Mi vida dentro

En su declaración, Rosa Estela Olvera Jiménez aseguró que lo que pasó el 30 de enero del 2003, fue un accidente. Desde la cocina, ella no se percató que algo no está bien en la sala, donde jugaban su hija y Bryan, el pequeño de casi 2 años a quien cuidaba, mientras su madre trabajaba. Respirando con dificultad, el niño fue hacia ella y la originaria de Ecatepec, Estado de México, que emigró a Estados Unidos en 1999, a los 17 años, con la esperanza de ganar lo suficiente para ayudar a su familia, desesperada, intentó ayudarlo, luego acudió a una vecina y después llamó al 911.

Cuando los paramédicos llegaron, le dieron respiración de boca a boca al niño, sin imaginar que eso complicaría su salud. Contrario a liberar su garganta para que pudiera inhalar, eso provocó que las servilletas de papel que Bryan había tragado fueran más adentro y le impidieran llevar aire a sus pulmones. Como principal sospechosa, sin los elementos suficientes para demostrarlo, con cuatro meses de embarazo, para la Corte de Distrito del Condado de Travis en Texas, Rosa provocó la asfixia del niño, y en agosto de 2005 la condenó a 99 años de prisión por el delito de lesiones calificadas y a 75 más por homicidio, con la posibilidad de reabrir su caso en el 2035.

Esta historia no es una ficción, ni única —ahí está Presunto culpable (2009), con una situación similar— en México: se trata del caso real de una mexicana que Lucía Gajá, como directora y guionista, registra en el documental Mi vida dentro (México/2007), que también muestra que el discurso acerca de lo bien que se vive en Estados Unidos es solo un estereotipo, ya que para muchas personas que logran cruzar la frontera con la esperanza de mayores ingresos y permanecen allá como indocumentados, no es nada sencillo.

El “otro lado” se trata de recorrer un escabroso trayecto que implica hasta dos turnos de trabajo, labores complicadas y agotadoras a cambio de bajos salarios, estar lejos de la familia, la tortuosa incertidumbre de que los agentes de migración puede aparecer en cualquier momento y deportar a quien agarren y, lo peor, que ante una situación legal, se lleva todas las de perder, como le sucedió a Rosa, para quien su condición de indocumentada fue un factor decisivo en su juicio: de acuerdo a su abogada, en su primer interrogatorio debió comportarse más firme y exigir los derechos que tenía y, evidentemente, desconocía.

La cinta, de la que Gajá prepara una segunda parte para contar cómo ha sido la vida de Olvera Jiménez durante 15 años en una cárcel de máxima seguridad y lo que ha pasado con su familia, es prueba de que a los latinos, en general, se les considera inferiores. Claramente, una fiscal señala que Rosa es inteligente, a pesar de ser mexicana, como si las personas más capaces solo fueran de países “desarrollados”, y como si en su nación no hubiera gente que tiene habilidades diferentes a las consideradas, comúnmente, superiores.

A propósito de la muy mencionada y controversial caravana migrante, quienes tienen la intención de llegar a Estados Unidos deben tomar en cuenta aspectos como estos, además de informarse y prepararse para no ser víctimas de injusticias por ser ilegales, porque, aun así, no están completamente desprotegidos. Véala en FilminLatino… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 25 de noviembre de 2018 en la edición 826 del semanario Ríodoce.

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