El buen amigo gigante

 

 

el buen amigo

 

 

El buen amigo gigante (The BFG/ EU/GB/Canadá/2016) le quedó corto a Steven Spielberg. Es verdad que la animación es impresionante, sobre todo en lo bien definido de los cuerpos, los movimientos de las descomunales criaturas, en cómo ese enorme mundo se fusiona con la pequeñez de una niña, y en que la música a cargo de John Williams acompaña muy bien esas imágenes y ayuda a emocionar más al espectador, pero el tamaño de la historia no es el suficiente.

La hora de las brujas será a las 12:00 de la noche para todos, pero la de Sophie (Ruby Barnhill) es a las 3:00 de la madrugada, cuando es la única despierta en el orfanato en el que vive y no pude conciliar el sueño, por lo que mejor se pone a leer.

Las cosas cambian cuando la niña rompe las reglas de nunca levantarse de la cama, ir a la ventana y ver a través de las cortinas: el BAG, o Buen Amigo Gigante (supuestamente con rasgos de Mark Rylance, que le da voz, pero que luce más a Liam Neeson) anda en las calles, y al darse cuenta que ella lo ve, la toma en sus enormes manos y se la lleva al lejano, misterioso y escondido lugar en el que vive.

Al principio la chica tiene miedo y quiere que el BAG la regrese a la tierra de los humanos, pero al darse cuenta que ese altísimo ser que se dedica a atrapar sueños es constantemente atacado por otros de su misma especie, que son el doble de grandes que él, conoce su bondad y ya no piensa lo mismo.

Existe la amenaza de que varios niños desaparecen y pueden ser aún más, pero a Sophie y al BAG se les ocurre que pueden visitar a la reina para proponerle una solución, el problema es lo difícil de colarse en los jardines del palacio sin ser vistos, que su majestad les crea y el poco tiempo que les queda para hacerlo.

La debilidad está en la historia, que empieza muy bien con esa idea de lo que un niño puede encontrar en la madrugada, cuando no puede dormir  —único planteamiento que sugiere el tráiler, por cierto, y despierta mucho interés— y el que un gigante ronda las calles para repartir sueños, pero es todo, porque desde ahí el filme de Spielberg para Disney comienza en una caída en picada, que nada lo detiene.

Se trata de fantasía, de una película dirigida a los niños, pero eso no quita que la petición a la reina se perciba por completo absurda. Eso sí, es muy interesante todo lo relacionado a ofrecerle comida al gigante y lo que se tiene que adecuar de utensilios, para lograrlo.

Por lo mismo que la cinta va, en mayor medida dirigida a los pequeños de la casa, debería tener momentos más divertidos, y ese es otro aspecto que no está presente en la historia, que más bien se mantiene plana, salvo los dos momentos en que los personajes beben un líquido que les ocasiona muchos gases. También se debió explotar más la idea de los sueños, no en el tiempo que se le dedica en pantalla, sino en mostrar más de esos miles que el gigante resguarda.

La película no se repone ni al final, en esa fácil medida que se toma para reprender a los gigantes malos. En definitiva, no está a la altura de Spielberg: algo le faltó al director de E.T., el extraterrestre (1982), La terminal (2004) y muchas otras. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

 

 

 

 

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