Hambre ≠ huevonada; pobreza = desigualdad.

 

 

Tarahumaras Cuitaboca
Tarahumaras Cuitaboca

Hubo un tiempo en que Mario López Valdez se encargó de la política social de Sinaloa. En 2005 Jesús Aguilar lo nombró Secretario de Desarrollo Social.Ahí, en el segundo piso del Palacio, confesó Malovaque estaba enterándose que había tres tipos de pobreza —la patrimonial, la moderada y la extrema—.Sin experiencia en el servicio público dejó la ferretería para ir a la Alcaldía de Ahome, en un reacomodo de grupos políticos en el norte; luego fue su paso efímero por Desarrollo Social y al año siguiente ya estaba en la fórmula de Sinaloa por la senaduría, desde la que lo prepararon para la candidatura a la gubernatura y brincar del segundo al tercer piso de Palacio.

Que once años después de su paso por Desarrollo Social—y cinco como gobernador—el mismo Malova dijera que “aquí en Sinaloa tiene hambre el que es flojo”, muestra que aprendió poco de la política social y menos todavía de alcances de un hombre de gobierno, más allá de diferenciar entre los tipos de pobreza y regalar algún billete o despensa en los gobiernos en movimiento con que recorre Sinaloa. Otro capítulo de la mal entendida política social interpretada como asistencialismo.

Sería insignificantela declaración del gobernador y hasta un desliz más, si no estuviera acompañada la confesión de una incapacidad sexenal para motivar el entendimiento del problema en su gabinete y por él mismo.

Casi al final del sexenio igualar al hambre con la huevonada, y no entender que la pobreza es al final un asunto de desigualdad, es ofensivo, chocante y majadero. Dos de los municipios más pobres en el Sinaloa que gobernó Malova —Badiraguato y Choix— carecen de mar para sacar un “pescadito” o de milpas para un elote, en todo caso algún plantío de amapola o mariguana —ambos no comestibles— y menos una huerta para una guayaba:

“Aquí en Sinaloa habríamos de decir que el que se va al mar saca un pescadito; el que se va a una parcela agarra un elote, el que se mete a una huerta agarra un mango o una guayaba, una rama y se prepara un quelite. Pero en las mediciones técnicas del INEGI, nos deja. Aunque en las realidades, mucha gente sí tiene que comer”, dijo el gobernador.

Sinaloa no es Chiapas, Oaxaca o Guerrero —es cierto—, donde siete de cada diez están en pobreza. Pero tampoco es Nuevo León, donde solo dos de cada diez están en esa condición. Sinaloa está en el medio de la tabla, cuatro de cada diez son pobres, y cinco de cada 100 están en pobreza extrema contra Nuevo León, otra vez, donde solo uno de cada 100 se encuentra en pobreza extrema.

Malova siempre evitó las explicaciones técnicas, por eso rarísima vez lee un discurso, menos recurre a cifras o datos duros —excepto en seguridad, quizás—. Tampoco se mostró como un gobernante abierto al debate o la divergencia. Siempre que alguien lo refutó mostró su enfado y una tolerancia más cercana al desinterés.

Su posición ante informes o análisis es recurrir al periplo desgastado de las tres obras que emprendió desde 2011: una obra humana, otra material y una obra política.

 

Margen de error

(Estudio de caso)Malova es posible que piense en sí mismo cuando refiere que el hambre se resuelve para quien no se amedrenta. Un hombre que logró salir del círculo lamentable de la pobreza, de una familia con amplias carencias y en una pequeña población —Cubiri de la Loma—, es el ejemplo claro de que es posible romper el círculo vicioso.

Pero por destacado que parezca su caso y hasta se replique, no por eso se generaliza. Es justo al revés, lo que se repite son generaciones envueltas en las carencias y miseria en Badiraguato y Choix, en Sinaloa y Angostura. Abuelos, padres e hijos hacinados —en Badiraguato y Choix más de la mitad de las casas muestran hacinamiento en diferentes porcentajes—, en casas con piso de tierra —en esos mismos municipios la mitad está en esa condición—, y el 66 por ciento de la población viviendo con menos de dos salarios mínimos.

Lograr romper el círculo vicioso de la pobreza requiere más que huevos, suerte y padrinos. Se necesita salud —otro engrane más de la pobreza— y educación, por mencionar lo básico.

Otra vez el dato duro que no gusta al gobernador: ahora Choix le gana a Badiraguato en población analfabeta —más de 15 de cada 100 no sabe ni leer, y casi la mitad no completó la educación primaria—.

 

Mirilla

(Es la desigualdad)En la pobreza todo cuesta más caro: desde un jugo azucarado y las sabritas —parte de la dieta— hasta los servicios básicos que terminan siendo deficientes. Esa es una primera desigualdad que va ampliando la brecha entre ricos y pobres, por eso en México el 1 por ciento más rico tiene el 21 por ciento de los ingresos totales del país, según el informe Desigualdad extrema.

Los gobiernos locales —municipal y estatal— podrían hacer más de lo que han hecho, por eso las fallas de alcaldes y gobernadores. Desde el poder no se generó y no se ha propiciado un verdadero Estado social, que modifique su idea y que garantice los servicios básicos en una política de derechos universales.

Cada techumbre escolar y cada introducción de agua potable o luz donde la corrupción encarece las obras, es un paso atrás en cualquier mejoramiento social. Debiera catalogarse no como un delito grave, sino como un crimen.

 

Primera cita

(Para leer)Si los datos del INEGI le disgustan a los gobernadores cuando evidencian que avanzan muy lento —cuando logran avanzar— y otras veces retroceden, podrían recurrir entonces a una cita del premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz en El precio de la desigualdad: “Una cosa sería que los ricos se estuvieran haciendo más ricos y a los de en medio y a los de abajo también les fuera mejor, sobre todo si los esfuerzos de los de arriba fueran cruciales para los éxitos de los demás. En este caso podríamos celebrar los éxitos de los de arriba y estarles agradecidos por su contribución. Pero no es eso lo que ha venido ocurriendo.”

Sinaloa no escapa a esa desigualdad fomentada desde el gobierno(PUNTO)

 

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