Gobierno mago: desaparece personas

 
benita beltran
Los policías estatales llegaron, detuvieron y se esfumaron
El Gobierno (del Estado) se los llevó, y entonces desaparecieron, resumen aquí familiares de seis personas que en secuencia macabra fueron detenidas por cuerpos policiales estatales, en la víspera de la investigación del supuesto secuestro de José Miguel Ruiz, hijo del regidor priista Mario Ruiz Castro, a mediados de mayo (2016).
Todos los ausentes tenían cercanía entre sí: tres eran hermanos, dos de ellos, primos, y el otro, amigo de éstos.
La lista completa de los desaparecidos en operativos policiales la integran los hermanos Santos, Enrique y Emigdio Rosalío Beltrán Beltrán, de 48, 32  y 25 años, respectivamente. Todos son residentes del barrio La Loma y La Chuleta, en San Blas, El Fuerte. También el hijo del primero, Julio César Beltrán Ramos, de 20 años; el primo de él, Jesús Alberto Pérez Beltrán, de 23 años y residente de Los Tablones, Sinaloa, y el amigo de ambos, Sergio Orlando Miranda Gómez, de 24 años, apodado el Keko, quien vive en la colonia Las Cachimbas, en San Blas.
De las seis personas, dos -los primos-, han sido localizados, pero muertos. Sus brazos estaban inmovilizados con esposas policiales colocadas en sus muñecas.
Los cuatro restantes aún están ausentes, desaparecidos.
Hablan los familiares
De acuerdo con las historias familiares, la noche del 17 de mayo había comenzado en la cabecera de la sindicatura de San Blas, El Fuerte, un megaoperativo originado por el secuestro de José Miguel Ruiz, hijo del coordinador del Sistema Enlace Magisterial y regidor en el Ayuntamiento de El Fuerte, por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Mario Ruiz Castro.
Este era el segundo plagio que sufre la familia del político, pues años atrás, su hijo Mario había sido también plagiado, pero liberado horas después mediante el pago de “gastos”, pues éste no era el objetivo.
Al día siguiente del secuestro, el miércoles 18, el operativo ya fue visible para la población civil. La cabecera municipal estaba prácticamente cerrada. Retenes sobre todos los caminos secundarios. Policías con los rostros tapados y patrullas con agentes ministeriales y municipales revueltos, pero enfundados en un mismo uniforme —cuyo color ya no se sabe si es negro o azul—, interceptaban por igual a automovilistas, motociclistas, ciclistas y peatones.
El alcalde Marco Vinicio Galaviz confirmó públicamente que el operativo era coordinado por la Policía Ministerial del Estado, movilizando a policías de Ahome, Guasave y El Fuerte.
Los primos
El retén colocado en la intersección de las carreteras secundarias Los Mochis-El Fuerte- ramal San Blas-Ocoroni, fue cruzado sin problemas por los primos Jesús Alberto Pérez Beltrán y Julio César Beltrán Ramos, de 23 y 20 años de edad.
Jesús Alberto regresaba a Los Tablones, en donde lo esperaba su madre, Benita Beltrán, quien le iba a dar dinero para la compra de pañales para adulto, pues su padre, Jorge, estaba postrado en cama por una fractura de cadera. Iba de raite con su primo, Julio César, en una motocicleta. Jesús Alberto había dejado estacionado en San Blas el autobús de pasajeros que chofereaba, como único sostén de su familia.
“Era mi marido chiquito, porque él se hizo cargo de la casa y de nosotros cuando su padre ya no pudo manejar el camión”, recuerda Benita.
Inesperadamente, la motocicleta se avería, y cuando buscaban repararla en plena carretera, una volanta policial los intercepta. Los dos fueron detenidos.
Ante la tardanza de su hijo, Benita lo llama por teléfono. Nunca le contestó, pero el celular repiqueteaba. Entonces conoció la versión de la detención. Ella lo busca por doquier, y se lo niegan. Han pasado ya tres o cuatro días y no tiene razón de su “marido chiquito”. Se juega la última carta y recurre al procurador, Marco Antonio Higuera Gómez, pues él también había utilizado el mismo camión para trasladarse a la escuela y por lo tanto era un viejo conocido. La recibe en Culiacán. Repite su historia, y le promete: lo encontraremos. Ella le cree, pues 25 años antes, cuando Higuera Gómez era aún mozuelo, le liberó a un familiar que estaba siendo torturado en una zona militar. Higuera hace telefonazos. La despide con la promesa de que lo encontrarán.
Ese mismo día, Benita retorna a Los Mochis y de allí a Los Tablones. Su sueño es intranquilo. Y en plena noche, a unos cuantos kilómetros de su casa, escuchó aquellos ratatatatatata, ratatatatata. Y sobresaltada despertó. Ya no concilió el sueño. Esperó. Al despuntar el alba, cogió camino. En el cercano poblado de Jiquilpan descubrió los dos cuerpos. Uno era su hijo, su “marido chiquito” y el otro el primo de él.
“Sí, lo encontramos, pero muerto. El Gobierno lo tenía. Era un inocente, y en lugar de dejarlo vivir lo asesinaron. ¿Por qué, Gobierno?, ¿por qué?”.
Benita llora.
“Agradézcale al Procurador lo que hizo por nosotros”, pide, y luego se abraza a sus nietos, que aún son unos niños.
