Los propósitos de nuevo año en la agenda pública podrían ser en realidad una repetición de los pendientes del 2014. Concluidas las fiestas y vacaciones de muchos, especialmente de los gobiernos, la pausa no ha solucionado ninguno de los problemas que se generaron el año pasado.
Han ganado tiempo, pero eso no querrá decir que se transformen en soluciones. El propio Coordinador de Comunicación de Peña Nieto, el sinaloense David López, lo dijo en una respuesta a bote pronto en una visita a su natal Évora:
-¿Qué esperar del gobierno de Enrique Peña? –le lanzó el reportero en un campo de béisbol de Guamúchil.
– Pues soluciones y respuestas a los problemas que vive el país, respondió parco.
Pero justamente en esas cuantas palabras se refleja todo. Antes de Ayotzinapa, seguramente las breves palabras de David López hubiesen incluido “consolidación” de las “reformas profundas del país”. Pero ahora, apenas se puede atinar a solucionar los problemas del país.
Como nunca, el porvenir se muestra lleno de recuerdos, en una clara contradicción de palabras.
MARGEN DE ERROR
Y justamente en esa lista de propósitos que en realidad son pendientes, se agenda la discusión sobre los dos nuevos hospitales en Culiacán y Mazatlán. El proceso llevado obligadamente para el 2015 es paradigmático de los pendientes y obligaciones de un gobierno sin la costumbre de rendir cuentas.
Aunque todo el tema está en el Congreso, y es el legislativo quien podría remediar toda la plana, en realidad correspondería al poder ejecutivo llevarlo a la encrucijada de abrir esa caja negra que son los dos nuevos hospitales. Todo el proceso, aun cuando una parte de él ya sea cosa consumada.
Y como si hiciera falta sumar algo, están las elecciones federales intermedias. Con la participación de candidatos ciudadanos podría darse el contrapeso necesario a una clase política replegada ante la crisis provocada por Ayotzinapa y los sucesos que desencadena todavía la tragedia de los 43 estudiantes.
MIRILLA
Ríodoce descubrió en agosto del 2013 la conexión a un túnel pluvial en una vivienda de la colonia El Vallado, en Culiacán, donde se registró un enfrentamiento con el ejército. Esto, mucho antes de que el mismo Joaquín Guzmán huyera por la misma vía de una casa en la colonia Guadalupe, también en la capital de Sinaloa. La información un año y cuatro meses después indica que en aquel enfrentamiento del ejército en los últimos días de julio del 2013, además de la muerte de tres civiles en la refriega, incluyó la huida de al menos un capo de alto nivel en la estructura del cártel de Sinaloa, al 80, Rolando Angulo Meza, ahora detenido por las fuerzas federales y llevado a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada, SEIDO.
Desde antes ya era un rumor abierto que algunas casas de diferentes rumbos de la ciudad de Culiacán se conectaban a la amplia red de túneles pluviales. Y es que con 55 arroyos, la ciudad está en sus cuatro puntos cardinales con afluentes entubados, casi 181 mil metros lineales de arroyos y canales hay en Culiacán, aunque en su gran mayoría a cielo abierto.
Hoy día, el trayecto que siguió El Chapo Guzmán –según La Marina- desde la colonia Guadalupe hasta el canal de riego junto al bulevar Federalismo es el de mayor fama y que le dio la vuelta al mundo, pero nunca fue el único. Hay que recordar que el resto de sus viviendas en otros sectores, como La Libertad por ejemplo, igualmente tenían una conexión de la casa al canal pluvial.
PRIMERA CITA
Enrique Inzunza fue el más joven presidente de un poder judicial en el país. Con menos de cuarenta se convirtió en 2011 en el Magistrado Presidente en Sinaloa, en medio de la transición obligada del sistema penal acusatorio. Luego de cuatro años, sin aspavientos como sí sucedió en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el poder judicial de Sinaloa sufre un cambio.
Por unanimidad y en una corta sesión los magistrados eligen a José Antonio García Becerra. Un hombre con una larga carrera en el servicio público, especialmente en el poder legislativo y la academia.
DEATRASALANTE
En 2014 en México hubo tantos asesinatos como en Irak. Ambos cierran el año con alrededor de 15 mil homicidios, a reserva de precisar los datos cuando se confronten las diferentes fuentes. Son los propios gobiernos quienes convierten a las estadísticas en una carrera sin meta, o manipulada a conveniencia.
El gobierno de Peña Nieto, con todo y la reducción en los índices de percepción sobre la intensidad de la violencia, en su segundo año sigue manteniendo números escandalosos de muertes, de tal modo que apenas puede ser comparado con países en guerra, como Irak. No es nuevo, es cierto, esta intensidad de espiral inició el 2007 y se prolongó por casi seis años. Es verdad que hay una reducción, pero muy lejos todavía para pensar en que podría ser sostenida y bajar en el corto plazo.
Sinaloa no está ajeno a esa situación: cierra el año con un acumulado desde el inicio del actual gobierno de 5 mil 568 asesinatos, con un 2014 por debajo de los mil (986) no logrado desde 2008 en que se dispara el número de crímenes. Aún así en Sinaloa, pese a lo que se diga, la reducción sostenida no va a la baja al ritmo que se incrementó en el periodo 2008-2011, de tal modo que solo mil 41 homicidios separan a Malova de los cometido en el sexenio de Jesús Aguilar. Una meta que el mismo gobierno de López Valdez se impuso y que no cumplirá (PUNTO)
