La Vicefiscalía General de Justicia en la zona norte entregó a deudos los cadáveres de las dos personas que fueron encontradas en un monte urbano utilizado como panteón clandestino, y resultaron ser los restos de dos jóvenes que dos meses antes fueron privados de la libertad en un lavadero de vehículos.
La familia y amigos de José Antonio Fernández habían marchado el 13 de junio por las calles exigiendo a sus captores su libertad. A la protesta se sumó la Iglesia católica y el colectivo de búsqueda de desaparecidos, “Las Rastreadoras”. Dos días después, dos bolsas de hule negro con restos humanos fueron dejadas a la orilla de una calle que une a la colonia Santa Alicia con el fraccionamiento Villas del Rey, al sur poniente de la ciudad de Los Mochis.
Las pruebas genéticas revelaron que se trata de José Antonio y Álvaro Álvarez Rodríquez, amigo ocasional del estudiante.
Ambos desaparecieron cuando Álvaro conducía una camioneta Tacoma de color rojo en la que lo acompañaba José Antonio.