Marcos sin armas: No creo salir vivo… (III)

Subcomandante Marco EZLN (7)

Aterrizar en el viejo aeropuerto de Terán, ubicado en un suburbio de Tuxtla Gutiérrez, despierta de inmediato la sensación de la guerra.

Más de una decena de fortificaciones militares fueron instaladas estratégicamente a raíz del levantamiento zapatista para protegerlo de un posible ataque rebelde. Carros blindados, tanquetas y camiones retacados de soldados se movilizan de un lado a otro. Lo mismo ocurre en el aeropuerto Llano San Juan, aunque se encuentre inutilizado porque la mayor parte del año la niebla impide los vuelos.

Esto pudieron preverlo los proyectistas de este “elefante blanco”, pero el que vendió el terreno para su construcción fue el entonces gobernador Absalón Castellanos, el general secuestrado, y entregado por el EZLN. El mismo al que luego de un juicio popular fue humillado con la condena de lavar los trastes sucios y hacer la “talacha” en la comunidad donde había sido escondido.
La ciudad de Tuxtla ofrece el mismo panorama militar, aunque sus habitantes ya se hayan acostumbrado a ello. Desde el inicio de la guerra, el patrullaje militar forma parte de la escenografía chiapaneca. De acuerdo a cifras oficiales, más de 70 mil soldados fueron trasladados a la zona del conflicto.

Y aunque se estén dando pasos para la pacificación total, el Ejército Federal Mexicano sigue fortaleciendo su presencia: durante la realización del Foro Especial para la Reforma del Estado en San Cristóbal de las Casas, 6 mil cadetes del Ejército fueron trasladados a la zona del conflicto “para realizar labores de beneficio social”.

“Sacar dientes y cortar el pelo es ahora un pretexto para aumentar la presencia militar a la zona”, dijo Marcos en una de sus intervenciones en el foro.

—En alguna ocasión platicaba con Demetrio Sodi —precisamente después de que hiciera un recorrido por las comunidades de Chiapas que habían sido arrasadas por los militares— y me decía que el Ejército Mexicano es muy curioso: que lo mismo te planta un árbol que te mata a un  niño ¿Cuál es tu opinión del Ejército Mexicano? ¿Cómo lo vez tú, como militar?

—Mira, como militar estamos claros que estamos frente a un ejército profesional y disciplinado, no nos cabe duda. Sabemos que lo que hace o deje de hacer lo hace obedeciendo. Si avanza es porque así se lo han ordenado y si retrocede es porque así se lo indican.

El Subcomandante Marcos estima que “es para ellos —el ejército— una situación difícil porque está en una guerra impopular que no puede ganar ni puede perder. Si la gana no tiene ningún mérito porque acabó con un ejército que no tenía capacidad militar para serlo, pero antes, además, el desprestigio popular es grande porque está frente a un ejército que tiene demandas patrióticas y el ejército federal mexicano tiene una formación patriótica. Y si la pierde pues también queda mal porque lo derrotó un ejército mas débil”. Considera que “no puede ni ganar ni perder y finalmente cualquier cosa que haga tiene desprestigio. Si avanza tiene que rozarse con la población civil y cometer violaciones a los derechos humanos y exhibirse. Y si no avanza aparece como débil. Ahora, cualquier éxito que tenga el ejército federal lo capitaliza la clase política y cualquier error lo paga el ejército, una situación muy incomoda: como militar yo así lo he sentido.

¿Son buenos estrategas los militares?

—Hay mandos que, por los movimientos que hacen, se ve que tienen visión.

—Tú reconociste a un General ¿no?

—Sí, a Godínez Bravo. El fue el que nos rechazó en Rancho Nuevo tres ataques; el que nos parece que es un asesino es Calderón Carrillo… el que tomó Ocosingo. Ese barrió con todo: civiles, ejidatarios, todos. Y me parece que Renán es muy hábil en las relaciones públicas; se lleva muy bien con la prensa, lo que difícilmente tenían los otros generales… en cuanto a estrategia no sé que tal sea, pero como jefe de relaciones públicas es muy bueno.

—¿Qué papel han jugado los medios de comunicación, ese “tercer ejército”, en todo esto?

Marcos parece recuperar la energía con la pregunta. Durante una entrevista que le hizo  Vicente Leñero en enero de 1994, el subcomandante aclaró que había sido periodista pero no de revista universitaria, como se decía, “sino de verdad” y que nunca había recibido  “chayote”. Después lo ligaron con estudios de comunicación, sobre todo por el manejo que había hecho de los medios para difundir las razones del levantamiento indígena.

—Bueno, la aportación más grande que han hecho los medios es detener la guerra. Si esa guerra hubiera seguido este país estuviera ahora completamente destruido. El papel de la televisión comercial ha sido bastante deprimente en todo este proceso; como que va desacompasado porque el resto del país da para otra cosa y la televisión comercial está como hace veinte años, cuando yo estaba en la ciudad, es la misma televisión, no ha cambiado y este país no es el mismo de hace 20 años; y finalmente parece que apostó a este no pasa nada y a involucrarse con el poder y ahora lo está pagando. Ahora resulta que un proceso de privatización esta financiado por el narcotráfico y es para escandalizar a cualquiera.

PERIODISTAS CUBRIENDO LA GUERRA. El tercer ejército.

—¿Ustedes concibieron la utilización de los medios como un recurso, digamos, de guerra?

