Le bastaron media docena de adjetivos calificativos al general Genaro Robles, secretario de Seguridad Pública, para sepultar seis años de discursos de su tocayo Genaro García y el argumento central de que la seguridad en Sinaloa se entregaba en inmejorables condiciones, mucho mejor que como se recibió en 2011.
Robles Casillas dijo que el aparato de seguridad lo recibieron corrupto, disfuncional, desmantelado, inservible en la movilidad, obsoleto en el armamento, en conclusión: ineficiente.
El general que asumió el mando de la seguridad estatal apenas unas horas después de la toma de protesta de Quirino Ordaz, no dejó ni un minuto a la deriva el mando. Nombró como subsecretarios a otros mandos militares y el lunes siguiente ya estaban en Sinaloa más de mil elementos de tropa para apoyo a la seguridad. Al mismo tiempo, disponía de la anuencia para mandar a todos los policías a un adiestramiento especial a Tlaxcala, que muchos no soportaron y del que todos los enviados se quejaron.
¿Qué pasa en Sinaloa? Depende de a cuál de los Genaro se crea:
Genaro García, el malovista, aseguraba que tenían más policías y mejor pagados que en tiempos de Aguilar Padilla, que su policía estaba acreditada —428 elementos—, y que “el problema de Sinaloa lo estamos resolviendo los sinaloenses…si lo resolvieras con el gobierno federal, no van a durar aquí toda la vida” (noviembre de 2014).
Genaro Robles, el militar, hablando del mismo estado, de la misma policía, del mismo sistema, dijo la semana pasada: “Recibimos un aparato de seguridad disfuncional, desmantelado y corrompido; una situación lamentable en términos de personal, altos índices de corrupción, que no cuentan con la confianza de la sociedad”.
Y es que al final es un asunto de confianza. Más allá de la confianza de cuál de los dos Genaro se acerca más a lo que en esta coyuntura tiene Sinaloa en seguridad pública, qué le falta, qué necesita y dónde lo encontrará. Está la confianza interna. Los militares desconfían de cada policía, de los mandos y posiblemente de algunos de los alcaldes y diputados que están por ahí.
Lo único claro es que en Sinaloa el tema de seguridad no es irse a tomar un agua de coco y un poco de sol en la playa.
Margen de error
(Rotación)Puede ser demasiado pronto, pero los militares nombrados como encargados de seguridad en los municipios serán rotados. Apenas están adentrándose y conociendo cómo se mueve por dentro y la orden fue romper los lazos y moverlos.
Aunque la práctica es común y constante en las fuerzas castrenses, en las instituciones civiles podría ser una falla más de las diferencias de reconocer los contrastes entre una carrera y otra.
Los Alcaldes de Sinaloa ya fueron informados, y solo están esperando que les avisen quién se va a dónde y quién llega.
Mirilla
(Inútil) Durante semanas, un fuerte convoy militar estuvo montando retenes en diferentes puntos del sector de Villas del Río y Valle Alto en la parte noroeste de la ciudad de Culiacán. Reducían a un carril el acceso y el militar quedaba tan cerca de la ventanilla del conductor que podía ver en su interior. Estaban a diferentes horas, incluso por la mañana antes de la ocho, cuando el tráfico todavía es para llevar a los niños a las escuelas y los padres a los trabajos. Movilizaban el punto del retén, incluso una mañana estuvieron justo enfrente del Hospital de la Mujer, en la vialidad de acceso a ese sector.
El jueves 6 de abril una mujer fue asesinada a balazos en la escalinata de este hospital y herida una doctora en el abdomen. Justo esa mañana el retén militar no se apareció.
Primera cita
(Inaudito) En Sinaloa es posible sobrevivir a un naufragio de 56 días, pero morir en tierra firme, luego de que un grupo armado te devore peor que la inmensidad del mar. En este número especial de Ríodoce, la historia completa que se contó por partes hace una década, la del sobreviviente inaudito, que le contó el mismo Gerardo Urquiza al periodista Ismael Bojórquez. Para una lectura lenta en asueto.
En los 56 días que estuvo a la deriva, Urquiza nunca perdió el rumbo, amanecía con una certeza, le dijo a Bojórquez: “Pa´ donde sale el sol hay tierra.”
Deatrasalante
(Huesos en el desierto)Ciudad Juárez, Chihuahua, fue a finales del siglo XX y principios del XXI el ensayo de lo que se convertiría todo México en muy poco tiempo. Nadie quisimos ver que esa violencia exacerbada, el número de asesinatos, las organizaciones del crimen como poder real del sistema político, unos años después tomaría el control de ciudades enteras.
En 2002, Sergio González Rodríguez —escritor y periodista que murió este inicio de abril-, publicó Huesos en el desierto, una investigación que profundiza en el tema de las mujeres asesinadas en Juárez de manera sistemática en casi una década. El libro necesita de 17 páginas solo para recopilar los nombres de todas las víctimas de asesinato: desde la niña Alma, con apenas 13 años y que fue estrangulada y atacada sexualmente, descubierta el 23 de enero de 1993; hasta Erika Pérez, encontrada en condiciones similares casi una década después, el 23 de septiembre de 2002…pero los crímenes continuaron después de la publicación del libro. Para 2004 eran ya 382. Mujeres, todas jóvenes, muchas menores de edad, fueron violadas, asesinadas, y de ellas solo aparecieron huesos en el desierto. Ciudad Juárez llegó a tener un promedio de tres mujeres asesinadas al mes, con poco más de un millón de habitantes.
Hace 15 años entrevisté a Sergio González Rodríguez, un hombre de apariencia frágil, pero que llevaba un lustro en la terquedad de la investigación del tema que casi lo mata cuando le dieron una golpiza que le provocó una fractura en el cráneo.
En casi una década de asesinatos contra mujeres, ya con la frase las muertas de Juárez mundialmente conocida, no existía una sola explicación para tal cantidad de crímenes. Pero lo que sí quedaba claro era que Ciudad Juárez no estaba lejos de Sinaloa, ni de la sierra de Guerrero o de la tierra caliente de Michoacán. O Tamaulipas. O Tijuana. O Veracruz…(PUNTO)