Leo con interés el artículo de Ismael Bojórquez, “Una elección histórica y violenta”, donde el director de Ríodoce, con la paciencia del restaurador, reconstruye cada una de las piezas de la violencia que se presentó durante el proceso electoral en los municipios de Culiacán, Mazatlán, Guasave y Cosalá.
Pero Ismael no se queda en la descripción de los hechos, sino busca armar su propia explicación de los sucesos de los días previos y en la misma jornada de la elección. Sabe de los grupos criminales y sus zonas de influencia. No minimiza sino pone en su justo nivel la presencia de estos grupos en la política estatal. Vamos, revela los contornos siniestros de la narcopolítica y prefigura lo que pudiera ocurrir cuando se instalen los nuevos gobiernos.
No hay nada nuevo bajo el sol. Estos grupos han estado y estarán en los espacios de decisión pública. Ya alertaba el diputado independiente Manuel Clouthier desde la Cámara de Diputados, en su posicionamiento frente al proceso de desafuero de la diputada local Lucero Guadalupe Sánchez López.
Ahí en la máxima tribuna señaló: “Se pretenden presentar casos como individuales para salvar al sistema corrupto, este es el caso de la diputada Lucero Sánchez, donde no se ha señalado, incluso, a los partidos políticos que la postularon en alianza, pero no se ha dicho que esta postulación surge por recomendación del Gobierno de Sinaloa”. Y concluía con una recomendación: “debemos limpiar la política de la corrupción, es un grito que hicieron los mexicanos el pasado 5 de junio, escuchémoslos y actuemos en consecuencia para que México viva un verdadero Estado de Derecho”.
Pero más acá, días antes, en las regiones donde operan los distintos grupos del crimen organizado tuvieron una constante, independientemente de sus identidades. Todos ellos buscaron hacerse visibles y golpearon las instituciones apoyando a sus candidatos o inhibiendo votos de alguien que no estaba en sus preferencias electorales o intereses.
El gobernador, en un acto de contrición, repitió lo dicho por Osorio Chong, quien calificó estas elecciones como “las más despiadadas” y agregó: “la verdad han ido subiendo de tono, se han ido pasado de la raya y ese día nosotros estábamos solos, tratando de cubrir todos los espacios y tratamos de cubrir todas las urnas, todos los espacios” (sic).
Si bien, no hubo muertos entre los líderes partidarios y candidatos, que hubieran ensombrecido más el ambiente electoral, como sucedió en los comicios de 2004 y 2010, no es poca cosa la intimidación de ciudadanos los días previos y el mismo día de la jornada, el ataque y la quema del local del PRI en Mazatlán, la amenaza armada contra operadores electorales y candidatos en varios lugares del estado, las balas en los cristales y la carrocería del transporte urbano de Culiacán, o la indicación de grupos armados de por quién votar en las comunidades de la zona serrana.
Al margen de que pudiera haber colusión entre candidatos y grupos criminales, lo cierto es que nuevamente se hicieron visibles sus preferencias de las regiones del estado. Saben a quién quieren gobernando y a quien no en sus zonas de influencia. No quieren a alguien que les represente obstáculos, sino alguien dispuesto a colaborar con ellos. O se haga de la vista gorda. Saben que tienen el recurso de la violencia, el de la coerción y la intimidación. No hay medias tintas. Ellos lo saben y aquellos también. Esto configura un estado sometido. Alejado del estado de derecho e instituciones eficaces. ¿Qué tanto explica que Sinaloa haya tenido el mayor abstencionismo en las 12 elecciones estatales?
Ahora bien, ¿Qué tanto el crimen organizado logró sus objetivos? Es difícil concluir en forma definitiva. No hay evidencia para decir si tal o cual representante estarán al servicio de uno de estos grupos. Ya lo intuiremos cuando los nuevos gobernantes nombren a quienes fungirán como responsables de la seguridad pública, o peor, en los cargos de la Procuraduría General de Justicia del Estado, que es un ámbito de la administración pública en el que siempre buscan influir. Vamos, que influye, y nuevamente constatará que el crimen organizado es un actor en la política pública.
En fin, me quedo con una novedad en el texto de Bojórquez: Nunca, en una elección, la capital del estado se había quedado sin transporte público el día en que la gente debía salir a votar. La verdad, nunca.
