La jaula de oro

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Aun con los nueve premios Ariel que consiguió La jaula de oro (México/España/2013) en la pasada edición de la entrega de esta presea, es una cinta sobrevalorada, con un tema oportuno, sí, pero del que existen otros filmes de mejor hechura, tanto en la forma como en el fondo.
La ópera prima de Diego Quemada-Diez, con guión de él, Gibrán Portela y Lucía Carreras, se estrenó en la sección Una cierta mirada en el festival de Cannes y tiene muchos premios a nivel internacional, pero, sin duda alguna, Sin nombre (2009) y, de alguna manera, La vida precoz y breve de Sabina Rivas (2012) son dos ejemplos de cintas más redondas, claras y arriesgadas en el afán de hablar sobre el paso por México de los centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos en busca de una vida mejor.
Sara (Karen Martínez) entra a un baño a cortarse el cabello lo suficiente como para parecer hombre, porque en la travesía a la que se enfrentará, lo más conveniente es que nadie sepa que es una chica; más tarde se reunirá con Juan (Brandón López) y Samuel (Carlos Chajón), con la idea de dejar Guatemala y cruzar hacia México, con rumbo a la Unión Americana.
Al parecer es sencillo llegar a su destino, pero los tres amigos no tardarán en darse cuenta que ir en el techo de un tren, no tener qué comer ni dónde dormir, caminar largas jornadas y toparse con gente que lejos de ayudarlos, les roba, los utiliza y les hace daño, no es nada agradable.
Más complicado se vuelve cuando al grupo se une Chauk (Rodolfo Domínguez), un chico que no habla español y que a Juan no le agrada en nada, menos cuando sabe que se interesa por Sara, su chava, y a ella no le es indiferente.
Entre más se internan los jóvenes en México, más problemas se les vienen encima: uno desistirá, otro terminará dejando el grupo de manera involuntaria, por lo que sólo dos de ellos aguantarán el camino hasta el final, sólo para darse cuenta que contrario a las expectativas, la situación no es necesariamente mejor, y el “sueño americano” es sólo eso.
Es de reconocerse que la cinta recurra a actores no profesionales y haya filmado en contextos reales, por lo que tiene asomos al documental, aunque no precisamente se trate de uno.
Las actuaciones son muy naturales, los intérpretes muestran su lado más humano: lo mismo pelean, discuten, se enojan, que se ayudan entre ellos y hacen más fuerte su lazo de amistad.
Los premios siempre serán cuestionados: habrá quienes estén y no de acuerdo; para algunos serán ilegales e injustos, y otros los considerarán dignos y objetivos, lo cierto es que reina en ellos la subjetividad, cuando debería ser lo contrario.
A La jaula de oro, con sus impresionantes imágenes, le ha ido muy bien en los festivales, pero de eso a que sea tan merecedora, no lo creo; hace falta que la historia informe más de los personajes (de dónde vienen, a dónde van, con quién); que sean más claros sus objetivos y más coherente con el título: “la jaula de oro” sería, en todo caso, cuando los chicos estén del “otro lado” y vean que nada es cómo lo pensaban.
Me parece curioso que el trabajo de unos adolescentes, que actuaron bien, pero finalmente son inexpertos, se equipare al de una Adriana Roel: premiar, también es cuestión de trayectoria. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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