Aun con Joaquín el Chapo Guzmán en el penal del Altiplano; con muchos de sus miembros igualmente capturados, muertos, perseguidos y hasta sin identificar, Edgardo Buscaglia tiene una certeza clara que surge en todos los modelos de estudio sobre la delincuencia organizada.
—¿Cómo ves al Cártel de Sinaloa?
—Más poderoso que nunca. Es obvio. Patrimonialmente. Porque no se mide el poder de una organización, de una empresa, a través de cuánto ruido hacen sino de cuánto crece su estado financiero y cuánto crece su presencia patrimonial en otros países.
Edgardo Buscaglia estuvo casi dos horas hablando del tema en que es experto mundial, la seguridad y la delincuencia organizada, en una conferencia promovida por el periódico Noroeste, pero el tema no se agota y sigue otra media hora en una entrevista con el semanario Ríodoce.
—¿El Chapo se entregó entonces?
—Da la sensación de ser una entrega controlada. Entregas pactadas. Uno no esperaría encontrarse con una de las figuras más potentes de una red internacional delictiva, dedicada en 59 países a 23 tipos de delitos, encontrándose en un departamento con 3 personas alrededor. No lo estoy criticando, las grandes entregas en la historia de la delincuencia organizada norteamericana, y de otras delincuencias organizadas, son entregas controladas. Donde a los líderes se les dan beneficios procesales… Son entregas controlados ante un Estado que necesita organizar la corrupción y que no lo ha logrado todavía. Porque trata de organizar la corrupción sin instituciones.
Es aquí cuando Edgardo Buscaglia explica la parte central de su propuesta en el combate a la delincuencia organizada, partiendo desde las propias empresas criminales, como la organización Sinaloa:
“Es un grupo muy sofisticado. A nadie le conviene, y no le conviene a la red criminal Sinaloa que se le identifique como una organización dedicada a la compra venta de seres humanos a nivel mundial, y tampoco le conviene que organismos supranacionales en Europa y estados Unidos comiencen a desmantelarla porque están metidos en estos crímenes de lesa humanidad. Mi propuesta es comenzar por donde todos estamos de acuerdo en que no hay que meterse. Y después, qué hacer para fortalecer al Estado institucionalmente. No capturitas, no entregas controladas para organizar la pachanga de corrupción. Sino fortalecer de a poquito al juez, de a poquito a los órganos de control patrimonial no penal. De a poquito con leyes electorales que permitan limpiar un poco la política, nunca vamos a ir de la noche a la mañana en 10 horas, pero podemos entrarle despacio.”
Optimismo
Lleva más de 25 años en el estudio de las mafias, en el combate de Estado a la delincuencia, y aun con todo lo abrumador que resulta para el ojo no entrenado el laberinto de violencia extrema en que se encuentra México, el asesor de las Naciones Unidas en este tema es optimista.
—¿De dónde sale tanto optimismo pese a los vacíos del propio Estado de los que habla, pese a la violencia extrema, y pese a una sociedad civil fragmentada?
—Primero, porque he visto a países que con mucho menos han hecho mucho más. México tiene mucho más recurso humano, presupuestario, histórico, institucional, que otros países donde se ha hecho mucho más que lo que hasta ahora se ha hecho en México. Tengo que tener un optimismo, porque si Colombia ha logrado contener las frecuencias de delitos organizados, si Indonesia lo ha hecho. México lo puede hacer mejor. El gran factor faltante es la decisión política, de arriba hacia debajo de verse obligados a formalizar estos controles de los que yo hablaba: judiciales, patrimoniales, de la corrupción política… México tiene una incapacidad de decisión política entre su clase gobernante. Que ve al Estado como un foco de negocios, aunque no sean corruptos. No lo ven como el foco de donde surgen los bienes públicos esenciales, donde tu hijo o nieto alcancen niveles que se tienen en Francia o Alemania. No pueden entender que desde el Estado tu puedes transformar la vida de la gente a través de bienes públicos que ningún empresario privado puede ofrecer.”
—Hoy se habla de un pacto para evitar que candidatos de la mafia lleguen a gobernar. ¿Crees que esto avance?
—Les van a comenzar a sudar los glúteos a todos, no va a haber otra. Estos se van a dar cuenta que nadie va a saber quién es el próximo. Cuando eso empezó a pasar en Italia, en Colombia, la clase política que parecía incorregible como la mexicana, empezó a actuar de manera racional, cuando sus propios glúteos estaban en juego. Cuando ven esos políticos que sus vidas y las de sus familias están en juego, ellos mismos empiezan a pactar limpiezas parciales. Y esa limpieza pequeña es el abuelito de una limpieza de mañana. Así se comienza. Hasta llegar al momento que el 63 por ciento del congreso colombiano fue procesado penalmente, la mitad del parlamento italiano se fue como parte del maxiproceso manos limpias. Ahí se termina, pero cómo se comienza.
—¿Iguala sería el comienzo?
—Yo estoy viendo desde hace varios meses, más de un año, que se comenzaron a asesinar a diputados, o a candidatos con más frecuencia que hace 5 años. Entonces por ahora mi predicción basada en lo que sucedió en otros países, no es teoría, se está de a poco dando en México y es debido a la corrupción política pirañezca no organizada. Antes el sistema del partido único de Estado era la corrupción con permiso, organizada, donde a ningún grupo criminal se le podría ocurrir lanzarse contra Tamaulipas y ocupar el territorio, si no existía permiso estatal. Hoy, ese sistema de comando y control se desvaneció. No hemos remplazado esos controles con ningunos otros. Cada grupito criminal es como una piraña comiéndose entre ellos y comiéndose a la sociedad. Eso lo tenemos que frenar con los controles de Estado, para que la delincuencia organizada mexicana comience a comportarse como lo hacía antes y a partir de ahí acotar los delitos a los de menor impacto social, que es un poco lo que pretende todo Estado. En ningún Estado del planeta vas a encontrarte que la delincuencia organizada no cometa delitos. En Suecia cometen delitos: contrabando, se meten en drogas, adulteración de medicinas.
- Autor | Andrés Villarreal
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