Viejos

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Ante una nueva película de M. Night Shyamalan es inevitable pensar, al menos, en dos cosas: El sexto sentido (1999) y las vueltas de tuercas que caracterizan sus historias. La protagonizada por Bruce Willis y Haley Joel Osment, de un niño que puede ver a los muertos, no solo es el mayor éxito en su carrera, sino que lo marcó. Lo malo de todo ese logro alcanzado, de estar tan bien estructurada y permanecer en la memoria de millones como una de las mejores de todos los tiempos, es que se volvió, prácticamente, insuperable para su propio creador.

Precisamente, uno de los aspectos con los que se relaciona a ese triunfo de hace 22 años es con la “vuelta de tuerca”, ese cambio inesperado en la trama, que el director no ha conseguido de manera tan impactante en ninguna de sus otras cintas, las cuales, en general, a pesar de sus premisas interesantes, pueden evaluarse como medianas –quizás Señales (2002), La aldea (2004) y El protegido (2000) sean otros de sus grandes logros.

Con Viejos (Old/EU/2021), M. Night Shyamalan no hace una excepción al entregar una historia por demás atrayente, disfrutable, pero con algunas inconsistencias que la ubican en la lista de películas menos logradas del realizador que dirige, produce y escribe sus proyectos, además de hacer cameos en ellos (tal cual lo acostumbrara Alfred Hitchcock): en esta ocasión aparece como el chofer del hotel que transporta a los turistas a la playa.

En la cinta, la familia integrada por Guy (Gael García Bernal), Prisca (Vicky Krieps), su hija Maddox (Alexa Swinton/Thomasin McKenzie/Embeth Davidtz) y su hijo Trent (Nolan River/Luca Faustino Rodriguez/Alex Wolff/Emun Elliott) son de los pocos privilegiados a los que el personal del hotel en el que se hospedan en sus vacaciones, le ofrecen visitar una playa privada, a lo que acceden de inmediato. Aunque el lugar promete una estancia maravillosa, no pasa mucho tiempo para cuando el paradisiaco escondite los lleva a vivir una de las experiencias más extrañas y aterradoras.

Escrita por el mismo Shyamalan, basado en la novela gráfica Castillo de arena, de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters, Viejos habla del tiempo. Por un lado, platea lo rápido que pasa, lo mucho que se pierde en situaciones insignificantes, dejando de lado momentos, realmente, importantes y significativos; y por otro, expone el temor de los seres humanos a envejecer,

sobre todo si eso sucede a un ritmo más acelerado de lo habitual, como que una hora equivalga a dos años, por ejemplo.

La película destaca en lo visual (los movimientos de cámara, la manera de exponer los detalles), está bien interpretada, en lo general, y es mayormente entretenida. No se trata de una de las mejores de la filmografía de Shyamalan, pero sí una de las que menos tensión provoca: su ritmo es flojo y, al final, resulta no ser tan sorprendente, ya que muy pronto aparecen señales que hacen pensar en las razones turbias y no naturales de llevar gente a una playa con tal fenómeno, lo cual, por cierto, sí o sí, se relaciona con la pandemia mundial por el Coronavirus, tanto por el encierro, como por la manera en que la ciencia puede usar a los humanos y experimentar con ellos. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 05 de septiembre de 2021 en la edición 971 del semanario Ríodoce

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