Violencia de género, desde lesiones invisibles hasta el asesinato

 

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Más feminicidios, violencia doméstica, denuncias por violación sexual y cero resultados

A María le sudan las manos, se exaspera. Buscar en su memoria recuerdos de odio, coraje, dolor, de miedo y sufrimiento, no es sencillo. Víctima reiterativa de violencia, un día decidió detener el ciclo y ponerle un hasta aquí.

La violencia contra las mujeres se manifiesta a nivel físico, sexual, emocional y económico, y María, quien ha recibido el apoyo del Consejo Estatal para la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar (CEPAVI) desde 2013, las ha vivido todas.

“Mi cónyuge me trataba como a una mierda, como a una cucaracha. Así me sentía. Cuando venía a las terapias las psicólogas me decían que me mirara al espejo, ‘mírate lo hermosa que eres’ pero no, en mi interior, mi autoestima era muy desagradable”.

Sentadas en una habitación de las instalaciones del CEPAVI, María y su terapeuta comparten experiencias de la violencia de género.

Las formas de violencia más comunes incluyen la violencia doméstica y violencia dentro de la pareja, violencia sexual (incluyendo el acoso y la violación) y violencia emocional y/o psicológica.

En Sinaloa durante 2016 hubo cada mes un promedio de 4 mil llamadas de auxilio a la línea de emergencia del CEPAVI, y entre 2011 y 2015 se atendieron 45 mil 370.

Según estadísticas de la Procuraduría de Justicia del Estado de Sinaloa (PGJE), en la administración de Mario López Valdez hubo un incremento del 93 por ciento de averiguaciones previas relacionadas con violencia de género. De enero de 2011 a diciembre de 2016 se acumularon 11 mil 358 denuncias de este tipo, contra 5 mil 884 en el sexenio de Jesús Aguilar Padilla.

En violación sexual, el sexenio pasado tuvo un incremento de denuncias del 30 por ciento, con 967 en la administración de Mario López Valdez contra 741 en la de Jesús Aguilar.

En todos estos casos, la violencia contra las mujeres tiende a presentarse de forma cíclica, según explicó Dahaly Espinoza, terapeuta del CEPAVI, en la que se intercalan periodos de calma y afecto, hasta situaciones que puedan poner en peligro la vida.

Tal dinámica advierte el establecimiento de un vínculo de dependencia emocional y posesión difícil de romper, tanto para el agresor como para la víctima, conocido como “círculo de la violencia”, del cual María fue víctima.

El ciclo comienza con la fase de tensión, en el que la escalada en esta etapa es gradual, con aumentos en conflictos y actos violentos ya sea en forma verbal o física, junto con cambios repentinos de ánimo que la víctima no alcanza a comprender y suele justificar.

“La fase de tensión es esta parte que ellas empiezan a detectar que existe una situación latente, que algo está mal: que llegó enojado, que empezó a escuchar cómo estrelló la puerta porque las mujeres que viven la violencia física aprenden a detectar a su agresor en todo, desde su postura física hasta cómo viene acelerando el coche”, explica la especialista.

 

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Posteriormente viene la fase de agresión, en la que estalla la violencia (ya sea física, psicológica y/o sexual) y con ello los estados de ansiedad y temor en la mujer.

“En esta fase va a haber dos partes: quien genera violencia va a estar descansado y quien acaba de vivirla va a estar estresada y con su cabeza revuelta”.

Luego viene la fase de conciliación (o luna de miel), explica, en la que después de los episodios violentos, el agresor suele pedir perdón, mostrarse amable y cariñoso, promete que no volverá a repetirse y que la quiere con locura y que no sabe cómo ha sucedido.

La terapeuta señala que la víctima cae en una situación de violencia en la que se despersonaliza completamente, al grado de “no entendernos como un ente con derechos y entendernos más bien como un objeto, como una cosa que no siente”.

Y a casi cuatro años que decidió actuar, María recuerda su vida pasada: “Yo antes creía que era la única que tenía problemas pero veo compañeras que están peor que yo, y que yo tengo a mis hijos y diario estoy luchando, se me hace una carga muy pesada porque el papá de los muchachos no me ayuda”.

Económicamente de escasos recursos, María acude una vez al mes a terapia en el CEPAVI, organismo que en los dos primeros meses de este año atiende en promedio 32 casos diarios de violencia familiar en Culiacán, siendo la sindicatura de Costa Rica la que ha emanado más llamados con 84, y con 20 las colonias Alturas del Sur, Progreso y Lázaro Cárdenas, todas al sur de la capital.

“Al solo tocar el tema de cuando me dañaban, ya sea mi expareja… tuve también un caso muy desagradable en mi niñez, tuve una violación y eso a nadie lo saqué. Aquí pues la seguridad y más que nada el grupo me está ayudando a reconocer y a valorarme como mujer”.

María describe los problemas económicos que la obligaba a volver con su expareja. El no tener un cuarto dónde dormir, el qué dirán, la presión de su familia y de la sociedad, todo eso invariablemente la orilló siempre a regresar.

