Blancarte en su encrucijada


Óscar Blancarte ya está en funciones como nuevo director del Instituto de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán. Trae buenas credenciales como director de cine y si le dan margen de libertad en el mediano plazo puede dar resultados positivos, pero, igual, si lo obstruyen va a significar un tropiezo en su carrera profesional y de paso en la construcción cultural de 25 años.

Y una forma de obstruir es que no se le permita poner a profesionales en los cargos que se requiere para diseñar una política cultural para el puerto y en cambio se imponga el nefasto sistema de cuotas de campaña, que es una rémora en todas las administraciones públicas. Ya los medios de comunicación porteños han señalado que Blancarte tendrá que lidiar con personajes ajenos a la promoción de la cultura como es José Ángel Tostado, un feltonista que viene del DIF y ahora es el flamante titular del área ejecutiva y de finanzas. Un utility que estuvo en la campaña y si se afianza en esas áreas será el que realmente tendrá el control del Instituto, dejando a Blancarte en el triste papel de imagen del Instituto.

Y para valorar esto basta recordar cuando Blancarte llegó a tomar las riendas de la institución cultural y se presentó una situación penosa, pues algunas personas que estaban siendo consideradas para ser parte de la institución, simple y llanamente no se les permitió el acceso a las instalaciones y, en cambio, había otras que fueron palomeadas en otra instancia y al margen de la decisión del director.

Y esto es un golpe a Blancarte, si no reacciona estará acotado para sacar adelante las difíciles tareas culturales. No es poco, el Instituto es un todo complejo, donde está un programa permanente de eventos culturales con sus festivales de teatro, danza, música, y el día a día que han hecho del Teatro Ángela Peralta una referencia de primer orden, la organización del Carnaval o las escuelas del Centro Municipal de las Artes, a donde concurren diariamente cientos de jóvenes porteños para iniciarse en el mundo de la creatividad artística que exige sinergia profesional.

Y no ayuda mucho que el nuevo gobierno, en el ánimo de tener control le reste autonomía al Instituto. Esa fue una discusión que se dio hace unos años y se resolvió en positivo para evitar su contaminación política y la influencia de grupos de poder, el Instituto habría de tener autonomía y patrimonio propio.

O sea, el director, independientemente quien fuera, sería un funcionario fuerte, con capacidad de diseñar e instrumentar una política cultural para el puerto, pero ahora no va a ser así, personajes menores serán los que lleven la conducción del Instituto.

Por ejemplo, algo tan elemental como es la comunicación cultural, se va a centralizar y sólo habrá una dirección en el gobierno municipal, que lo mismo va a difundir las actividades del Presidente Municipal, como las de promoción económica o las de Aseo y Limpia, o la vasta información de Cultura.

Un mazacote de información, que en lugar de favorecer la comunicación seguramente la entorpecerá. Cuando en este terreno se había avanzado y hoy en aras de la austeridad se reorganiza la administración municipal. Es una apuesta arriesgada que en términos sustantivos puede resultar cara. Cuidando los centavos para perder los pesos.

El Consejo de Administración del Instituto es “la máxima autoridad” y entre sus funciones están las de “ratificar el nombramiento del Director general propuesto por el Presidente Municipal” (artículo 12).

El artículo 15, fracción III del decreto de creación del Instituto señala expresamente que, entre las funciones del Director General, está las de “nombrar y remover libremente al personal del Instituto…” y esto evidentemente no ha sucedido. Se ha impuesto el criterio político para decidir quiénes deben estar en los cargos administrativos, sin embargo, el Director General es quien rinde cuentas al Consejo de Administración. Lo que significa que Blancarte se encuentra a merced de lo político y eso habrá de tener un costo en las tareas sustantivas del Instituto.

Pregunto al alcalde: ¿qué sentido le encuentra haber propuesto a una personalidad prestigiada del cine nacional como Director General del Instituto, si en los hechos no le ha permitido integrar un equipo capaz, eficiente y de sus confianzas para sacar adelante las tareas culturales? Acaso, ¿pretende al imponerle personal sin perfil que el Instituto esté por debajo de lo que ha sido hasta ahora? ¿Esa es la oferta de cambio que ofrece en el terreno de la promoción de la cultura? Si es así, Óscar Blancarte no va a tardar mucho para que de las gracias y regrese a su pasión que es el cine. Es hora de corregir el desacierto y darle lo que la ley establece.

Artículo de opinión publicado el 11 de noviembre de 2018 en la edición 824 del semanario Ríodoce.

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