Cine: ‘Beautiful Boy: Siempre serás mi hijo’

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Nic (Timothée Chalamet) no le da mayor importancia a experimentar con las drogas. Lo hace por curiosidad, incluso, en una ocasión lo comparte con David Sheff (Steve Carell), su padre, pero llega el momento en que se vuelve una adicción que no puede dejar, a pesar de que lo intenta varias veces. En un principio, su familia lo apoya y anima a que las abandone, principalmente su padre, pero ante tantas recaídas, este pierde la confianza en él y se rinde. Lo último por hacer es que Nic toque fondo y asimile las ventajas de estar sobrio. El problema es que corre el riesgo de no sobrevivir.

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Lo más destacable de Beautiful Boy: Siempre serás mi hijo (Beautiful Boy/EU/2018), dirigida por Felix van Groeningen y escrita por él junto a Luke Davies, es que expone muy bien lo complicado que es para una persona adicta no consumir drogas, aun cuando recibe atención médica y cuenta con el respaldo incondicional y permanente de su familia, por lo que constantemente reincide, sin considerar el daño que le causan. Por esa razón, por más que Nic quiere alejarse de esa práctica que está acabado con él, con todo y el apoyo de su papá, su mamá (Amy Ryan) y su madrastra (Maura Tierney), vuelve a caer.

Es interesante que la cinta, a la vez que muestra el presente de Nic, su lucha por dejar las drogas, su intento por permanecer en los grupos de apoyo, su deseo de ir a la universidad, expone su pasado (interpretado por Kue Lawrence, a los 5 años; Zachary Rifkin, a los 8; y Jack Dylan Grazer, a los 12), en el que se le ve feliz y funcional, porque a pesar de que sus padres se separaron cuando él estaba pequeño, siempre tuvo el respaldo y cariño de ambos en todos los sentidos, sobre todo de él.

Una de las fallas del filme, basado en las memorias de David y Nic Sheff, es que en toda esa exposición de la vida de Nic no especifica la razón por la cual él se introduce en las drogas. Se puede pensar que es muy sencillo acceder a ellas y mucho el riesgo que se corre al consumirlas, aunque solo se haga una vez, por experimentar; pero, también, se observa que este joven tenía todo para no interesarse en los estupefacientes, así como para alejarse inmediatamente de ellos. El problema es que el filme no ofrece esos detalles y deja muy poco clara la historia.

Aun con lo anterior, el espectador se mantiene atento a la trama, más que nada por las magníficas, intensas y emotivas interpretaciones de Carell y Chalamet. El primero como el padre presente, amoroso, persistente, responsable, a la vez que, desesperado, preocupado y devastado por la situación que atraviesa su hijo. El segundo como el chavo inteligente y creativo que se involucra en las drogas y no puede dejarlas: los dos van de una emoción a otra de manera impresionante.

Se agradece que el discurso de Beautiful Boy no tienda a moralizar la problemática, aunque es muy ilustrativa en cuanto a cómo funcionan los estupefacientes en el organismo, lo cual es más que oportuno en un mundo que parece cada vez más interesado en evadir la realidad a través de esas sustancias. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 19 de mayo de 2019 en la edición 851 del semanario Ríodoce.

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