Se plantan tarahumaras en Catedral; piden caminos, doctores y escuelas
Sobre las escaleras de Catedral, entre el sol y el asfalto de la avenida Álvaro Obregón, 50 personas montaron guardia desde el mediodía del domingo 15 de mayo. Todos ellos, pertenecientes a la etnia tarahumara, dejaron sus viviendas para exigir mejores condiciones de vida.
La explicación, con un español atropellado, no pudo ser más clara. José Pedro Salcedo Olguín, tarahumara de 29 años y padre de 2 niños, decidió bajar de la sierra de Sinaloa de Leyva por puro instinto de supervivencia. “Lo que queremos es carretera y que nos ayuden con algo, y porque ya ven cómo está, ¿ya miraste?”, y apunta hacia unos niños que juegan bajo una sombra.
Los datos indican que en Sinaloa existen 155 mil personas en situación de pobreza extrema, es decir, sinaloenses que carecen de servicios de salud, educación, alimentación, seguridad social, vivienda y servicios básicos, y José Pedro, junto con 49 tarahumaras, es uno de ellos.
En contraparte, en tiempos electorales, el excesivo gasto en propaganda electoral contrasta con la manifestación. Tan solo para el ejercicio fiscal 2016, los partidos políticos recibirán en Sinaloa 111 millones 48 mil 208 pesos.
Y a José Pedro sólo le importa que los niños de su comunidad no sean como él, quiere que tengan oportunidades de aprender y de trabajar.
“Que todos los niños no sean como yo. No sabemos nada nosotros, que se enseñen poquito, los plebes allá van al kínder y ya saben poquito pero queremos que salgan adelante, porque si los dejamos van a quedar como nosotros, todos nosotros que estamos aquí muchos no saben ni firmar un papel, por eso lo queremos, porque las aguas a veces crecen y allá arriba se enferma uno, tenemos que traer una palanca como decimos nosotros porque cuando crece el arroyo pues nos quede más cerquita”, dice.
Con toda una vida en el ejido Quitaboca, una de las cinco comunidades tarahumaras de la zona serrana de Sinaloa de Leyva que vinieron a manifestarse, José Pedro tuvo que bajar a trabajar al campo para sacar adelante a su familia y recorrer alrededor de 85 kilómetros.
A José Pedro le explicaron los médicos que su hijo menor, ya con siete años de edad, nació con una hernia. Trató de explicar dónde, pero prefirió contar por qué se está manifestando.
“Ya tengo seis meses abajo en Sinaloa de Leyva trabajando en el campo porque el niño que tengo estaba herniado, el 11 de éste lo operaron en Guasave. Así había nacido, así dijeron los doctores. El niño desde que nació ha estado enfermo y cada vez que subíamos, de aquí a arriba lo traíamos en los brazos y estaba el arroyo o el río crecido, y así, todas las veces que vamos”.
José Pedro desvía un poco la mirada y señala a los niños, defiende la presencia de sus hijos junto con la de los otros niños. Desde que llegaron han recibido críticas y cuestionamientos. José Pedro, con su torpe español, es más que elocuente.
“Mucha gente aquí me han preguntado si aquí están sufriendo. No, allá arriba sufren más que aquí. Si a alguno se le ofrece algo, allá arriba quién (lo va a ayudar), muchas veces nos dan medicina y allá arriba no, allá arriba se enferma uno y luego tiene que correr hasta Sinaloa de Leyva para comprar medicina”.
Quitaboca, el pueblo que no calla
El comisario del ejido de Quitaboca, Saturnino Algándar García, con sus 72 años a cuestas guió a su gente hasta Culiacán. Dice que no se irán hasta que les den una solución, y que permanecerán aquí el tiempo que sea necesario.
Su lucha no es sólo por un camino, sino para mantener vivas las raíces de su pueblo. Se niegan a perderlas, por lo que solicita un camino, tal vez uno de asfalto, porque éste representa la oportunidad para que su cultura pueda salir adelante.
“Estamos pidiendo que nos hagan camino porque no tenemos carretera, estamos pidiendo una escuela para que estudien los tarahumaras, bilingüe se le nombra, pues. Están reclamando el dialecto porque si van a otras escuelas o los traen por acá pierden el idioma de ellos, por eso están pidiendo una escuela bilingüe allá que les enseñen, pues”.
Esta no es la primera vez que vienen a Culiacán. En septiembre y octubre de 2014 acudieron al Congreso del Estado y a las oficinas del Gobierno Estatal.
La historia se repite
Al igual que otros pobladores de la región, Saturnino vio partir del pueblo a dos de sus hijas solteras. Ellas tuvieron que bajar de la sierra al municipio para trabajar y salir adelante, porque allá no hay trabajo y esa es la causa que traemos ahorita de que nos dé el gobierno ayuda”, dice.
“También queremos medicina, un doctor con medicina porque está muy lejos para venir a donde hay auxilio de enfermedad y también pues que nos hagan casitas… la carretera, la escuela y la medicina”.
Junto con Saturnino viajó don José Montoya, un anciano de alrededor de 100 años del que quisieron esconderse para venir a Culiacán pero los alcanzó en Guasave. Su presencia la justifica el mismo Saturnino.
“Aquel pues ya tiene casi 100 años o pasaditos por ahí (José Montoya). Tiene allá pues, la necesidad también como la tenemos ahí y aquí anda apenas, y como dice ‘si me quedo en la lucha qué le hace pero me voy con ustedes’ y esa es la causa, aquí andamos”, dice.
José Montoya apenas habla. Con problemas auditivos por la edad no atina a explicar cuál es su edad. Apenas habla español y su historia parece repetirse. José Pedro, Saturnino y otros tarahumaras, pretenden cambiarla.
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