El show debe continuar: Trump y el Chapo a dos pistas

 

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Podría ser coincidencia para quien crea en las coincidencias: un 19 de enero de 2001, a 50 días de la llegada del PAN a la presidencia de México por primera vez, Joaquín Guzmán se fugó del penal de Puente Grande. Y un 19 de enero, de 2017, el Chapo es extraditado a los Estados Unidos, desde hace un lustro su destino inminente.

Lo que sí es simbólico de la fecha seleccionada para el envío del capo a los Estados Unidos, es que se concrete en el último día de la presidencia de Barack Obama y en la víspera de la ceremonia de asunción de Donald Trump. Es una coincidencia para quien crea en las coincidencias. Hay de ambos lados una intención, aunque no sepamos con claridad cuál es exactamente. Si Peña Nieto busca congraciarse, más todavía con Trump, u ofrecer un regalo de despedida a Obama, por los agravios a su partido en la campaña invitando al candidato republicano a Palacio Nacional.

Shorty, como será ahora llamado a falta de una palabra exacta en inglés para Chapo, es un premio simbólico para el gobierno americano. Lo querían en una corte federal desde hace más de una década: lo decretaron el enemigo público número uno y no escatimaron recursos humanos y de colaboración para su recaptura. Loretta Lynch, actual Fiscal General de los Estados Unidos, integró un robusto expediente contra Guzmán Loera cuando era la Fiscal del Distrito Este de Nueva York, justo donde fue trasladado el Chapo para enfrentar el juicio, aun cuando otras ocho Cortes también lo reclamaban. Por eso Lynch lo define como una victoria y una reivindicación del estado de derecho. Que si se revisan a fondo sus declaraciones, entonces el juicio del Chapo en México no reivindicaba el cumplimiento de la ley.

El trofeo de caza que es el Chapo le corresponde en mucho a los Estados Unidos, no solo por su colaboración para las dos recapturas —la de Mazatlán en febrero de 2014 y la de Los Mochis en enero de 2016—, sino sobre todo porque fueron ellos quienes lo inflaron a niveles mitológicos. Y una vez descabezada su organización, como marca la política antidrogas que le imponen al mundo, empezaron el camino para desinflarlo y pregonar que el poder de las drogas en México correspondía a otras organizaciones.

Hoy pueden estar tranquilos los americanos, el show puede continuar.

 

Margen de error

(701) Y mientras en el Capitolio, en Washington, estaba la fiesta de Trump para la asunción al poder, Joaquín Guzmán recorría las calles de Nueva York hasta el distrito de Brooklyn donde se encuentra la sede de la Corte Federal. Al modo de los americanos se armó un operativo de todas las policías para el traslado por tierra, donde escuchó los 17 cargos que le hace el poder judicial estadunidense y que como mínimo lleva una sentencia de cadena perpetua. Al final se declaró no culpable.

Con ese no culpable el Chapo marca la estrategia legal de su defensa, similar a la de todos los capos de la droga que en los últimos 30 años los americanos han tratado de llevar a su país para ser juzgados. Inicialmente asumen esa posición para ir conociendo cuáles son las pruebas que tienen en su contra de un expediente voluminoso. Después, en la gran mayoría de los casos, aceptan declararse culpables y amarran un acuerdo que incluye dos valiosos y poderosos instrumentos en su poder: información y dinero, y de ambos los americanos los quieren en gran volumen.

En cuanto a la información, como se sabe, no tiene precio y es prematuro para adelantarse de qué calibre será el inminente acuerdo del Chapo con los americanos. Pero sobre el dinero es monumentalmente ridícula la cantidad fijada por el gobierno como reclamo: 14 mil millones de dólares, que con el billete verde por las nubes serían como unos 300 mil millones de pesos. Solo como una comparación, sería el presupuesto del gobierno de Sinaloa por un sexenio completo, para obras, nómina y hasta corrupción.

Es tan grande la cifra que palidece hasta para aquel controversial cálculo de la revista Forbes, que le daba a Guzmán Loera el lugar 701 entre los millonarios del mundo, y calculaba su fortuna en mil millones de dólares.

 

Mirilla

(La era Trump) Por más que vocifere Donald Trump del muro que estaremos pagando y por más que acuse con su dedo índice, su país seguirá hambriento de un par de productos que se envían desde México: droga y mano de obra. Ambos ilegales, pero necesarios para que Estados Unidos no se paralice.

Lo que menos se puede atender con la llegada de Trump a la Casa Blanca son los sesudos comentarios de los especialistas después de la garrafal equivocación que representó su ascenso a la presidencia. Pero hay datos duros que en la relación de los dos países no le será tan fácil cambiar a Trump: el mayúsculo intercambio comercial y los acuerdos militares vigentes que le permiten a los Estados Unidos la operación de todas sus agencias en territorio mexicano.

 

Primera cita

(La Punta de iceberg) La advertencia de una generación de niños y niñas en México marcada completamente por la violencia se reveló en una más de sus formas en el Colegio Americano del Noreste, donde un niño de 15 años disparó a quemarropa a su maestra y compañeros de salón.

Adolescentes ahora, fueron niños y niñas que un día sí y otro también crecían rodeados de violencia. Unos más cerca que otros, muchos como víctimas, si no ellos, sus vecinos o amigos. Su país era un frente de guerra que elevó las muertes violentas a niveles nunca antes conocidos.

Tomás Guevara, un investigador especialista en el tema del impacto de la violencia, lo venía diciendo desde su cubículo en la Facultad de Psicología de la UAS hace un lustro y antes para la generación de sinaloenses. Ahora dice que el caso del Colegio Americano en Monterrey es apenas la punta del iceberg, de lo que está pasando con esta generación y ni cuenta nos damos.

 

Deatrasalante

(El capítulo de la historia) Joaquín Guzmán Loera forma parte de la historia de entre siglos de este país. Guste o no, está no solo en el capítulo criminal junto a muchos otros, sino en el sinfín de entrecruces que tiene el ascenso del líder de la organización Sinaloa con la política, la religión y el espectáculo (PUNTO)

 

 

 

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