Veintisiete horas ha que el aeropuerto está bloqueado. Las operaciones de la terminal aérea han sido canceladas y un puñado de elementos de la Guardia Nacional resguardan su interior.
Rostros pétreos. Fríos. Inexpresivos. Incapaces de mostrar cansancio, descansan el peso de su cuerpo en unas piernas que bailotean con discreción.

Cuerpos regulares con pertechos antimotines, observan desde el lado de la ley. Son almas en la soledad del deber impuesto.

A sus espaldas, ventanillas solas con el anuncio de los vuelos cancelados.

Al exterior está la lucha. La resistencia. Productores de maíz que trastocan la rutina aeroportaria en busca de mejores precios de garantía para sus cosechas.

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A veintisiete horas los campesinos están dispersos pero cohesionados por un objetivo firme.
Allá está Martín, el ejidatario de Balbuena, Navolato. Más allá, Gumaro, Baltazar y Arnoldo, cabezas visibles de la manifestación.

Sentados en las guarniciones están los más, pastoreando un sueño a cabezazos. Absortos en los rastrojos de una lucha que se volvió endémica.

Algunos más recostados en el pasto, al amparo de la fronda de los árboles.

En una trinchera están los alimentos. Tortas y tamales, y mucha agua pa’ beber. El rojo de unas sandías endulzan la espera de los hombres que han dejado el campo solo.

Un murmullo de voces salpimentado por el trino de los pájaros.

Los usuarios del Aeropuerto ya no están. Tampoco, los carros de alquiler. Un viajero desbalagado pasea la mirada. Observa el oasis de los alimentos y se acerca con recelo.

“Puedo tomar un trozo?”, pregunta.

Toma uno de los últimos pedazos de pizza y sacia un hambre acumulada por la espera.
Cuatro agentes de la Agencia de Investigación Criminal hicieron su arribo. Cuatro-cinco fotos y “fuga”.

El ruido de las turbinas no se escucha. Ahora es el murmullo de pláticas descosidas y el trino de los pájaros.

A veintisiete horas de tomado el aeropuerto, los accesos carreteros permanecen obstruidos por la fuerza policial.

En las jardineras y guarniciones los campesinos cosechan decepciones, y al interior, el brazo coactivo de la Guardia Nacional.