Meditación y silencio

 

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No me considero un místico; tampoco soy dado a la meditación. Soy impaciente y un tanto escéptico con las prácticas de la espiritualidad. El silencio y la soledad, en cambio, me han atraído desde siempre; me han servido de refugio en toda ocasión y como oportunidad para entablar un diálogo conmigo mismo. Me he preguntado: ¿De qué está hecho el silencio? ¿Por qué es tan bella su melodía? ¿Qué palabras o no-palabras lo contienen? Por supuesto, el silencio mismo es la única respuesta. Soberano, autosuficiente.

 

En su libro Biografía del silencio. Breve ensayo sobre meditación (Siruela, colección Biblioteca de ensayo/Serie menor 54, 2015), publicado en 2012 y con 13 ediciones hasta hoy, el novelista, ensayista y sacerdote español Pablo d’Ors (Madrid, 1963) reflexiona, a la vez que narra, su experiencia de sentarse todos los días a meditar; a respirar tranquilamente y acallar los pensamientos. Una experiencia en principio física. Duelen las piernas, la espalda, el pecho, duele casi todo el cuerpo, hasta que se observa en silencio el dolor y por tanto se hace uno consciente del mismo. Desaparece o se mueve de lugar. “La pura observación es transformadora […], no hay arma más eficaz que la atención”.

 

Vivimos dispersos, desatentos, disgregados, picoteados por la información y por el afán de poseer. No sé si hoy más que ayer, pero hay indicios de que así es en la actualidad. Gilles Lipovetsky, Nicholas Carr y Zygmunt Bauman han estudiado el fenómeno. La meditación, por el contrario, es un acto de resistencia: nos invita a silenciarnos y concentrarnos. Ofrece la revelación de que se puede estar con uno  mismo sin planear, sin analizar, sin calcular, sin aprovechar, sin odiar, sin desear, sin rendir, sin codiciar. Entregado a uno, a nuestro mundo interior, dejándose llevar por la vida sin oponerse. “La meditación”, para decirlo con el autor, “nos devuelve a casa”, a la morada del ser.

 

Pero meditar no es nada fácil; querer hacerlo, menos aún. Estamos acostumbrados, por no decir empujados, a producir, a dar frutos materiales, a conseguir el éxito (siempre valuado en dinero) mediante el esfuerzo, a vivir de prisa y activamente. La meditación exige parar, callar, sentarse, cerrar los ojos y entregarse. “La meditación es una práctica de la espera”. También es una enseñanza constante. Hay que lograr abandonarse, suspender el juicio, salirse de sí, para entender que no somos el ombligo del mundo. Que éste no depende de nosotros. Nuestro lugar es mucho más modesto.

 

La batalla frontal es con el ego, ese pequeño yo insaciable que nos hace padecer por sus caprichos. Según Pablo d’Ors, la fórmula consiste en aceptar las cosas como son, no como desearíamos que fueran.

“Cuando dejas de esperar que tu pareja se ajuste al patrón o idea que te has hecho de ella, dejas de sufrir por su causa. Cuando dejas de esperar que la obra que estás realizando se ajuste al patrón o idea que te has hecho de ella, dejas de sufrir por este motivo. La vida se nos va en el esfuerzo por ajustarla a nuestras ideas y apetencias”. Las marionetas de la ilusión son el verdadero enemigo. Meditar implica limpiar la propia casa.

 

Biografía del silencio es una pequeña joya del ensayo personal. Una invitación honesta y elocuente al silencio.

 

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