Perlas de Pepe

 

Para recordar: En el intervalo del 26 de noviembre de 1944 al 19 de julio de 2007, nace y muere en Rosario, Argentina, Roberto El Negro Fontanarrosa, un hombre que no desperdiciaba palabras que no fueran para sus cuentos, sus historietas y los guiones que hacía para el grupo Les Luthiers.

El internacional Boggie el aceitoso e Inodoro Peryra, el Renegau, este último más pampero, fueron sus enormes creaciones. ¿Cómo olvidar aquella última página de la revista Proceso en la que Boggie nos enseñaba cómo ser unos perfectos hijos de la chingada? Y, además, con tanto humor. Recuerdo que cuando no había lana, a escondidas del puestero, abríamos el Proceso en sus primeras páginas para ver la opinión del maestro Naranjo, que detesta que le maestreen, y de ahí un brinco con el Boggie.

—¿Sabes Boggie? —le dice un compañero mercenario en una tregua en la batalla, es un latino, sus facciones contrastan con las sajonas del personaje —Yo soy un macho calado.

Como era su característica, la colilla del cigarrillo flota ante sus labios, su expresión es fría, implacable. No sabe de qué le habla. Está atento a la limpieza de su arma.

—¿Qué es eso de macho calado, Pedro?

—Es algo que acostumbramos en nuestros pueblos, uno tiene que probar hombre para saber que no le gustan. Yo, como quiero a mi Lupita, lo he hecho.

—Mmmmmmmmmmm —da por respuesta. El cigarrillo flotando.

—Y sé que no me gustan porque lo he vuelto a hacer y otra vez, y otra, para quedar completamente seguro.

Boggie, sin perturbarse, le dice, simplemente.

—Ten cuidado, Pedro, así se empieza.

Era un culero en toda la extensión, profundidad y sentido del término. Era todo lo que uno detesta en el yanqui, pero al mismo tiempo, con toda la repugnancia que provocaba su, llámese pensamiento, filosofía o como usted le quiera poner, era un tipo que se hacía querer. Cierto, todo lo hacía por codicia, pero muy por dentro —allá, muy adentro— tenía su corazoncito, por ejemplo, este comentario que le hace a una viejecita.

—Usted me recuerda a mi madre.

—Gracias, hijo, ¿en qué?

—La misma cara de zarigüeya apestosa.

Menos conocido en México, Inodoro Pereyra, el Renegau, que tenía sus esencias en el venerable Martín Fierro, de José Hernández, pilar de la literatura argentina, era tan cáustico como su hermano nacido bajo la influencia del thriller norteamericano. El romanticismo de Pereyra queda debidamente documentado en esta conmovedora confesión de amor que le hace a su mujer, Eulogia, entrada en años y mucho más en carnes.

—Endijpué de tantos años, si tengo que elegir otra vez, la elijo a la Eulogia con los ojos cerrados —dice tierno, el Renegau. Porque si los abro elijo a otra”.

El 19 de julio de 2007 el Renegau de Fontanarrosa, víctima de esclerosis múltiple, cerró en definitiva sus ojos, para que nadie más le pidiera elegir algo. Cinco años ha.

 

Tomado del libro Mira esa gente sola, capítulo “¡Felicidades Quino…! Te recordamos, Fontarrosa”

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email
  • 00
  • Dias de Impunidad
RÍODOCE EDICIÓN 1110
GALERÍA
Imágenes de esta noche de miércoles 1 de Mayo, en el bloqueo parcial de la caseta de peaje de Costa Rica. Productores de Maíz se mantienen a la expectativa ante un posible desalojo por parte de las autoridades policiales.
COLUMNAS
OPINIÓN
El Ñacas y el Tacuachi
BOLETÍN NOTICIOSO

Ingresa tu correo electrónico para recibir las noticias al momento de nuestro portal.

cine

DEPORTES

Desaparecidos

2021 © RIODOCE
Todos los derechos Reservados.