“Reconozco que para mí es una lucha controlar mis emociones, por todo lo que he vivido desde mi infancia y más de 20 años de aguantar a una persona alcohólica”.

Se casó a los 17 años, dejó sus estudios de preparatoria y decidió formar una vida con su expareja, quien es 11 años mayor que ella, y con el tiempo, la adicción a las drogas y al alcohol la fueron encerrando en el círculo de la violencia, en el ir y venir de las agresiones verbales y físicas, y en el temor al futuro.

La vida después de la violencia

“Hay quien se queda con cáncer, con diabetes, con  hipertensión, con problemas si nos vamos a lo físico en las cervicales”, opina Dahali Espinoza, especialista del CEPAVI.

—¿Y eso podría ser una cifra negra?

—Claro, es parte de la cifra negra porque es el daño y las consecuencias de las lesiones que son invisibles… también lo que son las enfermedades psicosomáticas, aquello que tanto nos cuesta aceptar porque vas con el médico y te dice que no tienes nada, que es psicosomático y es como si dijeran que te lo estás inventando y no es así, hay un dolor real en las personas.

—¿Entonces la violencia siempre va en aumento?

—Sí, siempre va en aumento, de hecho el mismo ciclo de la violencia se va reduciendo, el ciclo se va acortando, se acaban los buenos momentos y las promesas, ya no hay nada, sólo la amenaza, por eso siempre va en aumento, siempre se establece así.

Ya María no siente vergüenza. Voltea al pasado y reconoce el problema. Su terapeuta habla de la evolución que ha tenido durante todo el tiempo de atención y María sonríe, siente fortaleza y la interrumpe: cuando comenzamos las terapias yo no podía hablar, no podía expresar mis sentimientos, no me daba la oportunidad de verme al espejo y ver la realidad, ver a esa mujer.

—¿Has salvado tu vida al dejar a tu pareja?

—Sí, claro que sí. Tengo problemas con mi ansiedad de controlarme, esa es la resaca que tengo, todo el daño de 20 años de aguantar esa relación, porque sí es una enfermedad depender de un hombre que según te hace feliz… fue como una flor que se fue marchitando y marchitando y cuando caí yo aquí, y pues de verdad me han dicho que soy otra mujer, soy diferente. Simplemente ya sé reír.

El feminicidio: la carta escrita con sangre

El 7 de marzo, el Colectivo de Mujeres Activas Sinaloenses (CMAS) hizo entrega de un documento dirigido al gobernador Quirino Ordaz Coppel en la Secretaría General de Gobierno, con atención al Sistema Estatal para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.

En la misiva de 11 páginas, el CMAS advierte datos al Gobierno Estatal en el que, entre las causales encontradas en estudios sobre el feminicidio en Sinaloa y luego de la revisión de expedientes del Supremo Tribunal de Justicia en Sinaloa (STJE), señalan que la gran mayoría de los crímenes fueron cometidos por la pareja, ex pareja o un familiar cercano, lo que evidencia que en estos existió violencia de género, previa y posterior, y violencia física y psicológica hasta culminar con la muerte.

De acuerdo con el informe, fueron 13 los casos que fueron tipificados como feminicidios y de los cuales se iniciaron procesos ante el STJE durante 2013, pero sólo terminaron seis con ese tipo penal; en 2014 se iniciaron seis y terminó solo uno como feminicidio, en 2015 se iniciaron dos y terminó uno.

Respecto al delito de feminicidio agravado, también según datos del STJE, en 2013 se iniciaron siete procesos y sólo terminaron dos con ese tipo penal; en 2014 iniciaron 27 y terminaron 11, y en 2015 iniciaron 36 y terminaron 21, es decir, en el total de los procesos iniciados por feminicidio y feminicidio agravado fueron 91 y solo 42 concluyeron con ese tipo penal.

En su resumen final, el Colectivo de Mujeres explica un incremento significativo de la violencia de género en Sinaloa, con un 30 por ciento más feminicidios, 90 por ciento más de violencia contra mujeres en el hogar y 30 por ciento más de denuncias por violación sexual contra mujeres en los sexenios de 2005-2010 al 2011-2016.

Advierten también el agravamiento, con mayor crueldad y saña en asesinatos de mujeres, violencia en el hogar y violencia sexual y la ausencia de resultados significativos del Sistema Estatal de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia.

Con esto, la Alerta de Género pretende en Sinaloa buscar contrarrestar el tema de la violencia contra la mujer, generar empatía, y durante el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, mujeres de diferentes organismos civiles demandaron a la autoridad atender el tema con la debida urgencia.

Y en la línea de fuego de la lucha contra la violencia de género, María se cuenta a sí misma como una sobreviviente. Después de soñarse en un ataúd y ser diagnosticada como ansiosa depresiva, hoy es una mujer que día a día busca ser mejor.

“En el grupo me han ayudado, yo he reconocido que he avanzado; hace un año no sabía todo lo que he evolucionado, yo misma compré un carro, he pagado mis broncas, le he ido buscando”.

 

 

 

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