AMLO, el candidato a vencer

ANDRÉS MANUEL. Víctima de sus tropezones.

Este domingo concluye el periodo de precampañas de los candidatos que aspiran a un cargo de elección popular en ésta que será la elección más grande de la historia de México, gracias la homologación de procesos electorales que se llevó a cabo en todo el país.

Esta fase del proceso fue dominada por el registro de aspirantes presidenciales, aunque en cada estado las calderas rebosaron fuego y pasiones que se desbordaron al grado en que se contaron varios asesinatos de precandidatos.

Tres certezas nos quedan de este primer tiempo de la elección: la primera es que el candidato presidencial a vencer es, y no por poco, Andrés Manuel López Obrador; la segunda es que las elecciones serán en muchas regiones violentas. La tercera es que no podrá controlarse el arribo del dinero sucio a las campañas: el del narco, el de las grandes empresas que buscarán privilegios a futuro y el del gobierno.

Andrés Manuel, en ejercicios que promedian las encuestas más serias que se han hecho —por empresas que en el pasado han errado espantosamente en sus resultados, hay que decirlo— tiene alrededor de 10 puntos de ventaja sobre Ricardo Anaya, del PAN y 16 sobre el candidato del PRI, José Antonio Meade. Algo así como 38, 27 y 22, respectivamente.

No hay elecciones espejo en ningún lado. Todas son distintas y arrojan experiencias que, se aprovechen o no, ahí quedan como lecciones. En 2006 AMLO llevaba una clara ventaja sobre Felipe Calderón, un candidato panista que surgió prácticamente del césped y logró, “haiga sido como haiga sido”, la victoria. Roberto Madrazo fue solo un aspirante de contexto en esa elección.

Y algo así ocurre ahora, con la diferencia de que el candidato del PAN, en alianza con otros partidos, parte de una plataforma mucho más sólida, pues su partido gobierna 11 estados y el PRD cuatro, incluyendo Ciudad de México. Nada desdeñable es, en esta fórmula, la aportación que hará el partido Movimiento Ciudadano, con fuerte influencia en Veracruz y Jalisco.

Por razones distintas, el candidato del PRI sufre ahora lo que padeció en aquella elección Roberto Madrazo: no lo quieren los priistas o, al menos, no ha logrado conectar con ellos. Y aunque ahora es el voto duro del PRI el que lo sostiene arriba del 20 por ciento en las preferencias, no es seguro que los mantenga consigo.

Así, tendremos a un aspirante que arrancará en segundo lugar pretendiendo remontar la desventaja ante el candidato de Morena y a otro que querrá descarrilarlo al tercer lugar. Las baterías del PRI, entonces, se enfocarán contra Anaya, no contra el Peje, que tendrá que defenderse, a su vez, de los ataques de la coalición Por México al Frente.

Considerando la presencia de al menos dos candidatos independientes, la elección presidencial se peleará alrededor del 35 por ciento de los votos. En 2006 Calderón obtuvo 35.8 contra 35.4 de López Obrador y 22 por ciento de Madrazo. En 2012, mucho más definidas las preferencias por Enrique Peña desde el arranque, el PRI obtuvo el 38.2 contra el 31.5 del Peje y 25.6 de Josefina Vázquez Mota.

Si el promedio de las encuestas es justo, Andrés Manuel tiene más votos de los que ocuparía para ganar una elección cerrada en dos aspirantes y hasta podría darse el lujo de perder dos o tres puntos, aunque las posibilidades de que baje en las preferencias son mínimas a menos que cometa errores garrafales, pues su voto es casi religioso. Es muy difícil que suba, pero también que baje y cualquier cambio será mínimo.

En 2006 AMLO andaba en el 37-38 por ciento de las preferencias electorales en marzo, contra el 30 de Calderón y el 28 de Madrazo. Los otros dos candidatos, Patricia Mercado y Roberto Campa, simplemente no pintaban. De ahí a la elección, el Peje cayó al 35.4 y Calderón subió al 35.8 que ya anotamos. Pero esto ocurrió gracias a los propios errores del candidato del PRD —ese “cállate chachalaca”— y a la campaña de miedo que tanto el PRI como el PAN echaron a andar, haciendo ver a López Obrador como “un peligro para México”.

Ahora Andrés Manuel parece vacunado contra las campañas negras, la comparación con los gobernantes venezolanos, la “injerencia rusa”, su perfil autoritario… pero que nada se dé por sentado.

Bola y cadena
“NO LO DEJARÁN LLEGAR”, se escucha en muchas partes y hay mucha gente que ve la derrota del tabasqueño como una fatalidad. Y, sin duda, las dos coaliciones contrarias harán todo lo posible por detenerlo, incluso a través de un “acuerdo privado” del que ya empieza a hablarse en las cúpulas del PAN y del PRD. Si Meade no levanta, le propondrían un acuerdo a Peña Nieto para que apoye a Ricardo Anaya. Ya se verá.

Sentido contrario
PUES RESULTA QUE EL GOBIERNO federal “apoya” a Sinaloa para que reduzca sus índices delictivos pero el gobierno estatal financia inversiones millonarias que debiera cubrir el Ejército y les compra decenas de camionetas a la Policía Federal para que patrullen las carreteras. Se nota la preocupación de Quirino Ordaz por el tema pero ¿no habría una forma menos costosa de pretender los objetivos? Y más aún ¿Están dando resultados tanta inversión? Todo indica que no.

Humo negro
NO PODÍA ALEJANDRO HIGUERA dejar pasar ese tren. Y aunque hay una solicitud de inhabilitación que interpuso el PRI y que el Tribunal Estatal Electoral deberá resolver, se registró como candidato a la presidencia municipal de Mazatlán. Va por cuarta ocasión, no ha sido un mal alcalde pero la gente le dio la espalda cuando compitió contra Fernando Pucheta por la diputación local, hace cuatro años. Ahora viene por la revancha, seguramente pensando que sumados los votos del PAS al PAN, le darán una victoria holgada. Eso piensa él.

Columna publicada el 11 de febrero de 2018 en la edición 785 del semanario Ríodoce.

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