Los carnales
Hermanos, hermanas, sus parejas, y demás familiares están parados a un lado de los dos cadáveres. Dejan  que la autoridad haga el levantamiento. Se organizan para reclamar los cuerpos.
Santos Beltrán Beltrán decide reclamar a su hijo, Julio César Beltrán Ramos. Sus hermanos, Enrique y Emigdio Rosalío, piden acompañarlo. Va su hermana también. Todos abordan la camioneta Ranger, de color blanco y franjas grises a los costados, y se van atrás de la carroza.
Pasando el poblado de Mochicahui, los alcanza una vagoneta Expedition de color blanco, con hombres armados. Les disparan. Una bala hiere a Enrique, y Santos detiene la marcha. A los hombres los abordan en la vagoneta. A las mujeres las abandonan en el lugar. Se roban la camioneta Ranger. El convoy huye por un camino de terracería. Se van con rumbo al Téroque (Ahome).
Las mujeres reportan el caso a la policía. La ayuda no llega. Tarda. Los radios policiales transmiten información confusa, ubican tiroteos que nadie reportó. La tolvanera de las camionetas en fuga ya se ha dispersado, y las rodadas de los neumáticos han desaparecido. Entonces llegan los primeros policías. Las mujeres sospechan que son el escudo de la fuga, y ahora temen por sus vidas.
Y tanto temen que piden no ser identificadas. Y es tanto el temor que hasta sus casas, en San Blas, han abandonado y han dado instrucciones a sus familiares de no dar razón de su ubicación.
Para ellas, el Gobierno se llevó a los tres hermanos, y es el Gobierno el que aún los tiene en su poder.
El amigo
Sergio Orlando Miranda Gómez, apodado el Keko, esa noche acababa de regresar a la colonia Las Cachimbas, en San Blas. Recogería su motocicleta, porque en Los Mochis lo estaba ahogando el costo del pasaje urbano. Estaba en esa ciudad porque su madre y sus hermanos le habían pedido separarse de sus amigos, los primos, Julio César Beltrán Ramos y Jesús Alberto Pérez Beltrán, “porque eran muchas las parrandas”. Y cumplió.
Para la familia, el operativo del secuestro del hijo del regidor les era indiferente, pero la noche del 26 de mayo, éste les tocó a la puerta.
Esa noche en que regresó,  el Keko se puso a reparar la moto, cuando a su casa llegaron dos camionetas, doble cabina, de color blanco. Hombres vestidos de civil, empecherados y armados con fusiles, descendieron. Los vio y echó a correr. Fue tras él un grupo. El otro comando se quedó con dos mujeres. Tener el cañón de punta las petrificó. Unos jóvenes ingresaron a la recámara y sometieron a Jonathan, hermano de Sergio Orlando.
“Somos ministeriales”, recuerda Jonathan que se identificaron los tipos, que entonces no le parecieron delincuentes o gatilleros, sino policías bien entrenados.
“No insultaron, no robaron, no esculcaron nada”.
Luego escuchó una orden para los desconocidos. “Vámonos”. Y como llegaron se fueron. Minutos después se enteraron que el Keko ya no estaba. Se lo habían llevado.
La familia ha interpuesto denuncias penales, pero nadie les dice nada.
“Para mí sí eran Gobierno. El Gobierno tiene a mi hermano”.
Ojo de hormiga
Aracely Sepúlveda Sauceda, visitadora de la zona norte de la  Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), afirmó que por los hechos de San Blas hay dos quejas interpuestas, pero las corporaciones involucradas han negado los hechos.
“No niegan los operativos, pero dicen no haber consumado detenciones. El asunto se ha trabado en ese punto. Esperemos obtener más indicios para ahondar en la investigación”.
En tanto, Arnoldo Serrano, subprocurador Regional de Justicia en la Zona Norte, afirmó que el caso de San Blas y Los Tablones ha entrado en una etapa de paralización porque no hay mayores avances. Las operaciones de búsqueda continúan y el interrogatorio en busca de testigos también, “pero de momento no tenemos avances”.
Casas abandonadas
Benita Beltrán y su parentela abandonaron Los Tablones, porque no quieren que el Gobierno se lleve a más miembros de su familia. Dejó esa tierra que por más de 60 años consideró su rancho. Allí quedaron tres caballos, 20 cabras, el camión, motos viejas, sus recuerdos y su esperanza.
Sólo un cuidador está el pendiente de las cosas. Él también teme al Gobierno.
Y el mismo temor se respira en las colonias La Loma y La Chuleta, en donde residían los hermanos Beltrán. Sus casas están solas. La memoria de sus vecinos es vacía. Aquí nadie los conoce, y nadie sabe dar razón de ellos. Es como si la tierra se los hubiese tragado. Es como si un gobierno mágico los hubiese desaparecido.

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Imágenes de esta noche de miércoles 1 de Mayo, en el bloqueo parcial de la caseta de peaje de Costa Rica. Productores de Maíz se mantienen a la expectativa ante un posible desalojo por parte de las autoridades policiales.
Pequeños productores de maíz mantienen bloqueada la caseta de Costa Rica como medida de presión para que el gobernador acceda a un diálogo, tendiente a la búsqueda de un precio justo para el grano.
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