—No, yo pienso que coincidió en esta coyuntura nacional. Creo que un papel muy importante que jugó la prensa nacional —que fue la que jaló a la prensa internacional—  fue que cuando nosotros salimos y se desata lo que se desata nos encontramos con una generación de periodistas joven y perceptiva, no acostumbrada al “chayote”, no acostumbrada a conformarse con el boletín del gobierno para hacer la noticia; una generación que está convencida de lo que hace y quiere trabajar. “Sale el EZLN, ya nos dimos a conocer y ya la hicimos”, pudimos haber pensado nosotros. Pero esta generación de periodistas en vez de quedarse con eso, con lo que ya salió o con los boletines de prensa, empieza a rascar, a buscar qué hay detrás, a responder a la expectativa de la sociedad que dice “bueno y esos quiénes son”. Y no era tanto buscar a Marcos, era buscar el origen de la rebelión y fue cuando sacaron todo lo que estaba pasando en este estado, que ya se había olvidado.

“Y yo creo que el éxito que tuvo la prensa —y me refiero aquí a la prensa en general, no sólo a la prensa escrita— es que la sociedad quería saber qué pasaba y la prensa le estaba respondiendo la pregunta y la estaba respondiendo con veracidad. Yo pienso que ese fue el mérito y que construyó en todo el país una historia muy propia de la que ya no va a poder renegar la posibilidad de hacer una prensa independiente, veraz y exitosa comercialmente. Resulta que la verdad sí es negocio. Porque antes se pensaba que no. Que lo que era negocio era decir mentiras y que decir la verdad nadie te va a comprar. Finalmente  la noticia era una mercancía que se vendía y la mejor forma de venderla era mintiendo.

“Eso fue lo que demostró y a partir de eso viene un destello que se va a la televisión comercial con el video de Aguas Blancas, pero que inmediatamente fue aplastado. Esa fue la generación que encontramos; ni siquiera los directores de los medios de comunicación sino los reporteros y esto pues tuvo un gran impacto, porque yo creo que el periodo en que más ha leído noticias la gente es en este periodo.”

—Haces un deslinde muy claro con el PAN al identificarlo con la derecha y con el régimen…

—Bueno, nosotros pensamos que el PAN como partido independiente de oposición honesta, murió con Maquío. Nosotros nos deslindamos mucho y criticamos mucho al PAN de ahora, pero el PAN antes para nosotros era una fuerza de oposición que se había ganado con lealtad a su causa, fuerte. Y vimos con mucha esperanza esa candidatura, esa honestidad de Clouthier —en 1988—  para junto con Cárdenas en aquellas elecciones…

—Claro, cuando suscribieron una carta junto con Rosario Ibarra…

—Que finalmente le costó la vida: ese no venderse le costó la vida. Nosotros pensamos que sí lo mataron.

—¿Qué vas a hacer tú cuando termine todo esto? Porque a veces lo tomas hasta de broma y dices que “Marcos va a desaparecer…

—No, eso lo dije en serio. En broma digo que me voy  a dormir porque ya tengo mucho sueño. No, no tengo idea, la verdad. Lo que sí he tratado de explicar a otra gente es que una cosa es Marcos, esto que ves, con pasamontañas, y otro es el que está adentro. En un momento dado éste tiene que desaparecer, Marcos, el personaje. Y la persona que está detrás pues sí tiene que ver qué va a hacer…

—Hay gente que quisiera verte de candidato de algo, o en el Congreso, pero tú no te vas a poder meter a la política abierta, no te vas a poder abrir, por lo menos pronto, no.

—Bueno, lo he comentado de broma a ver si pega: les digo a mis cuates que nada más que me quito el pasamontañas y me voy a la calle ¿tú crees que me van a reconocer sin pasamontañas?

—Sí.

Según yo no, ¿no?… yo pienso que ya no hay salida; que ya no tiene remedio: que ya lo que hicimos ya no tiene remedio; ojalá haya servido; pero que ya no hay regreso para nosotros, o sea para mí, pues. Pero otros, yo creo que sí van a poder incorporarse. Yo no creo salir vivo de ésta.

—¿Vivo? Tal vez sí… si esto se abre, supongo que te vas…

—Yo creo que no, ya dejé muchas cuentas pendientes. Imagínate cuanta gente vio destruido su proyecto. Y que bueno que se destruyó porque eran proyectos malévolos y perversos.

—¿Pero de veras piensas eso? ¿No es retórica zapatista? Te lo pregunto por aquello que decía Carlos Monsiváis cuando sostuviste con él un intercambio epistolar: es decir, que manejabas un discurso muy “sacrificial”, al estar siempre hablando de la muerte.

—Bueno, eso viene de las comunidades indígenas. Pero en realidad yo sí pienso que es así, pues. Supongamos que yo me abro, sobrará quien diga “bueno este cuate cuántas cuentas pendientes tiene. Ya no sólo con el gobierno: con los grupos paramilitares, con los guardias blancas, con los finqueros, con toda la clase política que se derrumbó después del primero de enero: Patrocinio, la familia Salinas, todo lo que ha salido. Que ya no están ni en el gobierno, ni en la policía, ni en el Ejercito, pero que aún tiene un poder para cobrar la cuenta.

¿Le dirías algo distinto a los sinaloenses?

—Mira, de cada parte nos venden una imagen. La imagen que nos venden de Sinaloa es narcotráfico, pero nosotros no nos tragamos eso. Nosotros sabemos que hay gente cabal ahí. Y no me refiero a que simpatice con nosotros. Gente cabal me refiero a gente que quiere ser mejor y mejorar su país y seguir adelante, entre otras cosas porque finalmente los sinaloenses son muy orgullosos de la tierra a la que pertenecen y no tienen por qué dejar que este nombre se enlode con el narcotráfico y todas esas cosas, porque hay muchas cosas buenas que hay que trabajar para seguir. Finalmente hay que dar esta lucha por la verdad, por presentar las cosas en su verdadera esencia.

Entrevista publicada el 24 de julio de 2016 en la edición 704 del semanario Ríodoce.

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