La vida era distinta antes de los envases plásticos o PET. En nuestra niñez no había, al menos no para envasar refresco. Si no teníamos botella debíamos tomar el refresco en la banqueta del tendero o como segunda opción pedirlo en bolsa, y hasta popote nos daban.

Había mucho en torno a las botellas de vidrio que vale mencionarlo, tenían todo uso. Eran carritos, instrumentos musicales, vidrios anti rateros en las bardas e incluso diosas del azar en juegos púberes, esos donde al que la suerte iluminaba tenía que besar… mínimo. Un buen pretexto.

En cuanto al contenido del refresco, mientras los adultos no dijeran nada, no importaba. El sabor sí, y la temperatura; solo eso.

La segunda consigna de la bebida elegida debía ser maridar perfectamente con las sabritas que, apena decirlo, casi siempre eran de las de abajo, de las baratas. Rancheritos, churrumais, chetos y ya derrochando dinero, de doritos para arriba.

Hoy en día, con las consecuencias encima de ser una de las generaciones que se calmó la sed y el hambre con refrescos y sabritas, el contenido nos importa un poco más. Leer etiquetas no es de mujeres, es de adultos. Tarea de consumidor.

Aprender a desglosar los aportes reales de cada producto que se consume es un gran paso hacia un futuro más saludable, el futuro envasado en plástico que habitamos.

Envase

La botella de nombre “Fanta Splash Bottle” es bastante extraña, aunque sin mucho que detallar. La etiqueta roja en la que se exhiben la marca y nombre del producto tiene un diseño simple en el que destaca la ilustración de una joven muy estrambótica bebiendo Fanta; junto a ella a manera de pensamiento la sugerencia “Síguenos en Facebook”. Dentro de la página de Fanta en dicha red social es notoria la inclinación hacia el público consumidor juvenil, mostrando personajes singularmente pintorescos; todos ellos delgados. Alejados de la realidad.

Etiquetado

El etiquetado alimentario que exhibe Fanta está sesgado a su conveniencia. Se declara el aporte de 200 mililitros de refresco y no de los 600 que contiene realmente. El 29 por ciento de azúcares exhibidos es en realidad el 87 por ciento de lo que se recomienda, que ya de por sí es una barbaridad. Esperemos que el nuevo reglamento de etiquetado que se implementará a partir de julio del presente año no permita ésta y otras prácticas maquilladoras y evasivas.

Ingredientes

El listado de ingredientes es bastante corto. Se exhiben solamente seis cuando evidentemente el número de ingredientes es mayor. Esta estrategia escurridiza es común en los refrescos, ya que esconden sus fórmulas secretas nombrando ingredientes a manera de “concentrado” dentro de los cuales no tenemos ni idea de qué contengan. La única certeza es que Fanta de fresa no contiene jugo de fresa ya que lo especifica en el listado.

Un par de los restantes ingredientes le dan el color rojo característico de la bebida: carmoisina (rojo 5) y tartrazina. Ambos forman parte de una lista de seis colorantes sospechosos relacionados con trastornos infantiles derivados de su ingesta como lo son hiperactividad y déficit de atención.

Fanta de fresa, temiblemente azucarada

De todas las bebidas que distribuye Coca-Cola en México, incluyendo tés, néctares y bebidas deportivas en cualquiera de sus marcas, Fanta de fresa es la más azucarada. Cuenta con 78 gramos de azúcar, 15 gramos más que una coca, lo que se traduce en 15.6 cucharaditas de azúcar. Esto se queda apenas 12 gramos debajo de los despiadadamente recomendados 90 gramos de azúcar, según las permisivas normas de salud en México.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) el consumo máximo tolerable de azúcar (no recomendado) es de 50 gramos, mismos que en sus recientes informes plantean reducir a 25 gramos, dada la problemática que genera su consumo en temas de salud relacionados con obesidad, sobrepeso y diabetes.

Fanta es una bebida altamente azucarada por lo que no se recomienda su consumo en niños ni personas con problemas de salud relacionados con el tema.