alguien decida hacerlo con la absoluta seguridad de que no será castigado. Por eso es importante que haya sido el motivo que haya sido,  este asesinato (y todos los demás) se castigue.

Nos tocó ahora a Sinaloa llamar la atención por el caso de otro periodista asesinado, pero la semana antepasada, el 16 de marzo, fue Sonora, donde mataron en su propia casa al reportero Santiago Barroso. Más allá de si estos crímenes han sido cometidos por causa de su trabajo —lo cual sería más grave aún— lo que hay que destacar es la facilidad con que hechos así se siguen cometiendo. Lo peor ahora es que el exhibicionismo criminal es una burla para el gobierno. Para el gobierno federal pero también para los locales. Lo que ocurrió en Veracruz hace unos días, cuando un convoy de 25 camionetas repletas de hombres armados se integró a un desfile de carnaval, es de verdad incomprensible en términos de seguridad. Eran, según trascendió, del Cártel de Jalisco Nueva Generación. Y la respuesta del gobernador Cuitláhuac fue de antología: “están desesperados”. Nefasta. Ninguna diferencia con lo que hubiera dicho cualquier gobernador del PRI de hace dos décadas.

En Culiacán, apenas esta semana que pasó, un hombre que viajaba en una motocicleta y que acompañaba el cortejo fúnebre de un joven, descargó un fusil hacia arriba para luego desaparecer en medio del festejo de otros jóvenes que viajaban en un vehículo y a los cuales se apreciaban radios en mano.

Alguien me decía dos o tres días antes que esa actitud del gobierno federal, en particular del presidente Andrés Manuel López Obrador, esa postura explícita y reiterada, casi programática, de no perseguir delincuentes, ha desatado aún más la violencia; que hay una especie de engreimiento, de importamadrismo, de “no hay ni habrá pedo”. Una alzada criminal. Y puede que tenga razón. Hay una alzada criminal frente a un gobierno pusilánime. AMLO está tan concentrado en combatir la “mafia del poder” que ha dejado de lado esta otra mafia, que también es de poder. Y vaya que lo es.

Bola y cadena

YA HAN PASADO CUATRO MESES DESDE QUE la Cuarta Transformación tomó el poder y todavía, en materia de seguridad, no se ve ningún cambio. Ninguno. Duele decirlo porque nos cuesta sangre y vidas todos los días. 120 días y contando.

Sentido contrario

Dámaso Murúa se nos fue. Ya se nos había ido con motivo de esa enfermedad maldita pero igual estaba con nosotros. Siempre lo estuvo como escritor y también como amigo a la distancia. Siempre lo estará en la inmortalidad de El Güilo mentiras. Se convirtió en un claustro en sí mismo. Solo lo saludé una vez cuando desayunaba con Cuauhtémoc Ramos en un hotel de playa, hace ya 20 años. Cuauhtémoc lo quería al grado de romperle la boca de un puñetazo a un impertinente si pretendía burlarse del amigo por alguna razón. Fui testigo. Cuando nacimos, Dámaso se encontró un ejemplar del número 1 de Ríodoce en una plaza de Mazatlán y le inspiró una breve carta donde nos dice que lo nuestro le pareció “una aventura al estilo Proceso, el unomásuno y otros de esta rebelde estirpe…” En los meses y años siguientes, Dámaso me escribía de vez en vez. Le publicamos algunos textos, la mayoría enviados de su puño y letra, un signo de negación a la máquina de escribir, ya para entonces obsoleta. En abril de 2009, con motivo de la Semana Santa, Ríodoce publicó un suplemento especial con textos del escritor escuinapense, un homenaje a él y a su obra. Abrazo fuerte hasta donde esté, hasta donde ande, tal vez montado en las ancas de un enorme tigre, creyendo también, al punto borracho como el Güilo mentiras, que va sobre un burro prestado.

Humo negro

CHAPO’S INC, lo que sea, como se llame la sociedad o la marca, Joaquín Guzmán Loera se erige a partir del juicio y por su fama que creció durante esos tres meses, en un empresario desde el propio corazón capitalista de los Estados Unidos. Cede los derechos de su nombre a su esposa Emma Coronel pero en realidad es él. Lanzarán al mercado una línea de marca con su nombre. Si tiene éxito o no, eso es otra cosa. El tema es la laxitud de la justicia gringa, su doble moral y su hipocresía. Todavía no le dictan sentencia, sus abogados están solicitando que se realice de nuevo el juicio por anomalías en el cuerpo del jurado, el juez ha pedido un mes de plazo para decidir… pero el hombre que todavía sigue en juicio ya hace negocios desde su prisión en Manhattan.

Columna publicada el 31 de marzo de 2019 en la edición 844 del semanario Ríodoce.

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