Fernando del Paso, Premio Cervantes 2015

Fernando del Paso, Premio Cervantes 2015

 

 

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“Me da tristeza ver a México tan descompuesto y a la deriva”

 

 

 

Sentado en el jardín de su casa de Guadalajara, Fernando del Paso, 80 años, traje gris raya diplomática, combinación de detalles azul y marrón, gafas de sol, entre flores: buganvillas, obeliscos. Este jueves no fue un día corriente en la vida actual de Del Paso (México DF, 1935).

Desde el infarto cerebral de hace tres años, el autor de Noticias del Imperio se ha dedicado a recuperar poco a poco el habla y ha hecho de la cama su base existencial, desde la que es fiel espectador del programa de preguntas y respuestas Saber y ganar. “Me gusta muchísimo. Lo veo hace 15 años y siempre me dan ganas de concursar”, dice con una voz débil pero distinguible que ha ido rescatando de la tabla rasa de la isquemia con ejercicios cruelmente primarios para un constructor de catedrales del lenguaje. Repetir sílabas, soplar velas, hacer —como un niño— burbujas de jabón. Pero este jueves no fue un día corriente y Fernando del Paso no estaba en cama. Era un Premio Cervantes sentado en el jardín.

 

—¿Qué es para un escritor enfermar del lenguaje?

—Es muy duro, porque es el instrumento con el cual nos enfrentamos a la vida. Pero creo no haber perdido la lucidez, y estoy en un proceso de recuperación positivo.

 

—¿Escribe?

—No. He interrumpido el segundo tomo de Bajo la sombra de la Historia a la espera de tener las fuerzas y el aliento para proseguir.

 

—¿Qué lee?

—Los periódicos, nada más. No tengo una buena disposición para leer libros muy grandes. Aunque ahora me voy a tener que leer El Quijote otra vez.

 

—Cervantes.

—Sí, lo más hermoso de mi lengua. Amo a España porque nos dio esa maravilla de lenguaje que es el castellano. Cervantes, Góngora, Garcilaso. Los traigo en la sangre.

 

—Usted también habla francés e inglés. ¿En qué se diferencia de ellos el español?

—No sé. El francés y el inglés son idiomas mundiales muy importantes, pero el español también lo es.

 

—Dice el tópico que el inglés es más corto y directo.

—Tal vez, pero yo prefiero los meandros del español.

 

—¿Cómo será su discurso de aceptación?

—No he pensado aún en lo que voy a decir, pero seguramente está ya dentro de mí.

 

—Dicen que usted es extremadamente perfeccionista.

—Pues eso dicen. Corrijo a todo el mundo. También a mí mismo.

 

—Se autoeditaba mucho?

—Mucho, muchísimo, hasta el cansancio.

 

—Y siempre se ha tomado tiempo en terminar sus libros.

—Un promedio de ocho años cada libro.

 

—¿Cómo sobrevivía?

—Trabajando. En una agencia de publicidad, en la BBC, en Radio France Internationale. Siempre he tenido que trabajar para ganarme el pan aparte de escribir.

 

—¿Por qué tanto tiempo cada novela?

—Siempre me ha gustado mucho documentarlas. Como en la fábula de la tortuga y Aquiles, el papel de la tortuga se lo he dado a la documentación y el de Aquiles a la imaginación. Cuando gana la documentación a la imaginación, o sea cuando la tortuga le gana a Aquiles, el libro está acabado.

 

—¿Qué es la escritura para usted?

—La forma más alta de expresión.

 

—¿Y la pintura? ¿La ha practicado como un arte secundario?

—Nunca he dejado de escribir para pintar, pero sí he dejado de pintar para escribir.

 

Hábleme un poco de ropa.

—Para la vestimenta me fijé en mi padre. Era un hombre de pocos recursos, un contable de grandes almacenes, pero usaba trajes y corbatas. Para mí es una forma de presentarme.

 

—¿Qué relación hay entre vestirse y escribir?

—No lo he pensado. Pero puedo decirle que escribo en pijama y salgo a la calle con traje.

 

—Y hoy [el jueves] que ha recibido el Cervantes, ¿por qué ha elegido esa corbata?

—Me gusta la combinación. Es muy cachonda.

 

—Cubos sobre fondo marrón.

—No, cuadros; cuadros sobre chocolate.

 

—¿Cómo definiría, literariamente, una corbata?

—La corbata es casi la única oportunidad que tiene el hombre, el ser humano masculino, de ser un poco femenino.

 

—¿Por qué decidió asentarse en Guadalajara?

—Pues venía de vivir en París y no quería vivir nuevamente en la Ciudad de México, en la que nací, porque me parecía demasiado caótica, demasiado oprimente.

 

—México es un país de patriotismo. ¿Usted?

—Yo creo que no soy patriotero pero soy patriota. Amo al país donde nací. Pero me da tristeza verlo tan descompuesto y a la deriva. México no va para delante, México va para atrás.

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