Una mujer sin filtro

Tal parece que cuando se trata de negocios todo se vale para, al menos, recuperar lo invertido, pero hay quienes van más allá y traspasan fronteras con la intención de repetir sus éxitos. Nicolás López es un actor, productor, guionista y director chileno que cuenta con películas que han sido un trancazo en la taquilla de su país, lo cual no le ha sido suficiente, ya que el año pasado dirigió Hazlo como hombre, su primer filme en México, y dos de sus muy famosas cintas en su nación, Luis Eduardo Reyes se encargó de rehacerlas en tierra azteca: Qué pena tu vida (2016) —con el mismo título allá, en 2010— y Una mujer sin filtro (México/2018) —Sin filtro, allá en 2016— misma que nos ocupa ahora.

Con casi 40 años de edad y más de 10 trabajando como publicista para una agencia, Paz (Fernanda Castillo) se siente muy bien, porque tiene pareja (Alejandro Calva), empleo y salud.

La realidad es que siempre le ha tocado cumplir los deseos y caprichos de los demás. La gente a su alrededor no hace nada por complacerla: su novio no es capaz ni de pagar los servicios del departamento, mucho menos de terminar las pinturas necesarias para su exposición, es experto en decir la mejor excusa y Paz acaba resolviendo todo, además de lidiar con el maleducado y holgazán de su hijastro.

En su empleo, cuando ella es la de la experiencia y quien ha sacado la empresa adelante, con el pretexto de la importancia de las redes sociales, su jefe (Mariano Palacios) prefiere contratar a una chava que publica en internet los videos que graba acerca de todo lo que hace, y su mejor amiga (Sofía Niño de Rivera), en apariencia la escucha cuando le cuenta sus problemas, aunque está más atenta a los mensajes que le llegan a su celular.

Después de las recomendaciones de un chamán (Roberto Sosa), Paz entenderá que, si quiere vivir mejor, tendrá que cambiar de actitud, así a los otros no les agrade ni convenga tanto.

Estamos ante una comedia ligera que funciona medianamente en sus dos versiones, aunque cada una tiene sus momentos propios, tanto buenos como no mucho. En general, la premisa no es mala y el desarrollo de la historia cuenta con situaciones interesantes: en las dos, ese pleito entre Paz/Pía con una conductora que no le da el pase. En la mexicana, el reclamo al jefe por no valorar el esfuerzo de tantos años; la exigencia al novio de que termine sus cuadros; y la correteada y golpiza al ladrón de celulares.

El personaje de Paz en la versión chilena —Pía, interpretado por Paz Bascuñán­— es más efectivo en la primera parte de la cinta, cuando debe mostrarse más frustrada, impotente, confundida, sumisa y callada. En la mexicana, la Paz de Castillo —dicho sea de paso, es hermosa— es más creíble al decidir no dejarse pisotear más y defender su lugar: la manera en cómo grita, exige, pelea y se empodera, le va muy bien. El resto de los actores hacen un trabajo menor y no logran sobresalir.

Una mujer sin filtro termina siendo una cinta que se sostiene, en mayor medida, por Fernanda Castillo, pero por desgracia, no permanecerá mucho tiempo en la memoria. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Columna publicada el 4 de febrero de 2018 en la edición 784 del semanario Ríodoce.

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