Cine: ‘Megalodón 2: el gran abismo’

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Con el antecedente de Megalodón (2018) es muy poco lo que puede esperarse de Megalodón 2: El gran abismo (EU/2023), dirigida por Ben Wheatley. Invariablemente, en la trama, sobresalen, también, las batallas con esos animales marinos que se supone se extinguieron hace millones de años. En una historia en la que un grupo de especialistas, liderado por Jonas (Jason Statham), se sumerge en el mar para estudiarlo, pero se topa con delincuentes saqueadores y megalodones, y tiene que echar mano de tecnología avanzada para salir a flote y pelear arduamente, en efecto, los enfrentamientos con las enormes criaturas que pareciera están hambrientas todo el tiempo, son la carta fuerte, aunque ese es el menor de los problemas.

Al saber que se trata de un híbrido que involucra acción y ciencia ficción (a veces pareciera que comedia, pero no atina), de seguro hay situaciones que se perciben absurdas, y sí. La cinta con guion de Dean Georgaris, Erich Hoeber y Jon Hoeber, basados en el personaje de Steve Alten, exagera en las secuencias
en las que sus protagonistas luchan para salvar su vida o la de alguien más, por lo que es de esperarse que esquivan cuanto obstáculo se les presenta, por más inverosímil que parezca.

Lo que sí es el mayor problema de la película es que transcurre, mayormente, sin que se presente algo emocionante. Buena parte de lo que pasa tiene que ver con que los integrantes de una expedición (a la que, como si nada, se cuela una menor de edad, burlando los que deberían ser protocolos estrictos de seguridad) se quedan atrapados en lo profundo del océano, debido a que el ataque de un megalodón provoca un derrumbe, y tienen que caminar, sí, caminar, en la arena con trajes especiales hasta una base clandestina, sin que la presión, algún animal peligroso, la oscuridad, las rocas y la vegetación, los detenga. Maravillosamente, lo logran rápido y sin tanto inconveniente.

Sin embargo, lo más llamativo, si se le puede llamar así, está en la superficie. Se trata de alrededor de media hora en la que la acción está en todo su esplendor, aunque también, lo más absurdo e increíble está en este momento, cuando los sobrevivientes de la misión llegan a una isla y se conviertan en héroes salvavidas de unos turistas, y el protagonista principal, a bordo de una moto acuática, logra acabar con tres megalodones utilizando solamente unas improvisadas lanzas puntiagudas. Nada lo detiene al enfrentar a criaturas de 20 metros y 50 toneladas con esas “armas”, y cuando se le acaban está listo otro personaje (Wu Jing) con su sorprendente control, para presionarlo una o dos veces y emitir un sonido que las acerque o aleje.

Por si fuera poco, aunado a una narrativa predecible, atiborrada de estereotipos, limitada a los recursos de los géneros a los que apela, el elenco no ayuda en nada. Ninguno logra transmitir emociones que lleven al espectador a involucrarse, realmente, en la historia: no hay miedo, angustia ni desesperación auténtica ante el enemigo, mucho menos felicidad genuina al conseguir la victoria. Entre todos destaca Statham como un Jonas antipático, malhumorado e indiferente, quien tiene el mismo gesto de desagrado para todas las escenas. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 13 de agosto de 2023 en la edición 1072 del semanario Ríodoce.

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