Lucero: sombras, flachazos, mentiras y lágrimas

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Lucero calla. Lucero habla. Lucero oculta. Lucero revela. Lucero Sánchez aun es joven pero su vida es acelerada, rápida. Lucero Sánchez jugó malabares siempre y nunca mostró la brillantez del nombre: Fue de la sombra de Cosalá, Sinaloa, al Congreso estatal como la diputada más joven en la historia legislativa; y pasa a los flashazos y persecuciones por su relación con Joaquín Guzmán. Se gana el apodo que aun la persigue, Chapodiputada. Va de un trabajo gris como legisladora, sin participaciones en tribuna, en las comisiones, o iniciativas de ley, y le sigue el escándalo por visitar al Chapo en el penal del Altiplano, su retención por elementos federales, o la acusación en Estados Unidos de ser parte de la Organización Sinaloa y traficar con droga, no solo ser pareja del capo.

¿Quién encubó en ella la idea de pasarse del lado de la política después de andar por los pueblos del triángulo dorado comprando mariguana? es un secreto todavía, quizás nunca se sepa. Una jovencita atractiva, blanca, cabello largo y lacio, pero nerviosa y un tic que la delata, parpadeos agresivos y constantes.

En Cosalá, el municipio donde el Chapo se movía con más comodidad que en su propia tierra, nunca un partido distinto al PRI había obtenido un triunfo. Lucero Sánchez, respaldada por una coalición de partidos —PAN, PAS, PRD y PT— sin llamar la atención sacó 4 mil 167 votos. Cero denuncias de compra o coacción del voto. También silenciosa rindió protesta en diciembre de 2013 y se fue del lado de los panistas.

Justo a partir de su llegada al Congreso la vida en las sombras de Lucero se precipita en caída libre como en un tobogán. El 11 de enero de 2014 asesinan a su hermana menor, en su propia casa; diez días después acribillaron a su exesposo, en Cosalá; y ahora sabemos —porque lo dijo en el juicio en Nueva York— que el 16 de febrero de 2014 huyó junto al Chapo por el túnel pluvial de Culiacán, de la casa en la colonia Guadalupe al canal de riego junto a la Conagua. Los Marinos les pisaban los talones. Seis días después capturarían en Mazatlán al Chapo, ahora con otra mujer, su esposa Emma Coronel.

Con Joaquín Guzmán en la cárcel, la diputada Lucero Sánchez regresa a su vida apacible en el Congreso. A veces asiste a las sesiones, a veces no. Durante su paso como diputada solo firmó tres iniciativas, todas en grupo, entre ellas la petición de colocar en letras doradas en el recinto el nombre de Manuel Clouthier del Rincón.

Para ese momento, el rumor de la relación de Lucero con el Chapo ya había salido de las calles empedradas de Cosalá a los pasillos del Congreso. Un par de guardias armados vigilaban siempre a Lucero. Todos callaban.

 

Margen de error

(Flashazos) La historia de Lucero Sánchez se va contando por capítulos, como esas novelas de folletín del siglo XIX, o como un melodrama televisado por episodios llenos de comerciales. Todavía es ahora una historia en desarrollo, inconclusa. Una larga secuencia de hechos de cinco años… y que va por su sexta temporada.

Un mes antes de la segunda fuga del Chapo, esta vez del penal del Altiplano, seis palabras en la columna de López-Dóriga cimbraron a Sinaloa: “la panista que visitaba al Chapo“. No se necesitaba más, todos sabían a quien se refería. Este capítulo de su vida se llama: De las sombras, a los flashazos.

Ahora sí la pregunta le taladró el oído a Lucero: ¿Conoces al Chapo? Y las mentiras empezaron a enredarla, a hundirla: “Y no soy novia, ni conozco, ni me interesa conocer a otra persona, mucho menos si es parte de la delincuencia”. La visita fue el 4 de septiembre de 2014. Según documentó Ríodoce, ese día ella debía presentarse a una junta de la Comisión de Juventud, que presidía, para afinar detalles sobre el Premio al Mérito Juvenil, pero nunca llegó.

 

Mirilla

(Mentiras) Entonces aquel grupo de políticos, empoderados en 2013 y que la llevaron al Congreso, empezaría a negarla muchas veces. Se deslindarían de ella como si nadie la hubiera encumbrado, como si solita y desconocida fuera tan fácil ganarse una candidatura y ser diputado, sin los arreglos y los dineros.

Este nuevo capítulo de la vida de Lucero se llama: Mentiras.

Si primero negó ser su novia, o siquiera conocerlo, después de la fuga empezarían los enredos, tropiezos, inconsistencias. Hasta que un día trastabilló. Claudia Beltrán, de Noroeste, le preguntó lo mismo ¿Conoces al Chapo? Y esta vez falló: No lo conozco en sí, así, de cercas. Pero lo he visto en ocasiones. Pero no de cerca.

 

Primera cita

(Lágrimas) Desde Nueva York, después de pasar por el banquillo de los acusados, Lucero Sánchez va de las mentiras a las lágrimas. Allá confiesa que conoció al Chapo desde 2010, tres años antes de ser diputada. Que inicia una relación formal en febrero de 2011 y que mantiene comunicación con él. Que comienza a mover mariguana, enviada por el Chapo al triángulo dorado a comprarla.

Y rompe en llanto en medio del testimonio, en su primera cita apenas.

 

Deatrasalante

(Sombra de la sombra) Lucero Sánchez está dando la cara. Enfrentará una condena. Pero en Sinaloa hay muchos ocultos en las sombras: están sus padrinos, sus promotores, los que callaron y dejaron pasar. Quienes pactaron con ella aceptando su candidatura, los que la encumbraron. Hoy todos se deslinda de ella, pero sola no llegó.

¿Habló Lucero Sánchez ante los fiscales sobre sus padrinos? ¿Dio nombres de los políticos que aceptaron y promovieron su candidatura? (PUNTO)

Columna publicada el 20 de enero de 2019 en la edición 834 del semanario Ríodoce.

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