Por mis bigotes (México/2015), dirigida por Manuel Carames, tenía todo para ser una película divertida, con un tema, si no original, atractivo (explorar qué consecuencias le trae a un niño la salida del bigote), con actores excelentes que pudieron dar mucho más (Jesús Ochoa, Fernando Becerril, Eduardo España), pero prefirió quedarse en el intento y en lugar de lo anterior, ofrecer un filme perdido en situaciones sin sentido.
Ulises (buen trabajo de Santiago Torres) es un niño de esos que pasan desapercibidos en la escuela, a los que nadie voltea a ver, y lo tiene tan entendido, que junto con dos de sus mejores amigos forma el club de los invisibles, con quienes, incluso, comparte un espacio secreto a la hora del recreo.
Una mañana, el niño se despierta y se encuentra con la novedad de que tiene un prominente bigote, y como ya sabía que las burlas no se harían esperar, se lo oculta con un curita, el que por accidente se le cae, pero contrario a lo que él pensaba, las reacciones de sus compañeros, más que afectarlo, le favorecen.
De repente, Ulises se convierte en el más popular, todos quieren tomarse una foto con él, le piden autógrafos, lo invitan a pertenecer a un equipo de fútbol, la niña más bonita de la escuela se interesa en él, y los que antes le buscaban pleito, ahora lo incluyen en su pandilla.
Como sus amigos de siempre no están de acuerdo con sus actitudes, se alejan de él, y a pesar de que la nueva vida no le desagrada, el niño se da cuenta que es momento de considerar qué es realmente importante.
Ahora, Ulises reflexionará en rasurar su bigote, porque eso haría que deje de pertenecer al Club de los 10 mil Bigotes al que lo invitó su tío, pero es, a la vez, la posibilidad de que sus amigos lo perdonen.
Es cierto que Por mis bigotes va dirigida a un público infantil y es obvio que entre éstos habrá quienes estén deseosos de que les salgan pelos debajo de la nariz como estarán otros que no lo quieran; al menos la mayoría tiene expectativas de cómo será ese momento de su vida, y desde ahí puede justificarse la premisa de la cinta.
Si bien hay situaciones rescatables para los niños —el tema de la amistad, el bullying al que se enfrentan en las escuelas, la unión familiar, los cambios de la pubertad, lo que es verdaderamente importante en la vida— y es hasta cierto punto divertida, el filme se pierde en otras que lo hacen aburrido y absurdo.
Me parece completamente fuera de lugar y que se le dio mucho espacio a lo relacionado con El Club de los 10 mil Bigotes, es completamente ridículo su vestuario, más en el momento de la iniciación para pertenecer a él, y aunque justifiquen que sirve para comprar chocolates y salvar el trabajo de alguien y hacer un mural para que unos se reconcilien, no es necesario dentro de la historia: se quita a todos esos personajes de bigotes extravagantes y no pasa nada, ahora que si la trama hubiera girado sólo en esto, sería distinto.
Si es una película para niños, para que perderse con elementos innecesarios, pudiendo ser más sencilla. Ni las canciones alusivas al bigote y a quienes lo usan logran atrapar. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.