Nunca había sido tan difícil entender lo que ocurre en el gobierno federal. Con más frecuencia que antes los analistas topan con pared cuando interpretan lo que ven o aparentemente están viendo. No solo es que a partir de 2018 se inauguró una nueva época en la política mexicana con la llegada de Morena al poder, sino también por el personalísimo estilo de gobernar del presidente. Antes de ganar las elecciones y ya sentado en el poder, Andrés Manuel López Obrador ha jugado con los signos de la política como nadie lo había hecho, ni siquiera Carlos Salinas. Lo único que queda claro hasta ahora es su obsesión por el poder supremo, el yo y nadie más, a pesar de que retóricamente transfiere ese poder a lo que llama “pueblo” y donde, por cierto, no hay lugar para todos. El colmo en este punto es que él decide quién sí y quién no.
¿Cómo explicar, por ejemplo, el pleito entre el fiscal Alejandro Gertz Manero y el ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto? Los dos son personajes de primerísimo nivel de la llamada cuarta transformación y siguen a las órdenes del presidente aunque uno haya sido despedido después de su escandalosa boda y el otro tenga una aparente autonomía.
Los pleitos caseros siempre han existido pero sería muy simplista reducirlo a eso. Al final de cuentas el pleito de dos termina afectando a toda la familia. Santiago Nieto fue el ariete principal de López Obrador en su presumida lucha contra la corrupción y el combate a las redes financieras del narcotráfico –que no se pregunte de resultados, ese es otro tema— y cuestionar su integridad como lo hace ahora la Fiscalía General de la República enderezando al menos cuatro carpetas de investigación en su contra por presuntos actos de corrupción, es apuntar hacia una de las principales líneas de flotación del proyecto lopezobradorista. El propio Gertz ha sido cuestionado por su familia política acusándolo de usar aviesamente la FGR en su contra.
¿Y el presidente? Ese es el tema, el presidente, el que dice quién está bien y quién está mal, quién es leal “al proyecto” y quién es un traidor, quién representa a los liberales y quién a los conservadores, quién merece pasar a la historia y quién al olvido. López Obrador despidió a Nieto cuando se hizo pública su ostentosa boda porque no era congruente con la austeridad “republicana”. Pero después de los ataques a Gertz por mil cosas y de diversos frentes, AMLO en su mañanera lo defiende y dice “yo confío en él”. Y como el presidente confía en él, no hay más qué hablar. Punto. A Santiago Nieto lo despidió pero no lo defenestró. Sigue siendo una pieza en su tablero. En diciembre pasado estuvo de visita oficial en Nayarit y después de ver la miseria en que ese estado se debate, con arcas públicas saqueadas, sin recursos para sacar adelante ni los programas sociales, endeudado hasta la médula—solo al IMSS le debe 4 mil millones de pesos, 1 mil 200 millones a los servicios educativos federales y mil millones al INSABI, además de 5 mil 800 millones a la banca–, sin darle nada a nadie, ni a los alcaldes que le presentaban necesidades y proyectos, el presidente le hizo al gobernador, Miguel Ángel Navarro, una de esas sugerencias que no se pueden rechazar: tráete a Santiago (Nieto, tenía que suponerse) para que te ayude con la cuentas, él te dirá cómo sanear las finanzas. Veinte días después de esa visita, el 27 de diciembre, el gobernador anunció que Santiago Nieto estaría como asesor del gobierno de Nayarit. ¿Cómo se llama eso? Poder. Poder total, poder absoluto al menos como aspiración.
Solo Carlos Salinas concentró tanto el poder como López Obrador. Por eso le molesta tanto que lo comparen con él. Igual Salinas presumía que le gustaba mucho la historia. Y creó sus propios instrumentos para distinguirse y manipular a la pobrería: Solidaridad. Al final sus excesos lo llevaron al basurero de la historia, no como él deseaba llegar. Jugó con los pretensos a sucederlo y al final el proceso terminó en la tragedia de Lomas Taurinas. Y con la tragedia el fin del salinato.
Bola y cadena
POR ESO NO HAY QUE ESPERAR que la propuesta de AMLO para que Quirino Ordaz sea el próximo embajador de México en España sea reemplazada por otra debido a su asistencia a la boda de Nieto en Guatemala. Esas son boberías para el presidente pero debe “cuidar la investidura presidencial”. Por eso tiene a César Yañez en algún rincón oscuro del palacio, pero lo tiene. La suerte de Quirino, en todo caso, está en lo que decida el gobierno español, que hasta ahora no ha dado su anuencia para recibirlo como embajador. Se ha especulado mucho que no le darán el beneplácito pero esto no ocurre casi nunca en ninguna parte, solo en casos excepcionales y contextos distintos. Claro, las cosas no andan tan bien entre el presidente y el Rey después de lo que AMLO ha dicho en las mañaneras, pero no parece algo que lleve las cosas al punto de negar la anuencia al ex gobernador.
Sentido contrario
EL ALCALDE DE MAZATLÁN SE EMPEÑA en jugar con la salud y la vida de los mazatlecos y de quienes visitan el puerto para pasarla bien. Viendo cómo han repuntado los contagios del covid, ahora con la variante Ómicron, era de esperarse una postura firme y clara de que el carnaval no se llevará a cabo. Pero prefiere hacerle al enzarapado.
Humo negro
SE ANTICIPÓ PERO MUY POCOS hicimos caso. O relajamos los cuidados. Ahora, después de las fiestas decembrinas, todos estamos buscando hacernos la prueba al más breve síntoma de que podemos traer el virus. Cansancio, ignorancia, importamadrismo, o lo que sea, estamos de nuevo en una de las crisis más profundas de la pandemia.
Artículo publicado el 09 de enero de 2022 en la edición 989 del semanario Ríodoce.
