Con Doctor Strange: hechicero supremo (Doctor Strange/EU/2016) dirigida por Scott Derricksonn, con un guion de él mismo junto a Jon Spaihts y C. Robert Cargill, basado en los personajes creados por Steve Ditko, el Universo Cinematográfico de Marvel presenta un nuevo superhéroe, para el que las artes místicas y los mundos paralelos jugarán un papel importante.
Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es uno de los médicos más reconocidos y competentes, aunque no sucede lo mismo en su vida amorosa, en donde no es capaz de corresponderle a Christine Palmer (Rachel McAdams), su compañera de trabajo y quien, posiblemente, más lo ha querido y aguantado en su arrogancia.
Un mal día, el Doctor Strange tiene un fuerte accidente en su automóvil y, a pesar de que queda vivo y tarda mucho tiempo en recuperarse, pierde un porcentaje de la movilidad de sus manos, lo que le impide realizar su trabajo de la misma manera.
Luego de que se gasta su fortuna en curaciones e intentos en dejar sus manos como antes, se entera que existe un lugar en el que lo pueden ayudar, por lo que, con lo poco que le queda y sin saber cuáles serán las consecuencias de ello, viaja a otro país con el objetivo de volver a ser el de antes.
Doctor Strange encontrará que el lugar que buscaba no tiene nada que ver con lo que él había imaginado, mucho menos la técnica con la que se supone se recuperaría. En lugar de eso, se someterá a un trabajo espiritual del que, si bien al inicio tiene dudas, después terminará siendo uno de los más comprometidos practicantes, al grado de asumir la responsabilidad de salvar al mundo.
Uno de los aspectos que más llaman la atención de Doctor Strange: hechicero supremo son los excelentes efectos especiales, que le dan la posibilidad a los personajes de modificar edificios, ir de un lugar a otro en segundos, bloquear espacios para tener mayor privacidad y mandar o dejar a los contrarios en zonas muy alejadas, para que ya no molesten.
Es difícil no pensar en El origen (2010), sobre todo en esos momentos en los que los rascacielos, las casas y los negocios toman otra forma, cual piezas de legos o rompecabezas que ofrecen otras posibilidades.
Cumberbatch es muy creíble en su interpretación, tanto en su papel de neurocirujano, capaz de tener éxito en todas sus intervenciones —por lo mismo no acepta quedar imposibilitado para mover sus manos—, de arrogante galán que se da el lujo de rechazar a la mujer que lo ama, como de superhéroe comprometido en ayudar a los demás, desde otro ángulo. Eso no es suficiente para imponerse ante Tilda Swinton, quien a pesar de tener menos tiempo en pantalla, como su mentora al adentrarse al mundo místico, logra mayor impacto.
Si bien el protagonista convence con su interpretación, no es el mismo caso para la contraparte de la historia: Kaecilius (Mads Mikkelsen), como el villano con el que Strange tiene que pelear, realmente no convence; y Dormammu, quien se supone es el mero mero de la Dimensión Oscura, termina siendo burlado por el doctor cuantas veces se le antoja. Los dos son, pues, muy fáciles de derrotar. Aun así, la cinta tiene buen ritmo y entretiene. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.