Perlas de pepe: 7 de febrero

 
 
Como bien dicen que en Mazatlán se ama en carnaval y se pare nueve meses más tarde, los romances de todo tipo surgen al cobijo de su lúdico manto. Hay sitios reservados para cada uno de ellos. Para recatados están las sombras de los linderos, el anonimato del rinconcito, el motel cercano; para audaces, cualquier sitio; para desinhibidos, los reflectores del escándalo, el de pie siempre requiere valor; en tanto los ingenuos se van con sus trapos llamativos (amplios escotes, estrechas minifaldas, zapatos de enorme plataforma, ellas; camisas de seda, cinto piteado, pantalón de mezclilla, botas puntiagudas, escapulario de Malverde, ellos) tras las bandas o los calamitosos discomóviles, esa plaga de los tiempos actuales, y regresan a casa con las tentaciones en grado de posibilidad. Aquí, señoras y señores, hay para todos y de todo. Venga, disfrute, rompa el prejuicio, la inhibición. Acuérdese de lo que muchos dicen: estar como Dios manda. Y Dios nos manda desnudos.
—Te quiero conocer, saber a dónde vas, alegre mascarita que me gritas al pasar:
—Adiós, adiós, adiós…
—¿Quién sos, a dónde vas?
—Yo soy la misteriosa mujercita de tu afán…
—No finjas más la voz, abajo el antifaz, tus ojos por el corso van buscando mi ansiedad… Descúbrete, por fin; tu risa me hace mal… ¡Detrás de tus desvíos todo el año es carnaval!
Aunque la autoridad quiera imponer un velo, el amar no se restringe a la convención hetero. Como dijera Basurto en su “escandalosa” obra de los sesenta: cada quien su vida, o Luis Zapata, que en los setenta removió conciencias con El Vampiro de la Colonia Roma. Y algunos años antes lo dijera en Argentina Francisco García Jiménez, autor de la letra del tango que pongo en cursivas.
En estos escenarios del libre albedrío, los fantasmas chocarreros, hartos de las sombras y el anonimato, salen a las calles al amparo de que en carnaval todo se vale. Meten mano por aquí, allá y acullá provocando inquietudes, malestares, cachetadas, sino es que aterradores pleitos o romances indescriptibles. Viven de vuelta la experiencia del adiós a la carne y plenos de gozo por la nueva oportunidad concedida, levantan a su paso las frías ventiscas que caracterizan a estos días consagrados al reventón y, en un descuido, provocan algo memorable: desde una impertinente lluvia a destiempo, como tantas veces lo han hecho, hasta algo peor. Incluso el ambiente tiene una intensidad, un colorido y un aroma diferente.
Texto editado del libro Mira esa gente sola, capítulo “Mazatlán envuelto en su vorágine anual”.
 

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