La muerte del ‘Buto’

el buto 2

Una de las cosas que he aprendido en mis visitas constantes a las excelentes instalaciones del DIF estatal en Mazatlán es que hay pobres a secas y hay pobres con discapacidades propias y/o familiares. Los primeros están enteros para luchar contra su pobreza mientras que los segundos están limitados para hacerlo. Esa es una doble desgracia que no están en las clasificaciones eruditas de INEGI ni de CONAPO, menos considerada por el tambaleante CONEVAL. Y todavía menos, cuando se combina este tipo de pobreza con la de calle, gente que no tiene un lugar para vivir y se guarece donde cae la noche sea calurosa o lluviosa.

Uno de estos casos anónimos alcanzó en las últimas semanas gran visibilidad en Mazatlán gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales, donde los usuarios están atentos a las excepciones sociales para el comentario rápido, fugaz y emocional que sacuda a la audiencia con la última desgracia del día.

Se trata del paria Luis Alberto López, mejor conocido por todos como el Buto, un personaje con una discapacidad que lo obligaba a caminar con pies y manos. Este hombre contrahecho, solitario, sucio, diariamente deambulaba por las calles del centro de Mazatlán y en un tiempo se divertía subiéndole el vestido a las mujeres que distraídas pasaban a su lado.

Esa práctica invasiva que hoy sería llamado acoso sexual, invasión de la privacidad, tocamiento del cuerpo de otro, lo hizo famoso en el centro de Mazatlán donde se movía con absoluta libertad. Era un paria con el que todos se congraciaban sin llegar a tener un mínimo de contacto con él, ni sabían cómo terminaba el día acostado afuera de las instalaciones de la Cruz Roja.

Sin embargo, sus escasas capacidades físicas fueron mermando hasta que un día caluroso le provocó una fuerte deshidratación que lo llevó a ser hospitalizado con un cuadro de neumonía. El patronato “Una gota en el Océano” se hizo cargo de él. El alcalde que le había cedido su pensión federal de adulto mayor se interesó por su salud y se dice que disputó al patronato la atención del Buto a través del DIF municipal.

Y claro, una vez logrado eso tenía un objetivo, no faltaron las fotos oficiales sonrientes, solidarias, mediáticas, un Buto diferente que vivió su momento de gloria y limpieza en medio de los reflectores de quienes llevan la “comunicación social” del ayuntamiento y que como abanico la hicieron pública a través de redes y portales.

Se dice que el buen dar obliga a la discreción, y más cuando se es autoridad, lo que exhibió nuevamente la frivolidad de la administración del Químico, que busca por todos los medios hacerse parecer sensible ante la desgracia humana y en esa lógica ya se dijo oficialmente que están buscando un nuevo candidato para entregar su pensión de adulto mayor quizá para nuevas fotografías, cuando lo que necesitan los parias del puerto, son instituciones públicas con recursos humanos y económicos que realmente atiendan los problemas de pobreza extrema. Pero eso ni pensarlo, no hay dinero en las arcas públicas, y además cuando son muchos paradójicamente no tiene visibilidad mediática.

Las fotos se opacan, se pierden entre muchas, y son tan volátiles y de ocasión como los comentarios en las redes. Que recordemos se multiplicaron en forma exponencial. A todos les dolía el infortunio del Buto. Hombres y mujeres, de dentro y fuera de Mazatlán, que habían conocido al Buto cuando se enteraron primero de su neumonía y más tarde de la muerte de esta celebridad momentánea, se desbordaron en expresiones de condolencia multiplicada.

Todos dijeron que le rezaban y lloraban virtualmente como si fuera de la familia y es que como diría un comerciante del centro de la ciudad “el Buto era parte indiscutible de su inventario”, como si estuviera hablando de La Parisina o la tienda Coppel.
Alguno incluso en el desfiguro virtual llegó a afirmar que “Mazatlán estaba de luto por la muerte del Buto“, que el puerto le lloraba a este personaje que se hizo famoso en su drama personal y atrevimiento.

Y al final del día, la imagen hablaba por sí sola, como una película del cine mudo de aquellas de Chaplin.

Un féretro, dos coronas de flores blancas, rojas y amarillas, varias hileras de sillas vacías y una luz luminosa que pareciera querer hacer presentes las ausencias que se expresaron en redes. La de quienes el Buto “siempre” les pareció entrañable y de último momento bueno para una foto de un gobierno con “cara humana”.

Artículo publicado el 11 de agosto de 2019 en la edición 863 del semanario Ríodoce.

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