El ‘Güilo’ nunca contó mentiras

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Hoy son tiempos donde la realidad tiene que adaptarse a nuestras necesidades, no al revés. Si para eso hay que negar lo evidente, pues se niega y se cree lo que se quiere creer. Como los tiempos de las supersticiones y del pensamiento mágico pasaron hace siglos, es necesario un término nuevo para definir lo que sucede: le llaman posverdad.

Por eso en estos tiempos es posible creer que el millonario Donald Trump, con un sentido de clase mayúsculo, representaría a los miserables y sería su defensor. O que construiría un muro en la frontera con México que pagaría este país. Absoluta posverdad. Más absoluta que desde México estuviera respondiendo el Presidente Enrique Peña a esas necedades. Equivale a gritar a pleno día que no es de noche, aunque muchos aseguren que están en medio de la oscuridad total.

Dámaso Murúa, desde una playita apacible en Escuinapa, Sinaloa, se anticipó medio siglo a esta discusión locuaz, irremediable, absurda, pero necesaria. Tomó de su realidad a un personaje picaresco, como lo ha hecho la literatura hace milenios, y fue construyendo cuento tras cuento sus gigantescas mentiras. Con una diferencia sustancial, por más que el Güilo ofrezca testigos, mentiras son y mentiras se quedan muchas de sus historias.

En 1971, cuando Dámaso Murúa inmortalizó al Güilo Mentiras —dijo que tenía nombre real: Florencio Villa—, solo se trataba de un hombre que inventaba en el aire las aventuras formidables de quien se enfrenta al peligro o le ocurre lo inimaginable. Sin más discusión. Así, se le aparece El Diablo, o uno de los muchos diablos que abundan en el mundo; o La Muerte, esa sí solo hay una y nada más. A ambos los trasciende, los burla, le huyen o hasta le agradecen.

Hoy, un Trol puede lanzar al espacio de internet la más disparatada estupidez, y esa grosería, ofensa o mentira confusa, terminará por tomarse por una verdad sin filtros y se incluirá en la discusión pública del grupo donde se infiltró.

Dámaso Murúa no se dio cuenta, porque se ausentó antes de su muerte, pero El Güilo Mentiras es una lectura actual para estos tiempos donde nadie parece reconocer una mentira de una mentira y una verdad de una verdad.

Quizás sea generacional, y ahora se requiera de cierto entrenamiento para distinguir que si se meten las manos al fuego nos quemaremos, por más que una y otra vez nos digan y nos convenzamos que el fuego no quema, que el agua no moja. En ese entrenamiento básico podría entrar El Güilo Mentiras, la gran aportación de Murúa al siglo XXI. Un libro de autoayuda para distinguir los hechos objetivos de las creencias personales.

Dámaso Murúa escribió mucho más que El Güilo Mentiras, pero ninguno tan actual para los tiempos de la posverdad.

Margen de error

(La vida ai va) Muchos de los cuentos del Güilo Mentiras parten de una confusión que lo vuelve valiente sin quererlo. En uno de ellos intenta ponerse el cinturón del pantalón, pero como si cobrara vida se niega a entrar en las presillas o enganchar con la hebilla. Y es que en la oscuridad en lugar del cinturón cogió una coralillo que lo hace correr despavorido. En otra la confusión lo lleva a montar un tigre en lugar de un burro, y el felino se resiste a tomar el rumbo que quiere el Güilo pero lo obliga.

Otro es magistral palabra por palabra: El piquete de alacrán. El Güilo, de profesión pescador, orina antes de hacerse a la mar. Un alacrán trepa por el chorro y le pica en el miembro. Todo se vuelve una revolución y no hay más remedio que cortar el pedazo envenenado con tal de no tener más discusión.

El sueño remonta a la niñez, el Güilo quiso ser Capitán de un barco con humo pero se quedó de tarrayero, porque no tuvo para estudiar en la escuela naval de Mazatlán. Con todo, “la vida ai va, aunque no se me cumplió el sueño ni me hizo caso la Zenaida.”

Mirilla

(Favorito) El fenómeno de la posverdad, exclusivo del nuevo siglo y milenio, tiene en la clase política actual —no de una región, sino global— a su sector favorito. En otros tiempos, cercanos como el siglo XX por ejemplo, era la mentira una característica inherente al poder. Hitler y Goebbels fueron sus mayores exponentes, hasta acuñaron la frase de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. La diferencia esencial con los tiempos actuales es que sabían que se trataba de una mentira, y como tal surgía.

Ahora, la clase política, en el debate público, y entre los ciudadanos incluso, la mentira se asume como una verdad. Se cree. Se digiere. Se difunde. Sobre todas las cosas se confunde. Llegado el momento es cada vez más difícil la comprensión simple de diferenciar verdades de mentiras.

Deatrasalante

(Décadas) En la semana santa de 2009, hace diez años, Ríodoce publicó una selección de la obra de Dámaso Murúa que hizo Celia Cortés —la misma que soñó el Festival de Navachiste, Guasave— como propuesta de lectura para los días de guardar. El semanario cumplía seis años y se buscaba mantener la tradición de incluir un suplemento de lecturas en el impreso, cuando los tiempos se vuelven lentos.

Cuando nadie apostaba por leer, Celia Cortés llenó doce páginas del impreso de Ríodoce, que permiten una radiografía completa de la obra de Dámaso Murúa, especialmente del Güilo Mentiras. Suficientes textos para cubrir una tarde con una cerveza, frente al mar, como le hubiera gustado al buen Dámaso (PUNTO)

Columna publicada el 31 de marzo de 2019 en la edición 844 del semanario Ríodoce.

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