Rocha

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Morena resuelve su candidatura a la gubernatura de Sinaloa como último acto del año. Después de pausas y salidas en falso no hay sorpresa, a pesar del humo negro que fue enrareciendo el proceso interno. Es Rubén Rocha Moya, el Senador por Sinaloa con triunfo contundente en 2018, como seguramente se decidió hace algunos meses por los hombres y mujeres en poder de decisión en Morena.

Lea: Rubén Rocha Moya, el elegido bit.ly/2LilZUn

Las decisiones estaban tomadas con anticipación. El acomodo de piezas políticas en el país no es una decisión de un día para otro, o de un solo instrumento como una encuesta, o un dedo, como acuñamos en nuestra pobre cultura política. Es, en todo caso, parafraseando a Ortega y Gasset: la política es la política y su circunstancia.

Hay en el proceso –y debe ser así- hay moretones, empujones, intrigas, zancadillas, lodo, sentidos y sentados. Pero al final Morena lo ha resuelto. Cuando se trata del poder no hay tersura, buenos deseos, y apapachos. La política no es una vida de Facebook, donde el más feo sube su foto y los amigos se desviven en halagos de lo bien que se ve.

Mario Delgado, el dirigente nacional del partido, se ha encargado personalmente de hacer los anuncios. Incluso tratando de estar al lado de cada nominación, presencialmente. Eso le dio una atención mediática nacional a cada candidatura estatal, cuando en el centro suelen desentenderse de lo que pasa a su alrededor. Además, muestra que evidentemente es Morena quien lleva mano completa en las decisiones principales en el bloque de partidos que conformaron junto al Partido del Trabajo y el Verde.

Rubén Rocha fue también la decisión de Morena en 2018 para el más alto cargo de elección estatal en ese momento, la Senaduría. La compañera de fórmula se decidió después, que luego de plantear a más de alguna mujer la posibilidad, se concluyó que sería Imelda Castro, en ese momento regidora en el cabildo de Culiacán.

Morena tuvo dificultades para integrar todas las candidaturas en 2018, no porque le faltaran nombres porque al movimiento se habían integrado suficientes ciudadanos, sino para procesar internamente las características de sus candidatos, sea por tamaño de los liderazgos o porque requerían de personajes reconocidos para encabezar las propuestas.

Luego del arrasador triunfo fue al revés, sobran aspirantes y la lucha interna se torna ruda en todos los niveles, desde una regiduría hasta la gubernatura.

Rocha Moya era la decisión lógica en la coyuntura de la elección intermedia y la sucesión a la gubernatura de Sinaloa. Por lógica, entiéndase los antecedentes en las decisiones al interior de Morena y la carrera política de cada uno de los aspirantes. Como lógico era que la opción real para disputarle la candidatura era Imelda Castro, por las mismas razones de trayectoria y antecedentes.

Pero en política rara vez reina la lógica, son ingredientes distintos los que influyen las decisiones. De ahí que reiteradamente los políticos se refieran a los tiempos, aunque están hablando de las circunstancias: La llegada de un amigo, el condiscípulo en la universidad, el vecino que escaló posiciones, el subalterno que pegó el salto…

El Senador Rocha tiene esa conjunción de trayectoria y antecedentes que desde el triunfo mismo como senador lo pusieron en la carrera por la gubernatura y con ventaja. Su objetivo principal entonces debiera ser que reinara la lógica en mundo ilógico. Mantenerse en esa línea.

Buscó además un papel destacado y protagónico en el Senado, que no es fácil en un mar de tiburones que es la cámara alta.
Rocha ahora tendrá que recomponer lo que sea posible, sanar a los heridos si así lo quieren, y lo más complicado será contar con un partido que en estructura no existe en Sinaloa.

Margen de error
(Dolidos) De inmediato surgieron dos descontentos. Uno con razones y el otro en la sinrazón. El alcalde de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez, es de las razones, entre ellas que se encargó de pregonar que estaba en el corazón de López Obrador, además fundador y hasta patrocinador de Morena en los tiempos difíciles.

El de la sinrazón es Gerardo Vargas. No le dan los tiempos: de promotor de RSP, Redes Sociales Progresistas, brincó sin empacho a Morena y se enfundó el chaleco morado. No le fue difícil, fue diputado federal del PRI y en 2010 era de quienes sí o sí dejarían el PRI cuando se decidieron por Vizcarra y no por Malova. Pero lejos de afiliarse a las siglas del PAN o el PRD, intentó influir en ambos, intentó regresar al tricolor y le fue imposible. Como al hijo que lo aceptan, pero nunca lo perdonan, lo invitaron a la fiesta pero jamás lo contemplaron para algún puesto. El PRI nunca rompe las formas.

Por eso cabe una frase del fundador del PAN, Manuel Gómez Morín: “Que no haya ilusos, para que no haya desilusionados”. Aquí hubo un iluso…y otro que ahora no está desilusionado, su ánimo será distinto.

Mirilla
(Imelda) Imelda Castro, en cambio, se mantuvo siempre firme sin discutir los métodos que seguiría el partido para nominar al candidato o candidata. Ella seguramente sabía que si se trataba de posibilidades ella era la siguiente, incluso jugaba a su favor la necesidad de que en siete de las quince candidaturas la encabezara una mujer.

Aunque debió dudar cuando la nombraron vicepresidenta de la mesa directiva en el Senado. Imelda Castro además asegura la continuidad de una carrera política que ha llevado con tiento, sin prisas. Hoy cuenta con suficientes cartas para reclamar la candidatura, y por su edad lo mismo podría hacerlo en seis años (PUNTO)

Columna publicada el 03 de enero de 2021 en la edición 936 del semanario Ríodoce.

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